miércoles, 12 de octubre de 2016

Sobre la (socorrida) militancia



Nunca como en estos días se había hablado tanto de la militancia. Antes, durante y después de OK Ferraz es la palabra más  recurrente: militancia por aquí, militancia por allá. La novedad es que ha pasado de ser una palabra enferma («parola malata», que diría Leonardo Sciascia) a usarse desenfrenadamente. Sea como fuere, nos congratulamos de su recuperación, aunque me veo obligado a sacar del armario mi doctorado en Aguafiestas.

«Consultar a la militancia», clama con energía la fracción del PSOE que ha sido derrotada. Sea. Frente a ellos se sitúan los alabarderos de la Gestora que, sobre el particular, dicen llamarse Andana.  Mal asunto, me temo. Ahora bien, aunque valoremos con agrado el retorno de la palabra enferma, parece conveniente decir cuatro cosas con la educación y respeto que merece tan significado regreso.

Tal como parece que están enfocadas las cosas, todo indica que se recurre a la militancia in extremis.  Es decir, como peana de las decisiones que se han tomado ya en la cumbre de la estatua. No es, por tanto, un instrumento de participación, activa e inteligente, para tomar unas u otras decisiones. Es el resultado del consabido «o lo tomas o lo dejas», necesario, claro que sí, sólo para las lentejas. O lo que es lo mismo: la militancia como sujeto amorfo que sólo sigue las directrices de unos u otros, que solamente es llamada para decir sí o no. Así las cosas, estamos hablando de seguidismo, no de militancia. O, quizá, el problema de fondo está en que se ha confundido la militancia con la intendencia o con la fiel infantería.

En resumidas cuentas, la militancia es otra cosa, y ya somos grandecicos para perder el tiempo explicando qué es y, sobre todo, qué no es. Lo que sí parece conveniente es que en todas las formaciones políticas y sociales hubiera algo así como el Estatuto de la participación del militante. Y algo más: que se fijara en cada organización dónde reside la ´soberanía´ de la misma. Por lo demás, tal vez sea conveniente substituir esa palabra, militancia, que tiene un origen militar –y, por tanto, de obediencia inexcusable--  por otra de naturaleza civil, que ahora mismo no sabría proponer.


Punto final. Se cuenta de un ricachón de la Vega de Granada de tiempos antiguos que acostumbraba a decirle a quien iba a plantearle sus cuitas lo siguiente: «Oye, dame tu reloj y te diré qué hora es». 

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