viernes, 16 de febrero de 2018

¿Qué hacemos con Coscubiela?



Carmen Ortega ha publicado un sentido artículo en este mismo blog donde explica el homenaje que sus amigos mataroneses le hicieron a Joan Coscubiela (1). Lleno hasta la bandera que desbordó las expectativas de los organizadores. Este acto, en todo caso, merece algunas reflexiones.

La pregunta de «qué hacemos con Coscubiela» no es retórica. No tiene una respuesta fácil. Porque choca con la voluntad del propio Coscubiela que ha manifestado que se jubila de la actividad política. Pero, respetando lo dicho y la testarudez de quien lo dice, vale la pena escarbar en la interrogante. Nuestro hombre no puede quedarse en el almacén de los comentaristas, ni tampoco en la tarea de escribir libros importantes. Y, si se quiere, puede compaginar ambas actividades con la actividad pública –política partidaria en tono mayor, en primerísima línea de acción— para la que se encuentra capacitado de sobra. Al fin y al cabo Cataluña y España no están tan sobrados de personas capaces. Al contrario, están precarias de gentes con templanza y punto de vista fundamentado. De noble pasión política.

En este caso, entiendo que es razonable –es más, yo diría exigible— que se convenciera a nuestro hombre de que vuelva a la escena política. Respetar su decisión es obligado y loable. Pero quienes están convencidos de su valía no pueden quedarse en el necesario homenaje que se le tributa. Es más, el homenaje debería ser un punto de nuevo arranque.

Ahora bien, la pregunta inquietante --«qué hacemos con Coscubiela»--  debería interpelar a los dirigentes de la formación donde sigue militando nuestro hombre y a la coalición que ha representado de manera tan brillante. En concreto, a ICV y a los Comunes. Que tampoco están tan repletos de sabiduría política. Y que, hasta la presente –disculpen si me equivoco--  solo han tomado nota de la decisión. Un talante con escasa inteligencia. Y, tal vez, de voluntaria indolencia.

A Joan Coscubiela le avala su biografía. Y, sobre todo, la madurez alcanzada. No obligarle amablemente a seguir en la política es instalarse en el despilfarro. Justamente cuando los problemas de todo tipo requieren personas capaces y no saltimbanquis de grado medio.

Encuentro en Caludio Eliano (170 – 235) Historias curiosas, Libro Sétimo capítulo 3, una razón para convencer a Coscubiela de que debe seguir: «Yo no me he presentado ante vosotros para unirme a vuestro dolor, sino para ponerle fin», dijo Arístipo de Cirene, discípulo de Sócrates, a sus amigos. Pues bien, todavía queda mucho para poner fin a tantos dolores viejos y nuevos. Porque, al fin y al cabo, unirse –sin más-- al dolor lo sabe hacer cualquiera que tenga buena voluntad.



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