viernes, 12 de febrero de 2016

Los sindicatos y el parte meteorológico



La situación económica vuelve a tener muy mala pinta. Todo indica que vuelve a llover sobre mojado. En estas condiciones quienes podrían formar gobierno de signo progresista deberían dejar el toreo de salón que se llevan desde que Pedro Sánchez fue encargado de organizar su investidura. Pues no están los tiempos para chicoleos de estética hojalatera. O gobierno progresista o, la peor opción posible para salir de este laberinto, convocatoria de nuevas elecciones. Pues esta situación de intermedio pantanoso agravaría más la tormenta que parece avecinarse en el inmediato horizonte.

Entiendo que ya es la hora de abandonar todo tipo de indefinición. Y más concretamente me parece que Sánchez, que ha asumido con valentía el encargo del Jefe del Estado, debería precisar cuál su socio preferente, porque el parte meteorológico anuncia nuevas tempestades. Por lo demás, soy de la opinión que Podemos debería dejarse de mermeladas y meterse en harina. Porque cuando vienen las cosas mal dadas es el momento de dar la talla y asumir las consecuencias. En definitiva, ha llegado la hora de que los diversos actores digan qué opción elevan a definitiva, sabiendo que la convocatoria de nuevas elecciones –que dejaría la actual diapositiva parlamentaria casi igual— puede representar  un peligroso «coste de oportunidad» para enfrentarse al parte meteorológico. Bien lo saben Toxo y Cándido que, con buen criterio, están interviniendo discretamente en la formación de un gobierno progresista, conscientes de que en esta ocasión no pueden dejar de sugerir soluciones, por imperfectas que sean.


No es normal que el sindicalismo confederal intervenga en estas cuestiones; es más, ni siquiera es recomendable. Pero el problema no es, por así decirlo, académico, porque la situación no es normal. De manera que esa discreta mediación que están haciendo, al margen de toda tradición sindical, es necesaria.  Por supuesto, es una mediación interesada de buenos componedores. Digamos, pues, que si se mantiene el darse achares los unos a los otros los actuales nubarrones acabarían convirtiéndose en tempestades. Oído, pues, a las ondas gravitatorias. 





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