viernes, 28 de septiembre de 2012

DE LA ESTRATEGIA SINDICAL



El 3 de octubre participaré en la presentación del libro de Antonio Baylos ¿Para qué sirve un sindicato? [La Catarata, 2012].  El evento será en Palma de Mallorca, organizado por el prestigioso Ateneu Pere Mascaró.  Ni qué decir tiene que tanto la aparición del libro como su presentación son de una enorme oportunidad dada la densidad y diapasón de la cuestión social.

En esta entrada voy a explicar qué tesis desarrollaré en mi intervención, prometiendo que posteriormente les daré una reseña lo más completa posible del acto que es tanto como rendir cuentas a Antonio Baylos que no podrá asistir muy a su pesar. Vamos a ello.

La movilización contra la reforma laboral tendrá lo más seguro un largo recorrido. Así lo creo a pies juntillas o, como se dice en Parapanda, a puño cerrado. Ahora bien, ese itinerario sólo podrá ser exitoso si el sindicalismo confederal se introduce plenamente como sujeto-conflicto (lo que presupone su condición de sujeto contractual) en el actual paradigma post fordista. Es a saber, mediante un proyecto –el programa que se organiza— en el contexto de los gigantescos cambios del nuevo estadio de la innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios en esta etapa, ya sin retorno, de la globalización. Lo que inexcusablemente significa que los instrumentos de la representación del sindicalismo confederal sean de naturaleza global desde el centro de trabajo. Entiendo que, de esta manera, se podrá despejar la interrogante que Baylos plantea en su ya afamado libro.

Lo más seguro es que, en mi prédica, reincida en la necesidad de que los sindicatos empiecen a hablar de crear las condiciones para que gradualmente se vaya concretando la unidad sindical orgánica.   

En mi intervención utilizaré, entre otras, las siguientes referencias: las reflexiones que propone Luciano Gallino en su libro La lotta di classe dopo la lotta di classe [Laterza, 2012], el propio libro de Baylos y el utillaje que Bruno Trentin nos proporciona en  LA CIUDAD DEL TRABAJO .  Por cierto, me ha dicho el amigo Carlo Ghezzi, presidente de la Fondazione Giuseppe Di Vittorio, que se ha traducido al francés el libro de Trentin. Rodolfo Benito, a su vez, a través de la Fundación Primero de Mayo me ha prometido publicar la versión castellana dentro de poco. Palabrita del niño Jesús.           



martes, 25 de septiembre de 2012

NUEVO CICLO EN CATALUNYA



El 25 de noviembre hay elecciones en Catalunya. En realidad la cosa estaba cantada. Se abre ahora un periodo totalmente nuevo en la reciente historia de Catalunya y, por extensión, en toda España. En este contexto nuevo veremos hasta qué punto las voces de las izquierdas son capaces de alzar la voz y situar la cuestión social en el lugar que le corresponde o, si por el contrario, todo el problemón de la situación personal de centenares de miles de familias se queda, para las izquierdas, en una especie de suspiros y sólo de lamentaciones.

Se sobreentiende que cada formación política planteará su programa electoral. Así que ya iremos viendo si se va por la senda de llamar pan al pan y vino al vino o si unos y otros se disfrazan de metáforas para no infundir excesivas sospechas. Por lo tanto, tendremos ocasión de ver la claridad o borrosidad de los programas, habiendo tomado nota las formaciones mayoritarias de la novedad de las movilizaciones de masas censurando el fraude de los programas electorales que posteriormente no sólo no se cumplen sino que se hace justamente lo contrario.

Convergència i Unió, Esquerra Republicana e Iniciativa están por la consulta para que se decida qué quieren los catalanes, esto es, si un Estado propio o qué.  Ahora bien, en cada programa debería figurar con claridad no sólo el derecho a decidir sino qué planteamiento particular hace cada formación. La izquierda no puede escamotear lo que ella propone de manera concreta: si la permanencia en el Estado español o la separación.  O sea, se acabaron los antifaces.  

lunes, 24 de septiembre de 2012

Catalán, español, europeo, ciudadano del mundo global, pero no nacionalista de ninguno de tales ámbitos, del último en todo caso




 Isidor Boix

Así es como me siento y parece que lo que está pasando obliga a afirmarlo. Quiero empezar manifestando, querido José Luis,  mi positiva sorpresa no sólo por tu blog y lo en él manifestando al respecto, sino por lo expresado, en un ámbito menos público, por amigos catalanes de izquierdas con un talante claramente catalanista, pero que después de este 11 de septiembre de 2012 sienten la necesidad de expresar su distancia de un fundamentalismo que parece extenderse, o de legítimos sentimientos manipulados o capitalizados por CiU.

