jueves, 28 de marzo de 2013

EL ACOSO A LOS MOVIMIENTOS SOCIALES


4 notas incompletas


1.                Nada hay nuevo bajo el Sol: el acoso que, desde diversos frentes, están recibiendo los movimientos sociales es tan antiguo como el andar a pie. Ahora tiene su máxima expresión en el brutal ataque a la plataforma contra los desahucios a la que, desde la derecha política y sus proveedores, se la quiere poner en el círculo del terrorismo etarra. No son insinuaciones sino acusaciones directas que vienen desde la alturas del Partido Popular: la más conspicua ha sido la de esa Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid. A continuación, el batallón de opinantes de cabecera han puesto en marcha una soez campaña que denigra a los representantes de la PAH, especialmente a Ada Colau. La campaña se ha recrudecido tras el reciente dictamen del Tribunal de Luxemburgo, que lamina la antañona e injusta Ley Hipotecaria española.

2.                Lo cierto es que la política instalada siempre miró con el rabillo del ojo a los movimientos sociales. Nunca estuvo cómoda con ellos. Por varias razones: A) porque su misma existencia –los motivos de su génesis y posterior desarrollo—ponían en entredicho, y siguen haciéndolo, la actividad de una política que se desentiende de los problemas materiales del común de los mortales; de unos problemas que surgen, además, por decisiones perversas de esa misma política instalada. B) porque esa política entiende como una interferencia a su monopolio la actuación de los movimientos sociales, cuando estos actúan de manera independiente. La política instalada sólo admite aquellos movimientos que son los correveidiles y tiralevitas de ella, esto es, cuando son sus ventrílocuos.

3.        Sin embargo,  el ataque contra la PAH tiene otra naturaleza: ahora es percibida como el «enemigo» por el Partido Popular; ya no es visto como una interferencia sino como un firme contradictor de una situación injusta que se confronta con los poderes económicos de la Banca y de su acólito político. Así pues, hay que achacarle el infundio de su partencia al «eje del mal». Y altaneramente, a través de los medios que le son adictos, el Partido popular parece exigirles: ¡Probad que no sois de ETA! Y hasta es posible que algún vociferante subsidiado –tiempo al tiempo--  afirmará que los jueces del Tribunal de Luxemburgo son, igualmente, agentes durmientes de la banda terrorista.

4.        Una última consideración: no hay que ponerse nerviosos, pues la brutal reacción contra la PAH no se habría producido si ésta no estuviera defendiendo a la pobreza laboriosa. Calma, y a seguir con la tarea. Por mi parte, seré uno más en la fiesta que la PAH de Pineda de Mar celebrará a finales de Mayo. Primero en solidaridad con su trabajo; segundo como repulsa a la indigna conducta del Partido popular.   

    

miércoles, 27 de marzo de 2013

LA BANCA O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO


De aquellos polvos de antaño vinieron los lodos de hogaño.  De aquellos dirigentes bancarios vinieron las semillas de los actuales buitres carroñeros de nuestros días. No hace falta explicar, por sabido, los desmanes de esta subespecie zoológica en asuntos de tanta gravedad como lo que están haciendo con las «preferentes», los desahucios y la auto impunidad que se atribuyen.   

¿Recuerdan ustedes a José María Aguirre Gonzalo, presidente del Banco Español del Crédito? ¿Recuerdan la entrevista que le hizo Mariano Guindal en febrero de 1981? Pues bien, si tanto escándalo promovió, más silencio posterior hubo para que se olvidara el eructo del dirigente empresarial. Pero el libro de memorias de Raimon Obiols, El mínim que es pot dir, ha recuperado el fragmento más singnificativo de la personalidad de ese Aguirre Gonzalo. La conversación se refiere a cómo vivió el considerado «líder natural de los banqueros» el día del golpe de Estado del 23 F.  

«Aguirre.--  Aquella noche me fui a dormir temprano.

Guindal.--  ¿Durmió bien?

Aguirre.— Perfecamente. Sabía que pasase lo que pasase yo seguiría siendo presidente del Banesto.

