miércoles, 18 de enero de 2017

Cataluña ingresa en la Unión Europea, dicen.



El Gobierno catalán sigue confundiendo su propio  culo con las témporas de la Unión Europea. Ahora, su vicepresidenta y portavoz,  Neus Munné ha vuelto a la carga: «La UE no puede ni dará la espalda al referéndum» (1). Por supuesto, nunca lo argumentó,  ahora tampoco. Normal: nunca se atribuyó sensatamente capacidad de razonamiento a los esfínteres. Entonces, ¿por qué se insiste? Sería cosa de esbozar algunas hipótesis, siempre aproximadas sobre el particular.

En primer lugar, cabe la posibilidad de que la doña lo crea. Lo que demostraría que, en la más amable de las suposiciones, sea una ingenua. En segundo lugar, puede que esta señora sea más ignorante de lo que algunos le suponen. Y, finalmente, no es descartable que la arenga tenga un carácter de agitación y propaganda para el consumo interno y elemento de cohesión de sus allegados. Que, según los más avisados, sería la hipótesis más probable. Sin que ello implique merma alguna de su ingenuidad e ignorancia. Y representaría que todo el tinglado de esta nueva farsa estaría montado sobre la base de artificios mil.

Primero fue el divino Romeva: «en cinco minutos de proclamarse la independencia, la Unión Europea concederá el ingreso a Cataluña», afirmó con esta chuchería del espíritu. Pregunté por qué. La respuesta fue chocante: «Hombre, es una licencia, una metáfora». Y, tal vez por ello, el flamante poeta fue nombrado Conseller de Asuntos Exteriores. Más adelante, la consigna en ristre se convirtió en una organizada engañifa. O, por mejor decir, en un dogma teologal que deben creer a pies juntillas los creyentes y los gentiles.

El president Josep Tarradellas lo avisó en su día: «En política es pot fer tot, menys el ridícul». Muy pocos le hacen caso al viejo zorro. Dicho sea con el tono más respetuoso.



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