Las dos guerras mundiales, las crisis de los Balcanes, la Liga Norte de Italia, las extremas derechas de Francia, Holanda, Austria, Finlandia, …, ETA más cerca, son expresiones del superior valor que sectores de los pueblos afectados parecen atribuir a los colores de un trozo de tela convertido en bandera, que a la vida de una o de miles de personas, o a los idiomas más como instrumento de confrontación que de comunicación.

Entristece viendo como se desprecia o menosprecia al diferente, nacido en otros puntos de España, o en otro país, al de distinto color y/o religión, al que incluso se le atribuye la responsabilidad de nuestros males individuales o colectivos. Una fácil solución que estimulan precisamente algunos de los responsables de estos males o de la incapacidad para hacerles frente colectiva y solidariamente.

Y todo ello en el mismo momento de las dramáticas manifestaciones del fundamentalismo islámico en la supuesta defensa de sus respetables mesías, religión y tradiciones, que dicen agredidos por un video o unas caricaturas. O de las masivas manifestaciones en China, no en defensa de las libertades del pueblo chino, sino de unos islotes como nuestro Perejil, agrediendo a los símbolos del pueblo nipón y a ciudadanos y empresas niponas en suelo chino. En definitiva, de nuevo los fundamentalismos como cortinas de humo que ocultan muy serios problemas individuales y colectivos de los pueblos.

Y como de sentimientos se trata, me permito referirme a los que me llevan a estas reflexiones  y actitud. Son resultado supongo de la formación recibida de mis padres, de las escuelas y de la vida, entre ellas de lo vivido en los distintos puntos de España en que he residido, Barcelona y Madrid principalmente, pasando por París y Leipzig. Y de lo que creo haber aprendido en mi trabajo sindical que me puso en relación directa, sobre todo desde 1970, con trabajadores de numerosas empresas, primero de Cataluña, después de España, y más recientemente de países del Este y del Oeste, del Sur y del Norte, de nuestro mundo cada vez más pequeño, más global.

Habiendo comprobado la existencia de intereses corporativos de país y las dificultades para la síntesis solidaria de los mismos en ámbitos más amplios, como debería ser, como es, la responsabilidad de las organizaciones sindicales supranacionales, entristece ver como algunas de nuestras organizaciones sindicales parecen estar reduciendo el ámbito de la solidaridad, y por tanto de la acción sindical y de la negociación colectiva, a parcelas más reducidas, contribuyendo a alimentar las cortinas de humo a que antes me refería.

Querido José Luis, sólo quería dejar constancia de mi posición en confusos momentos como los actuales acogiéndome a tu blog, un tan interesante espacio de intercambio de ideas y de reflexión.  


GLOBALIZACIÓN, NACIONALISMOS Y EL PODER EMPRESARIAL




Leemos en la prensa de hoy que FIAT amenaza con marcharse de Italia si el gobierno no le afloja el parné.  Curiosa postura la del neoliberalismo rampante: estoy en contra de las subvenciones excepto de las mías. Quiere un estado mínimo pero no hasta el punto de que su pequeñez redunde en el desfavorecimiento de la gran empresa, en este caso el gigante FIAT. Más todavía, si esta empresa no despega en este mundo de la reestructuración-innovación de los aparatos productivos en el paradigma de la globalización, ¡tiene que ser el Estado-nación quien le saque las castañas del fuego!

Muchas son las capacidades de intimidación de la empresa transnacional hacia el Estado-nación. Me voy porque la legislación del país que me acoge me concede el oro y el moro. Me largo porque las políticas fiscales del país que me recibe son como el agua de mayo. De ahí que los procesos de deslocalización agresiva representen también una feroz competencia entre estados. Y, en cierta medida, compartidos por ese tipo de sindicalismo –no digo con entusiasmo, pero sí con resignación-- que se empeña en encerrarse en sus fronteras.

Estoy seguro que el sindicalismo global que representan la CES y la CSI están al tanto del asunto, aunque visiblemente necesario que den mayor visibilidad a las alternativas que tienen sobre estos problemas. Y por no dejarme nada en el tintero, diré que la izquierda (política y social) que no empiece a encarar esta situación --peor todavía, que se enclaustre en sus jardines históricos— tiene cantado de antemano su Réquiem por los servicios prestados antaño, no por los de hogaño. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

UNA OBSERVACIÓN AL CONGRESO DE CC.OO.