Guindal.-- ¿Y si llega a triunfar Tejero?

Aguirre.— No tengo la más mínima duda de que me habría reunido con él. Los banqueros gestionamos dinero que no es nuestro; por tanto, de alguna forma, estamos prestando un servicio que está regulado por las autoridades administrativas que haya en cada momento.

Guindal.— Pero todo el mundo está obligado a cumplir la Constitución.

Aguirre.--  Nosotros hacemos banca, no política».

Dejémoslo ahí. No sin antes añadir: la Banca o la violencia del poder privado. Estas declaraciones del que fuera el «líder natural de los banqueros» se ponen a disposición de quienes están al frente de los movimientos contra las llamadas preferentes y la lucha contra los desahucios para lo que sea menester.         

  

domingo, 24 de marzo de 2013

RAIMON OBIOLS, EL HOMBRE QUE LEÍA DEMASIADO


Raimon Obiols es uno de los políticos catalanes más prestigiosos desde hace más de cincuenta años. Es una persona que afectuosamente podríamos calificar como «rara avis»: tiene una sólida formación intelectual, cosa infrecuente en esas alturas, una enorme preocupación por la cultura y una patológica pasión por la lectura, extraña en sus colegas de actividad pública. En cierta ocasión, en un debate parlamentario, Jordi Pujol le espetó a modo de censura: «Lo que le ocurre a usted es que lee demasiado»; Obiols le replicó: «Nunca lo suficiente». Por lo demás, nuestro hombre tiene una importante obra escrita; yo destacaría tres libros que, hoy por hoy, siguen teniendo una gran actualidad: «Los futuros imperfectos», «Catalunya oberta» y «Patria humana, globalización en el siglo XXI». Lo chocante del caso es que sus cofrades de partido, por lo general, no los han frecuentado lo suficiente y algunos ni siquiera los han leído en diagonal.  Vale la pena decir que, me consta, Obiols ha escrito de su puño y letra todos sus libros, lo que tampoco es frecuente en los dirigentes políticos que acostumbran a tener una serie de escribas sentados a su disposición: «es lo mínimo que se puede decir».

Precisamente «El mínim que es pot dir» es el título de su autobiografía. Todo un título tan austero como su mismo autor.  Es un libro de reciente publicación que me ha sorprendido gratamente porque más que una autobiografía al uso tiene, por así decirlo, un carácter marcadamente «coral». Por supuesto, es la autobiografía de Obiols pero, contrariamente a los cánones del género, el personaje central no aparece desmesuradamente y ni siquiera acompañado sino participando, como se ha dicho, «coralmente».

Tan sólo una cosa me ha sorprendido. No aparece en este libro, de 447 páginas, el nombre de Justo Domínguez. Y lo mínimo que se puede decir es que lo encuentro chocante. Justo Domínguez fue secretario general de UGT de Catalunya entre 1983 y 1990 y Obiols lideró el socialismo catalán entre 1983 y 1996; es decir, ambos dirigentes compartieron siete años dirigiendo, uno, el sindicato y el otro el partido. Así pues, nos quedamos sin saber, desde la óptica de Obiols, el carácter de aquellas relaciones entre el sindicato y el partido que, durante el mandato de Justo, significan en una discontinuidad; esto es, en la fatigosa búsqueda de la independencia del sindicato con relación al partido «hermano»: una situación que se ha ido consolidando en UGT, siendo Justo el que puso la primera piedra en esa construcción. Fueron, todos lo sabemos, unas relaciones conflictivas que terminaron con la salida de la escena del sindicalista. Con o sin relación con la ausencia de Justo en esta autobiografía tampoco aparece en la obra la gigantesca movilización catalana (también en toda España) del 14 de diciembre famoso. Lo cual no deja de ser, de igual modo, un tanto chocante. Y un tanto sorprendente porque Raimon Obiols ha sido, en mi opinión, el dirigente socialista catalán que ha tenido mayor sensibilidad social desde unas posiciones inequívocamente de izquierdas.

