sábado, 6 de octubre de 2012

LA VIOLENCIA DE LOS PODERES PÚBLICOS Y PRIVADOS



La violencia de los poderes públicos y privados recorre impunemente España.

Se trata de la violencia del poder privado empresarial llevando a cabo una oleada de despidos: toda una auténtica y silenciosa reestructuración, que no está siendo suficientemente percibida, puesta en marcha con independencia de la situación económica de la empresa en cuestión.

Se trata de la violencia del mando político hacia las fuerzas policiales para que conviertan el conflicto social en batallas campales contra los manifestantes. Y se trata, también, de una novísima violencia verbal –en concordancia con lo anterior--  no sólo de tertulianos que transforman la palabra en eructo sino de dirigentes políticos e, incluso, responsables institucionales.

Un autorizado portavoz del Partido Popular que insulta desvergonzadamente a un juez y, horas más tarde, pide excusas. Y ahora, la guinda espeluznante de un alto cargo, en los aledaños del gobierno, un tal Castelao Bragaña. “Las leyes, como las mujeres, están para ser violadas”. No estamos ante un jovenzuelo de biografía lampiña, sino ante un caballero maduro de pelo plateado que, a buen seguro, está suficientemente entrenado para lanzar regüeldos de esta naturaleza. Que es políticamente más grave que el ya famoso “¡que se jodan!” de la diputada por Castellón.

Que este energúmeno de Castelao Bragaña haya sido cesado resuelve a medias el problema si no es llevado a los tribunales por apología de la insurrección a las leyes. Todo indica que, sin embargo, se irá de rositas y, con toda probabilidad, acompañado de piropos al estilo de “un par de cojones” y algún que otro homenaje submergido. Si eso lo hubiera dicho alguien de izquierdas le hubiera caído encima el diluvio universal.

¿No habrá alguna entidad que lleve a los tribunales a este déspota?

Ay, si yo estuviera en forma desarrollaría las conexiones entre la violencia de los poderes privados y la violencia termidoriana que, impunemente, pasea su insolencia antidemocrática por los cuatro puntos cardinales. 


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