Homenaje a Simón Rosado



El próximo congreso de Comisiones Obreras será posiblemente el más importante que se haya celebrado a lo largo de su historia, hecha la excepción del primero que fue el que construyó la casa. Lo será por la trascendencia del momento de una crisis económica económica que está haciendo tantos estragos; también, y sobre todo, por el indisimulado ataque, que no tiene precedentes en la democracia española, al poder contractual del sindicalismo confederal y a las conquistas en importantes parcelas del Estado de bienestar. Es un ataque en toda la regla a la misma personalidad del sindicalismo que no quiera ser un sujeto cooptado por los poderes económicos y por la derecha termidoriana.

He leído los documentos con especialísima atención. Es lo normal en un viejo sindicalista. Y es lo obligado –como derecho y deber, simultáneamente— en quienes están implicados en el proceso precongresual. Digamos que el primer acto participativo está en el momento en que, íntimamente, cada sindicalista se recoge en la mesilla, lee (nunca en diagonal) los documentos y apunta en la libretilla sus observaciones para comentarlas ecuménicamente.

Me permito una observación a los documentos congresuales: tengo la impresión de que existen demasiadas prioridades. Posiblemente porque son muchos los problemas a los que es necesario responder. Ahora bien, muchas prioridades –especialmente cuando no están en un claro orden de prelación--  se anulan las unas a las otras. Y como se diría en Parapanda: muchas prioridades equivalen a ninguna.

A mi modo de ver, la prioridad del sindicalismo confederal está en estrecha relación con lo más substantivo de su función, aquella que –por lo demás—le coloca en las mejores condiciones para ser más fuerte con carácter estable.

Pues bien, si convenimos que la principal función del sindicalismo es la negociación colectiva –la que desde ahí nace su utilidad, fuerza estable y proyecto básico; si convenimos que ese poder contractual es el más atacado por las medidas contrarreformistas, parece claro que esa es la prioridad. Por supuesto, la prioridad no implica el abandono de otras cuestiones, pero la prioridad quiere decir claro ordenamiento de las preocupaciones y, fundamentalmente, que en ella se ponga el acento central de las decisiones del Congreso.

Así las cosas, si el gran acontecimiento congresual no define con claridad qué hacer en el campo del poder contractual se corre el riesgo de celebrar un congreso rutinario. Se establecería una disfunción entre el mayor ataque a lo substantivo del sindicalismo y lo que se decide en tal evento.    

viernes, 21 de septiembre de 2012

CUANDO EL CINCO POR CIENTO SE CONVIERTE EN NUESTRO CIEN POR CIEN


Homenaje a Giuseppe Di Vittorio



Siguen las Conversaciones sobre Catalunya


Queridos Carlos Arenas y Javier Aristu:


Algunos amigos, ciertos conocidos y saludados de diverso pelaje  nos achacan a los tres que hemos puesto toda la carga de nuestras observaciones críticas en la responsabilidad de las izquierdas a lo largo de nuestro debate. Es decir, que casi hemos marginado y exculpado a las derechas carpetovetónicas y catalanas en todo esta fenomenal zahúrda en la que nos encontramos. Les dije a nuestros interpelantes que –más allá de los contrastes que tenemos entre nosotros— no era esa nuestra intención. Les sugerí que abandonaran esa costumbre snob de leer en diagonal, que es una costumbre pija muy extendida. Pero, intrigado por tales observaciones, volví a leer toda nuestra conversación. No veo que hayáis exculpado a las derechas, ni tampoco es mi caso. Es más, entiendo que –desde ópticas no siempre coincidentes— nos hemos decantado por los consejos de Giuseppe Di Vittorio que, como sabéis, es el padre, el hijo y el espíritu santo: el padre, porque creó el sindicalismo italiano de nueva planta; el hijo porque fue crucificado por Togliatti, aunque no esperó el tercer día para resucitar; y el espíritu santo porque iluminó el movimiento de los trabajadores.

Cuando el sindicato de Di Vittorio, la CGIL, perdió las elecciones en la Fiat en 1955 todos le echaron la culpa a los Agnelli y a los otros sindicatos. Di Vittorio –una vez más enfrentado a su partido, el PCI— dijo en una asamblea multitudinaria, más o menos, lo siguiente: supongamos que ellos tienen el 95 por ciento de la culpa de nuestra derrota; pues bien, ese cinco por ciento que nos afecta a nosotros se convierte en nuestro cien por cien.   Captaron el mensaje y aquella derrota fue la base del resurgimiento de la CGIL. En definitiva, hay situaciones en que el cinco por ciento se convierte en el cien por cien.

Bien, queridos amigos, todo indica que en breve se anticiparán las elecciones en Catalunya. Posiblemente será tras las elecciones vascas y gallegas. De momento, excepto Convergència i Unió, todas las formaciones políticas andan tartajeando. Ya veremos qué planteamiento hacen las izquierdas. Es decir, en qué prioridad sitúan la cuestión social. Por cierto, también podremos ver hasta qué punto los convergentes hablan meridianamente claro o siguen recurriendo a las metáforas.