En todo caso, para un servidor ha sido un placer haber visitado la autobiografía del «hombre que leía demasiado». De aquel que respondió con un «nunca lo suficiente».  
           

jueves, 21 de marzo de 2013

EL 50 ANIVERSARIO DE CC.OO.


El año que viene se celebrará el cincuenta aniversario de Comisiones Obreras de Cataluña y, con toda seguridad, también en muchos lugares de España. En 1964 se constituyen formalmente las primeras estructuras, más o menos, informales que llamábamos coordinadoras en algunos sitios y en otros inter ramas. Pero la lucha venía de muy atrás y las primeras comisiones obreras (así, en minúscula), también. 

Nosotros hemos cultivado el «mito fundacional» de Comisiones Obreras situándolo en una mina asturiana, La Camocha, en enero de 1957. ¿Tiene sentido esta ab urbe condita? Claro que sí. Trataré de explicarme.

Hay abundante literatura historiográfica (en castellano y catalán, en inglés e italiano) que explican las luchas de los trabajadores españoles durante los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, sus formas de lucha y de coordinación de aquellas huelgas y movilizaciones. Todas ellas hablan, desde mediados de los cincuenta, de la emergencia de un nuevo movimiento obrero que, en cierta medida, se «ha refundado». En aquellas acciones colectivas hay ya experiencias muy sofisticadas en Cataluña y Madrid, en Euzkadi y Sevilla que anticipan lo que, más tarde (a partir del 64) será el código genético de Comisiones Obreras. La pregunta es, pues: ¿qué representa La Camocha? El reputado historiador Rubén Vega ha escrito abundamente sobre el particular y a ello me remito. El «mito fundacional» de La Camocha es el punto de inflexión entre la protohistoria de Comisiones Obreras y la nueva fase que anuncia La Camocha para el nuevo movimiento obrero. Es, al igual que Mozart, la condensación más acabada del periodo anterior y el heraldo de lo nuevo.

Fue una huelga larga decidida públicamente, esto es, no clandestina, apoyada masivamente por la ciudadanía asturiana, acompañada por amplias manifestaciones de masas. Su dirección es unitaria, su líder más popular es Casimiro Bayón, padre fundador del nuevo movimiento obrero español. Este es el mito no mito de La Camocha. De él se ha hablado largo y tendido: de su honestidad y combatividad, pero no se ha dicho lo que acompaña a esas dos virtudes, su sabiduría. Casimiro Bayón o el Mozart del movimiento obrero.

Y del «mito fundacional» (que no es mito) pasamos al cincuenta aniversario. Doctores tiene la iglesia para trazar el programa de los necesarios festejos. Por mi parte, me limitaré a hacer una sugerencia. Tal vez, una manera acorde con aquellos primeros andares de Comisiones Obreras sea la apertura de un debate sobre qué debe entenderse por esa «refundación del sindicato» que ha apuntado enfáticamente Ignacio Fernández Toxo.

Y mientras tanto les dejo, en homenaje a Bayón, lo que se dice en    Metiendo bulla: REVISITANDO LOS ORIGENES DE COMISIONES ...

viernes, 15 de marzo de 2013

DE MOVILIZACIONES, VICTORIAS Y LA IZQUIERDA



Primer tranco


En estos tiempos de tantas tribulaciones conviene recordar algunas obviedades como, chispa más o menos, dejó dicho Bertold Brecht.  Que viene a cuento por la sentencia del Tribunal europeo sobre el tema de las hipotecas. Ha sido una victoria que, aunque parcial, tiene su enjundia. Pero, ¿una «victoria» de quién? Especialmente de la presión sostenida de unos grupos que, consciente y solidariamente, se han enfrentado a todas las tropelías y en no pocos casos han impedido los desahucios;  un movimiento que ha ido llamando la atención de la ciudadanía sobre este problema gravísimo que, además, ha costado vidas humanas. A partir de ahí se ha ido  consolidando un movimiento horizontal que ha ido tomando cuerpo en los cuatro puntos cardinales de nuestra geografía hasta que finalmente ha estado presente en las grandes movilizaciones de masas de los últimos tiempos. Digamos las cosas con claridad: este movimiento ha puesto en ridículo a los partidos más influyentes que, gobernando desde el inicio de la democracia, han mantenido el estafermo legislativo de la Ley Hipotecaria que viene desde los tiempos de María Castaña.