Por último, sería interesante que, en toda esta conversación, pudiera intervenir el amigo Josep Maria Fradera, un reputado historiador aproximadamente maldito para los nacionalistas.  Pocos como él han escrito sobre el filisteísmo de la burguesía catalana del siglo XIX.

Postdatilla. Querido Carlos, un servidor llegó a Mataró el 5 de agosto de 1965. O sea, cuando tú viniste a estudiar a Barcelona, a principios de los setenta, ya me había echado un par de novias en la capital del Maresme.  Años más tarde apadriné, en clandestinidad, el ingreso de Josep Maria Fradera en el PSUC, a quien llamábamos cariñosamente Pepis.        

jueves, 20 de septiembre de 2012

De Catalunya, Andalucía y la diversidad de capitalismos en España




Respuesta agradecida a José Luis López Bulla en 3. UNA CONVERSACIÓN SOBRE CATALUNYA


Carlos Arenas Posadas

Querido José Luis:

Aunque no lo escribí yo, hago mío el contenido de las líneas que aparecen en la entradilla a mi intervención en el blog que titulé “la burguesía nos conduce al paraíso”. En ella se ponía de mi cosecha que cuando oigo nación, nacionalismos, los nacionales, se me desestabilizan los nervios. Convendrás conmigo que, sin otros matices, algún tipo de prevención y miedo producen esos términos, y a la historia me remito. Son términos que encierran un más o menos soterrado grado de exclusividad, de privilegio, de violencia; legitiman con ideales holísticos, intereses muy particulares. Y no lo digo porque lo haya leído; también donde vivo abomino de un nacionalismo menor, de vía estrecha, pero no menos retrógrado y potencialmente agresivo: el sevillanismo.

Yendo a los matices, me hablas de otra Cataluña, de otros catalanes. No hace falta que me convenzas. Te contaré: yo obtuve la licenciatura de Historia en la universidad de Barcelona, allá por los primeros años setenta. Formaba parte de un grupo de estudiantes sevillanos y andaluces que escapábamos de la “burricie” de las universidades locales. Como  alumnos libres que éramos, sólo acudíamos a los exámenes; un tiempo más que suficiente para aprender mucho, sin embargo. De la mano de nuestro amigo y profesor de aquella Carlos Martínez Shaw tuvimos largas charlas con profesores como Fontana, Nadal, Termes, con Manolo Vázquez Montalbán, con dirigentes del PSUC, de Bandera, de CCOO, de las asociaciones vecinales de Tarrasa, Sabadell, Hospitalet, etc. No he aprendido en mi vida tanto en tan poco tiempo. Eran una bocanada de aire fresco la que recibía por la amplitud de sus análisis, y también un ejemplo vivo de algo que faltaba en el sur: coraje cívico. Transmitían algo que a nosotros nos parecía lejano: que era posible acabar con el régimen, que un estado de libertad plena e igualdad social era posible. Tú estarías ya por allí, y hasta es posible que nos presentaran.

Hace años que una hija mía emigró como tú a Barcelona; como tú está plenamente integrada en la sociedad catalana, o por lo menos en esa parte de la sociedad catalana que mira más a las personas que a las banderas.  Voy de vez en cuando a visitarla y aún busco en el ambiente de la ciudad, en sus gentes, una parte de lo que entonces había experimentado.  Qué te voy a decir que no sepas: me resulta cada vez más difícil encontrarlo. Este verano, además, he pasado diez días  en el Alto Bergadá, junto a los Pirineos. No he disfrutado del calor humano que percibía hace cuarenta años en Sabadell o en Cornellá; sí, en cambio,  he percibido rechazo (rechazo o falta de respeto que según me dices tú también percibes de algunos nacionalistas. Esperemos que todo acabe ahí). Muchos balcones exhibían señeras estrelladas; para ellos ya no es la sociedad libre e igualitaria la que se aproxima, sino la independencia.

¿Qué ha pasado para que los herederos de los antiguos carlistones se hayan integrado en la vanguardia de la sociedad catalana otrora abierta y liberal?¿Era a esta “llibertat” a la que cantaban Serrat, Raimon, Pi de la Serra o Lluis Llach? Las razones del cambiazo del gato por liebre las explicas tú perfectamente en la repuesta a Javier Aristu: en última instancia, la fragmentación deliberada de las clases trabajadoras típica de una sociedad postindustrial ha diluido como un azucarillo los intereses comunes y el pensamiento de clase propios de las izquierdas de raíz marxista. El vacío ha sido aprovechado por el ideario nacionalista convertido en un fenómeno transversal debido a la crisis y sus efectos colaterales: el déficit fiscal, el desempleo, la pérdida de la cantidad y de la calidad de vida de las clases medias. No se revoluciona tanto el que no tiene nada como el que lo ha tenido y lo pierde.

Por eso, la impresionante marea humana del día 11, aparcó en parte los viejos esencialismos culturales y políticos sobre la naturaleza de Cataluña, la nación sin Estado, el derecho a decidir, etc., para tomar por los cuernos la problemática económica, entendida por muchos de los asistentes como agravio respecto a España, y por otros, ya sin tapujos, como el fin de un camino para el capitalismo catalán; el fin de lo que podemos llamar una estructura de acumulación “a la española”. Por eso, me parecía, que muchos de los asistentes a la manifestación hacían seguidismo de una estrategia no tanto nacional como capitalista; especialmente hiriente en los casos de Iniciativa, los sindicatos y la fracción del PSC que, como los socialdemócratas alemanes votando las propuestas “über alles” de Merkel, aplaude las ideas de Artur Mas sobre norte y sur, sobre cigarras y hormigas.

He dicho capitalismo catalán. El maestro Jaume Vicens Vives decía allá por los años sesenta del siglo pasado que España estaba dividida en cuatro “polos” económicos: el norteño (sic), el castellano (capital Madrid), el catalán y el andaluz. Han pasado muchas cosas desde entonces, entre otras que hay suficiente conocimiento científico para, con los mismos argumentos de Vicens, llamar capitalismo a lo que él llamaba “polo”. Como todo capitalismo, cada uno de esos, presenta características comunes –la propiedad privada de los medios de producción; una distribución del producto social favorable a los tenedores del capital; la misma voluntad de  legitimar la distribución desigual del producto, etc.-, pero también sensibles diferencias enraizadas en específicas relaciones sociales, en especificidades geográficas, históricas y culturales. Entenderíamos mejor la historia de España, si en vez del traumático discurso sobre naciones, nacionalidades, autonomías, regiones, la unidad de destino en lo universal, etc., enfocamos con esta óptica nuestro pasado y nuestro presente.

De todos los capitalismos españoles, el capitalismo andaluz es el más antiguo; existía ya cuando en Cataluña o en el País Vasco se pagaban censos feudales y se destripaban terrones; no se trata de ninguna vanagloria, sino de todo lo contrario. Ha sido y en parte sigue siendo un capitalismo de profundas raíces señoriales, aristocráticas, de señores antes y señoritos o aspirantes a serlo después. Los señores han mantenido ocioso o restringido en pocas manos el capital físico, humano, social y político; era y es la garantía de su poder. Con esos mimbres no se puede llegar muy lejos. El capitalismo catalán, dicho de forma breve, se ha cimentado por el contrario sobre un reparto más equilibrado del capital entre la población; ha conformado una masa crítica de agentes económicos que han permitido a Cataluña estar en las primeras posiciones a la hora de medir el éxito económico y social.

Pero todo capitalista, por el hecho de serlo, ocupa mercados de otros, acumula su capital extrayendo riquezas de otros lugares, empobreciéndolos. Como sabemos, lo de los balances equilibrados  entre economías que se especializan en aquello para lo que tienen ventajas comparativas es una patraña. Los capitalismos diversos existentes en España han competido (y a veces guerreado) entre sí para hacer favorables las relaciones de intercambio entre sus respectivas mercancías. El éxito catalán a lo largo de la historia, como el madrileño o el vasco, no sólo ha sido el resultado de su modalidad de capitalismo sino también del flujo de rentas producido por esos intercambios ventajosos, por la captación de recursos ajenos (entre otros, un millón de emigrantes a los que sacó de la miseria es verdad pero de los que obtuvo también sus buenas plusvalías), por la habilidad de su burguesía para que el Estado español (¡) construyera las reglas del juego que las beneficiara en detrimento de otras burguesías, de otros territorios. La señera (como antes el generalato para los terratenientes andaluces) ha servido y sigue sirviendo como arma arrojadiza en esa estrategia de búsqueda y captura de rentas por parte de sus élites económicas.  