Hay que celebrarlo. Hay que valorar esta victoria. Primero, porque lo es objetivamente; segundo, porque, desde esa celebración austera, es posible seguir avanzando y presionar –siguiendo la movilización--  para que el Gobierno no se haga el remolón o rehaga la legislación como, así las cosas, más le convenga a sus proveedores. Y, desde luego, para contagiar a la ciudadanía de un entusiasmo temperado (sobre todo, fundamentado) de que, cuando la fuerza unida y la inteligencia se aúnan en la acción colectiva de los movimientos, es posible avanzar y conseguir que lo que pide. Por ejemplo, para arropar con más empuje, si cabe, el proceso de tramitación en las Cortes de la ILP. 

Hoy he visto las primeras declaraciones de Ada Colau en diversos medios: chapeau !    


Segundo tranco


De esta unidad social de masas y de estos movimientos horizontales deben aprender las izquierdas políticas.

La primera consideración es: no hay una «gratuita relación» entre estos movimientos horizontales y un fortalecimiento orgánico y electoral de las izquierdas políticas. Pero podría ser que, quienes han estado distraídos –más bien roncando--  durante este proceso sean juzgados con una cierta severidad por la gente corriente y moliente con un sarcástico “¿ahora os despertáis?”. Y también podría ser que esa izquierda política combativa, que tesoneramente, ha estado dando el callo no reciba posteriormente un respaldo simétrico con relación a los esfuerzos realizados y a la parte de responsabilidad que le toca por esta victoria que hemos comentado más arriba. De ahí que se impone una reflexión en la «izquierda que ronca» sobre su lejanía de las necesidades del común de los mortales; también la «izquierda activa» precisa un serio análisis de cómo representar, más y mejor, a millones de personas, y concretamente de qué manera compartir diversamente –esto es, desde su independencia como fuerza política— el paradigma que defienden los movimientos sociales. Cosa que también le conviene a la «izquierda que ronca».

domingo, 10 de marzo de 2013

EN LAS CALLES DE ESPAÑA, HOY 10 de MARZO 2013



Homenaje a Luis Romero



Nuevamente las manifestaciones que se han desarrollado hoy en los cuatro puntos cardinales de España han concitado una amplia adhesión. A mi juicio lo más importante de todo ello es la continuidad de un proceso cuyas novedades se van consolidando: la magnitud de la protesta; la extensión a lo largo y ancho del territorio; el elevado nivel de unidad de acción de masas; la vinculación de la «cuestión social» con la exigencia de otra política económica; la confrontación contra la desforestación de derechos e instrumentos democráticos; y, por último, la explícita denuncia de la corrupción. Diríase, pues, que estamos hablando de la asunción explícita de la calidad de la democracia en nuestro país y, por primera vez, de la «cuestión moral». Que ya no es patrimonio de unas vanguardias, más o menos, extensas sino de amplias capas ciudadanas. Lo que todavía no aparece con claridad es, de un lado, la exigencia de elecciones generales anticipadas y, de otro lado, la contundente denuncia de la tinta del calamar que destilan las derechas catalanas en el govern para tapar sus políticas económicas (de igual gravedad que las del Partido Popular) con el ondear de la senyera

Otra novedad se va consolidando: la Cumbre Social como sujeto sociopolítico unitario que convoca la protesta de un tiempo a esta parte. Se diría que, en cierta medida, está representando algo así como los États généraux de todas las diversidades y subjetividades de esa red de movimientos. Estos Estados generales, sin ser la oposición institucional, son ya la oposición de masas en las calles y plazas del país, de esa «onda larga» de la que habla Antonio Baylos en el  artículo de hoy en su blog (1).

Sirva este ejercicio de redacción como cosa a tener en cuenta para quienes, de manera apresurada, se hayan apresurado a plantear su candidatura como albaceas de la muerte de la izquierda.