Eso ha sido la estructura de acumulación de capital “a la española” que ha servido a los capitalistas catalanes hasta hoy. Hoy, Artur Mas, como Moisés, se dispone a conducir al pueblo catalán separando las aguas del Mar Rojo, con el argumento de que el capitalismo catalán necesita un giro sistémico una vez que, dicho brutalmente, ha exprimido todo lo posible el limón español, o que ha encontrado un importante rival que devora rentas ajenas, como es el capitalismo financiero instalado preferentemente en Madrid, al que hay que compensar por sus excesos. Las muletas estatales con las que antes contaba ya no existen o están inservibles debido a la globalización, y ya que hay que competir en mercados abiertos, cualquier derecha liberal, y la catalana lo es, necesita acumular para competir, abaratar costes y reducir gastos sociales, especialmente si los beneficiarios se encuentran fuera de la nación. Como no va a poner dinero  de su bolsillo vía impuestos como atinadamente dice Lluis Casas, los recortes sociales practicados por la Generalitat  son justificados mediáticamente por el déficit y utilizados torticeramente para cargar contra las esquilmadas cigarras del sur, para alimentar el victimismo de la sociedad catalana y sus deseos de romper con España que es lo que se quería demostrar.

Previamente  a romper la estructura de  acumulación castiza  “a la española”, el capitalismo catalán  necesita presentarse ante el mundo sin ataduras fiscales y con las prometidas inversiones estatales satisfechas. Como ni uno ni lo otro, los agravios se suceden desde  hace unos pocos años, desde que la crisis financiera se cebó con todos. Como historiador me molesta, se comprenderá, que la memoria de agravios tenga tan poco recorrido. Si es por agravios ahí van algunos ejemplos andaluces que vienen de lejos.  A finales del siglo XVIII Andalucía pagaba en impuestos el 41 por ciento de lo que ingresaba  la corona de Castilla, cuando la población andaluza de entonces era el 24 por ciento del total. Desde que existen estadísticas fiables a finales del siglo XIX hasta la actualidad, la inversión pública en Andalucía se ha mantenido en torno al 15 por ciento del total español, dos o tres puntos porcentuales menos de lo que le correspondería por superficie, y hasta cinco puntos menos de lo que correspondería por población. Alguien se llevaría la diferencia.  Si ponemos el tope justo en el 17 por ciento, recuerdo que el INI dedicaba a comienzos de los sesenta del siglo pasado el 9 por ciento de sus inversiones a Andalucía (40 por ciento en la cornisa cantábrica y 10 por ciento en Cataluña) y, lo que es peor, en empresas insostenibles. También puedo decir que, tras las leyes que cambiaron el sistema financiero español en 1962, las cajas de ahorros que se creaban por entonces, lo hicieron para captar obligatorios recursos de los andaluces (de las remesas de los emigrantes) para financiar las grandes empresas industriales del país, que no estaban en Andalucía.  Finalmente, de las ayudas y subvenciones españolas recibidas en los últimos tiempos, casi la mitad se han dedicado a la construcción de infraestructuras. Buenas autopistas que han sido pagadas a constructores no andaluces (casi el 40 por ciento de las ayudas que llegan a Andalucía sale de la comunidad para pagar a los proveedores, especialmente catalanes) y  conectan a los consumidores andaluces con los vendedores foráneos. La red transversal de carreteras es reciente pero falta la voluntad política necesaria para que el mercado andaluz se integre en detrimento de empresas de fuera de la región.

Estos y otros muchos ejemplos que podría poner, son agravios de peso; sin embargo, y aunque nosotros necesitemos también romper con la estructura de acumulación  “a la española” (construcción+turismo+silencio  subvencionado), no nos sentimos cansados de los catalanes como dice malévolamente Mas, ni reclamamos la independencia de España. No culpamos de nuestra situación más que a nosotros mismos; en especial a los urdidores que han tramado y traman el modelo de capitalismo local (antes he hablado de la servidumbre del PSC respecto a los capitalistas catalanes; lo mismo se puede decir del PSOE de Andalucía y el capitalismo andaluz). 

Quiero decir, para ir terminando, que me resulta chocante como historiador que se justifique la independencia por el déficit fiscal de unos pocos años (con independencia de que se trate de corregir), hiriente que se chantajee a la población con discursos chauvinistas y despectivos hacia otros,  y asqueroso que  se ponga en peligro la salud y con la paz de todos y cada uno de nosotros con aventuras capitalistas del tipo de las que hoy se plantean.

Lo peor de todo es que no creo que una Cataluña independiente resuelva las incertidumbres que hoy agobian al pueblo catalán (como a todos los pueblos). Una economía ligada a las exportaciones, como reclama Más, no corregiría sino que agravaría las tensiones sociales en la ya de por sí  segmentada sociedad catalana. Cataluña no es Japón, ni Alemania, cuyas sociedades aceptan más o menos estoicamente las dificultades derivadas de la competencia global.

Y lo que más me duele es que, independiente Cataluña, quedaríamos atrapados en manos de la derecha  carpetovetónica, que apretaría las tuercas de un nacionalismo aún más cerril. A la espera de que la inteligencia catalana renazca de sus cenizas y podamos definirnos todos como miembros de una república de trabajadores de todas las clases, tuyo y de la república de Parapanda, Carlos


Postdata. Una vez escrito todo esto, he leído la aportación de Jaume Puig i Terrades. Chapeau Jaume. Cien por cien de acuerdo contigo. Creía que os habíais extinguido.

DE ASIMETRÍAS, NACIONES Y REGIONES



Homenaje de este blog a Antonio Gutiérrez Díaz

 De la serie “Conversaciones sobre Catalunya” (1)  Mano a mano con Javier Aristu. 



Escribe Javier Aristu

Amigos de Cataluña: Una nota previa de profesor con mono. He estado pensando si escribir Catalunya o Cataluña. Sé que podría ser más cortés y educado con vosotros si escribo la primera, con [ny], como es en catalán, pero creo que debo ser honesto conmigo mismo y con mi lengua castellana, donde no existe la grafía [ny] y, además, tenemos una grafía [ñ] que no lo tiene ninguna otra lengua así que seguiré escribiendo Cataluña. Nos consuela saber que el fonema sí es el mismo.

Continúo con la reflexión abierta y sigo por mi senda, la de la reflexión política o cultural, aquella en la que mis débiles neuronas se mueven mejor. Los asuntos económicos los dejo a más ilustres cabezas sabiendo que constituyen el núcleo duro de la actual polémica entre Cataluña y España.

Parece que estamos de acuerdo en que el reciente estallido del nacionalismo catalán y su deriva independentista tiene que ver con la nefasta decisión del Tribunal Constitucional de julio de 2010. Es humillante, sin duda, que tras todo un debate parlamentario en Cataluña y en las Cortes españolas, y tras un referéndum aprobatorio en Cataluña venga un tribunal de personas designadas por los propios partidos, y cuya designación ha dependido, en la mayor parte de los casos, de la afinidad con los partidos dominantes del sistema político, a anular parte del articulado del Estatut. Es indudable que cualquier catalán se ha podido sentir agredido: ¿para qué nuestras instituciones políticas representativas, las catalanas y las del estado, si luego existe un grupo de 12 personas que más que proteger la Constitución parece que sancionan la última palabra de la política? Por tanto, no podemos sino estar de acuerdo en que de aquellos lodos estos barros. Podemos imaginar que la situación política en Cataluña y en España sería harto distinta hoy si el TC hubiera dado por constitucional los artículos de marras del Estatut.

El error del TC hay que situarlo también en paralelo a la voluntad del PP: no lo olvidemos, este partido hoy con mayoría absoluta fue quien presentó el recurso contra el Estatut, hecho que por otra parte no le ha impedido apoyar al partido ahora independentista en su gobierno de la Generalitat. Esta realidad, que el otrora recurrente del Estatut apoye al govern en Barcelona y reciba viceversa el suyo en Madrid, nos tiene que llevar a pensar que aquí hay gato encerrado. O que no podemos hablar solo de cuestión nacional sino también de cuestión de clase, de intereses de clase.

Sin embargo, sabemos que el asunto de la explosión independentista viene de más lejos. Viene de ese largo proceso de conciencia real que caracteriza al periodo de Pujol al frente de CiU, y que tan bien analiza José Luis en su primera carta, pero también de la ineficacia e incomprensión de los nuevos tiempos por parte de la izquierda, cuestión que también explica. Allí habla de que la izquierda política catalana –mayoritariamente el PSC e IC-  se pasó al bando nacionalista con todos sus efectivos olvidando lo que parecía más importante, la quiebra del  tradicional consenso social catalán de los años setenta ahormado en torno a un modelo industrial que estalló y desarmó a sus protagonistas. Repito tus palabras: “En esa tesitura, las izquierdas catalanas están distraídas ante las grandes transformaciones en el centro de trabajo y en la economía, en la estructura de las clases laboriosas y en la aparición de nuevas subjetividades de hombres y mujeres”. Este es para mí el verdadero nudo gordiano de la deriva actual en Cataluña. La sociedad catalana, como en general la española y la europea, está en un proceso de profunda transformación donde un viejo mundo está en trance de desaparición o ha desaparecido en estos últimos 20 años surgiendo a su vez un nuevo modelo de relaciones sociales, nuevo modelo porque la economía también es nueva (aunque algunos de sus sectores todavía piensen en relaciones arcaicas). Y, como pasa siempre en esos momentos de profundos cambios de estructura, la cuestión es quién hegemoniza el proceso, quién dirige la nave para aprovecharse de los vientos. Y la respuesta parece obvia: no es precisamente la izquierda política la que tiene los instrumentos y la fuerza para imponer su dirección … así que si no se tiene la dirección –piensan algunos- mejor situarse en el barco de tal manera que no le echen a uno al agua y se ahogue en el proceloso piélago.