(1) CONTRA EL PARO Y POR LA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA




viernes, 8 de marzo de 2013

ÓRGANOS DIRIGENTES, PLURALISMO Y «REFUNDACIÓN DEL SINDICATO»


Primer tranco


En la autobiografía de Comisiones Obreras siempre se ha insistido en el carácter plural, primero, del movimiento y, después ya en libertad, del sindicato.  El pluralismo era un planteamiento sincero (ahora también) pero con una presencia francamente desigual. También fue una especie de señal que se orientaba a contradecir la acusación, que venía desde ángulos muy diversos, de «sindicato comunista». De entrada, vale la pena decir que dicha adjetivación no pareció importar –ni poco ni mucho--  al grueso de la afiliación que, antes y ahora, se inscribió en la organización. Los hombres y las mujeres del universo del trabajo entraban mayoritariamente en Comisiones Obreras por el testimonio de proximidad de quienes ya estaban afiliados en el centro de trabajo; porque, por encima de cualquier otra consideración, el hecho de afiliarse era un reconocimiento de la virtud de la gente de Comisiones. En todo caso, lo cierto es que –tanto la literatura oficial como en la oralidad del sindicato--  se entendió que, por lo general, el pluralismo se caracterizaba porque en las estructuras, a todos los niveles, participaban personas de diversa adscripción política.

Así las cosas, esta caracterización de la pluralidad quedaba referida a «lo político». Ahora bien, entender de esa manera el pluralismo chocaba con la naturaleza del sindicato como «sujeto social». Con lo que los términos de ese polinomio estaban desajustados entre sí.  Aquí, sin embargo, vale la pena constatar que, incluso desde esa forma de entender el pluralismo, Comisiones Obreras fue conquistando gradualmente su independencia sindical. Es más, dirigentes de gran prestigio, señalados como militantes de alta responsabilidad política en el comunismo español (Cipriano García y Angel Rozas en Cataluña, Fernando Soto y Eduardo Saborido en Andalucía, por no hablar del buque-insignia Marcelino Camacho) fueron los que abrieron el itinerario de la independencia de Comisiones Obreras, incluso con roces y encontronazos en su partido. Lo que no quita que se siguiera considerando, como se ha dicho más arriba, que el pluralismo se entendiera como coparticipación en las estructuras de militantes de diversas formaciones políticas. Es más, que se consolidara la práctica de que los partidos eran huéspedes permanentes, porque sí, en las diversas estructuras de Comisiones Obreras. Algún compañero ha definido esa situación de una manera descarnada: «parasitismo político», viéndose esta expresión como mera metáfora de ese hospedaje permanente.   

No quiero eludir responsabilidades en esta historia: yo también he caído en esa práctica que lo único que garantizaba era la salida aparentemente feliz de cada congreso, pero que –al día siguiente—volvía a reproducir los problemas que no había resuelto el Congreso.  



Segundo tranco


De un lado los grandes cambios que se han producido en los aparatos productivos, en la morfología del trabajo y en la composición de las clases trabajadoras; y –de otro lado— la exigencia de Ignacio Fernández Toxo a «repensar el sindicato, el trabajo y la democracia», requieren una nueva reflexión de lo que hoy, y a partir de ahora, deberíamos entender por «pluralismo».  En concreto, ¿cómo representar a esos millones de personas que tienen contratos precarios para defenderlos adecuadamente mientras están en esa situación y cómo tutelarlos para que salgan de ella?

Ya lo hemos dicho: los trabajadores tienen un nexo común que es social, que les une, que no es político-partidario, que los separa. De ahí que el sindicalismo deba ser la expresión organizada de ese nexo común. Ahora bien,  ese vínculo (repito, social) también atraviesa las diversidades y subjetividades de las distintas condiciones para el trabajo y de trabajo y, en este contexto de aguda crisis económica, a millones de trabajadores en desempleo.  

Estas condiciones están variando en función de los cambios tecnológicos y de la gigantesca innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. A partir de ahí es preciso enhebrar el siguiente discurso: a) estas nuevas situaciones, detrás de las cuales hay personas de carne y hueso, necesitan que el sindicato las represente; b) ese «sindicato que las represente» debe orientarse a que sus órganos de dirección (o sea, esta representación sindical) tengan el pluralismo social que expresan tantas diversidades y subjetividades. 

O lo que es lo mismo: necesitamos una aproximación a toda esa miríada de situaciones diversas, dentro y fuera del centro de trabajo, para proceder a estructurar el nuevo «pluralismo social» que debería presidir la personalidad del sindicato que se va «refundando» en el camino y, de ahí, a la composición de los órganos de dirección a todos los niveles.


Antecedentes de este artículo  

 

LA «REFUNDACIÓN DEL SINDICATO»

 

INSISTIENDO EN LA «REFUNDACIÓN DEL SINDICATO»

 

SINDICATO, TRABAJO Y DEMOCRACIA

     

lunes, 4 de marzo de 2013

QUERIDO JOSEP FONTANA


 Les ruego que lean, y también que vuelvan a hacerlo, la entrevista que Ernest Alós le ha hecho al maestro Josep Fontana.  Por razones de espacio en el blog la titulé  Josep Fontana al aparato. Yendo por lo derecho, diré que yo veo las cosas de otra manera. Es más, saco la conclusión de que --tras una aproximadamente certera radiografía de la situación--, el maestro se desdibuja en algo que tiende no sólo al pesimismo, que sería lo de menos, sino a la impotencia. Aunque, a fuer de prudente, diré que un servidor haya hecho una lectura muy picajosamente subjetiva.

 

Yo veo las cosas de la siguiente manera: de un lado, el neoliberalismo está haciendo desaguisadamente unos enormes estragos en la condición concreta de millones de personas, en sus derechos sociales y políticos, en el conjunto de la economía, en la política; de otro lado, no pasa un día en que se desarrollen potentes y masivas movilizaciones de masas en respuesta a tales desafueros. Si lo primero es un dato (la agresión del neoliberalismo), lo segundo –la presión sostenida en su contra--  también lo es. Sin ir más lejos, hay dos ejemplos recientísimos: uno, las gigantescas movilizaciones portuguesas, convocadas por Que se lixe a traoika; dos, millones de grillisti italianos, que –sean cuales fueren las intenciones de su cabeza visible— expresan claramente cambios profundos en la política italiana. No hablo de Bulgaria porque sólo tengo las referencias de la prensa. Y no insisto, por sabido, en el ininterrumpido proceso de movilizaciones españolas.

 

El maestro Fontana acostumbra a decir que, en contra de lo que sucedía hasta antes de los años setenta, los poderosos ya «duermen tranquilos», que ahora las movilizaciones de masas «no intimidan». Este planteamiento puede ser gratificante para una cierta alma de la izquierda mustia, pero es tan subjetivo como si yo afirmara la tesis contraria. Porque, en mi caso, estimo que no duermen muy «tranquilos» frente a tanta contestación social y tanta impugnación de la política instalada. Por ejemplo, veamos estas lucecitas: durante mucho tiempo hemos clamado contra el silencio de la ciudadanía ante la corrupción; sin embargo, nadie podrá negar que hoy existe una evidente relación, claramente explicitada, entre la cuestión social y la mugre de la corrupción. Otro ejemplo, también hasta hace poco la centralidad estaba en la política que se hacía en los Palacios; hoy, por el contrario, está en la calle. Son, claro que sí, «lucecitas»… Que antes no existían. Que nadie eche las campanas al vuelo festivamente, pero que nadie toque a muerto.

 

Sobre el artículo del maestro Fontana meditaba ayer durante la manifestación que recorrió mi ciudad, Pineda de Mar en defensa de la escuela pública, laica, gratuita y contra los recortes. Centenares de personas recorriendo el pueblo (la mayoría con las camisetas amarillas), tras una pancarta y una banda de música, que interpretaba bulliciosamente --creo recordar— un vals de Dmitri Shostakovich. A destacar que la gente salía a los balcones y aplaudía a rabiar a los manifestantes. Un servidor meditaba …

… para quitarme del mal sabor de boca que me había dejado el maestro Fontana. Y me interrogaba, como hace mi amigo Francisco Prado Alberdi ante la lectura del muy recomendable libro de Fontana El futuro es un país extraño, sobre cómo construir cotidianamente ese «país extraño» o, si se prefiere, esa «ciudad del trabajo y del saber».

Esto es, cómo meterle el diente a ese proyecto, siempre permanente y siempre inacabado, de la «refundación del sindicato»; de qué manera reformar toda la anatomía de las izquierdas; cómo articular una relación entre los movimientos sociales y las izquierdas, basada en la igualdad y en la diversidad de esos sujetos; de qué manera construir un proyecto de sociedad activa e inteligente.  Como es de cajón, todavía estaba meditando sobre la «refundación del sindicato» cuando llegamos al final de la manifestación. Pero volviendo a casa me dije: es sobre estos procesos donde cabe la hipótesis de construir ese país extraño.

Querido Sísifo, ya lo sabes: otra vez te toca subir la cuesta. Te envidio porque cada vez que bajas, te vuelves a levantar.   


P/S. Agradezco la foto (Cuarto Congreso confederal de CC.OO.) que es una gentileza de Alberto Torres. 

            

 

     

 

 


domingo, 3 de marzo de 2013

RESPONSABLES DEL AUSTERICIDIO CATALÁN


«Ya no estamos en campaña; es el momento de decir lo que de verdad pensamos», así habló Zaratustra, digo, Jesús Aguirre, portavoz del Partido Popular en la Comisión de Sanidad del Senado. Digamos, pues, que el caballero Aguirre recuerda a su partido lo que, en buena medida, está asaz repartido en la política instalada: las promesas electorales son, así las cosas, palabras de quita y pon. Así parece entenderlo la dirección de Esquerra Republicana de Catalunya, cuyos movimientos sinuosos se orientan en la misma dirección: de nuestras promesas electorales y de su capa hacen un sayo vetusto.

Prometió el oro y el moro con relación a impedir recortes y privatizaciones, pero ahora hacen lo que «de verdad» pensaban, vale decir, mirar para otro lado. Como Júpiter Tonante clamaron contra la corrupción, pero ahora su mirada estrábica les impone un compadrazgo de vieja escuela: por segunda vez han impide la comparecencia de Artur Mas en el Parlament de Catalunya para que hable de las (probables) implicaciones de Convergència Democrática de Catalunya, el partido mayoritario en el gobierno catalán, en el caso Palau. ERC hace un juego político que recuerda las picardías benedictinas: no se sabía si aquel abad impedía que sus frailes fumaran mientras rezaban o que rezaran fumando.

Hay escribidores que afirman que ERC le está marcando el paso a Convergència i Unió en las tareas de gobierno. Digámoslo claro es una banalidad de banalidades. La cosa tiene otra naturaleza. Se trata de un pacto entre Esquerra y CiU: los convergentes aplican a su antojo la gobernabilidad cotidiana de las cosas de comer en Catalunya (recortes y privatizaciones, privatizaciones y recortes) con la mirada distraída de Esquerra y ésta aprieta en el calendario del «derecho a decidir» la operación soberanista. Así pues, para Esquerra el París del soberanismo bien vale la misa del austericidio catalán.  Y es que, en el fondo del fondo, ambas formaciones políticas han intuido lo que La Boétie escribió –se dice que a sus dieciocho años— sobre la «servidumbre voluntaria». Una servidumbre que desde arriba se quiere consolidar por parte de Esquerra, justo cuando su primer dirigente declara bombástica y cínicamente que «si Artur Mas da toda la culpa al gobierno de Madrid, nosotros apoyaremos el presupuesto sea el que sea».

En definitiva, todo está subordinado a la Ciudad del Sol de la «independencia»; todo se remite a un hipotético «mañana». Pero como el camino es largo puede que incluso surjan legiones de grillos y, entonces, habrá quien se eche las manos a la cabeza. ¿No será, así las cosas, que en la política oficial hay un considerable cacho de antipolítica?  Quedan ustedes avisados.