Nos quedan los sindicatos, estas instituciones que a pesar de las críticas que reciben, a pesar de ser diana de parte del descontento social (ya sabes, el sindicalismo no termina de ser bien visto en España por ciertas capas medias) son hoy la única institución capaz de sacar cientos de miles de personas a la calle tras un programa reivindicativo y de ofrecer algo de seriedad combativa y constructiva a los desmanes del neoliberalismo. Pero los sindicatos no se presentan a las elecciones generales y autonómicas.

La importancia del 11 de septiembre de 2012 y de la posterior postura de vuestro presidente Mas no es que haya desencajado la agenda de Rajoy y del PP. El problema mayor es que puede desencajar el modelo español de configuración del poder territorial y eso significa abrir de nuevo la caja de pandora del problema de nuestro estado. Todos los que vivimos de forma consciente aquellos años de la transición –hoy tan denostada por algunos- nos acordamos de lo que suponía una constitución donde en su artículo 2 se habla del derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones. Bien es verdad que esta frase está tras aquella otra que nos habla de  la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. ¿Este artículo 2 es un pastel como un piano o es sencillamente el resultado político y lingüístico de un momento extraordinariamente delicado cocinado por lo que José Luis llama Doña Correlación de Fuerzas? Me quedo con ambas apreciaciones porque si uno lee las listas de miembros de aquel Congreso de diputados de 1978 y analiza su procedencia comprenderá por qué se redactaban esos artículos y por qué se cocían tan extraordinarios pasteles.

Y abro otro frente para que me digáis lo que pensáis. Andalucía es una tierra ancha, amplia y diversa. Nuestra burguesía castiza y jaranera logró construir un arquetipo folclórico y coplero que ha dado la vuelta al mundo y que, desafortunadamente, todavía muchos andaluces creen que es la esencia de esta geografía. En cosas serias esta tierra ha dado posiblemente la mejor poesía que se ha escrito en el siglo XX en España; sin embargo, parecía que sus habitantes eran más de su pueblo que andaluces y todavía tenemos que soportar que se utilicen las rivalidades capitalinas y provincianas como estandarte de la política (ayer mismo el sustituto de Javier Arenas comenzaba a transitar por esa senda) pero sin embargo un 4 de diciembre de 1977 un inmenso pueblo salió a la calle y un 28 de febrero de 1981 fue a las urnas y rompió el diseño de un estado asimétrico. Asimetría, voilá la question. ¿Hay que sobrepasar el artículo 2 de la Constitución? Seguramente pero, mejor, hay que reescribirlo, entre todos y dialogando. Y superando también ese constructo de nacionalidades y regiones que genera una visión del estado de  España que si fue necesario en el pasado hoy ya no es posible. Que cada ente se denomine como quiera pero sin que eso suponga supremacía sobre el resto. ¿Cataluña, una nación? Seguro, no es esa la cuestión ni debemos discutir esa afirmación. ¿Cataluña y Euskadi y Galicia, entes jurídicos diferentes a los demás y con estatuto diferente? No, gracias, por ahí no. En este momento de la historia española y europea las diferencias constitutivas e históricas, que haberlas haylas,  no pueden ser motivo para diferencias de trato y de estatus. Solidaridad e igualdad sin injusticias y también sin igualitarismos que al final llegan a ser simple uniformidad.

Termino y provoco un poquito. Ayer aparecía en la prensa andaluza un reportaje sobre esta cuestión que nos traemos entre manos. De entre las declaraciones que hacen técnicos y expertos jurídicos y económicos destaco esta del profesor Diego Caro, catedrático de Historia Contemporánea: “Los representantes del nacionalismo burgués catalán y algunos despistados del PSC tienen una memoria histórica corta. Sólo escuchamos lo que les debemos y se olvidan de los privilegios que disfrutaron sus empresas durante dos siglos. Si hiciéramos las cuentas desde entonces y valoráramos lo que nuestros antepasados y todos los españoles pagaron de más por unos géneros procedentes de Cataluña que se vendían sin competencia exterior por el proteccionismo que los amparaba, a lo mejor más de un nacionalista se llevaba una desagradable sorpresa". (Lo que piensan algunos andalucesDiario de Sevilla, 16 de septiembre). Todo esto me recuerda a debates ya del pasado; sinceramente, creo que por ahí no podemos tirar si queremos que este endiablado problema que está gestionando la derecha catalana y que bloquea la derecha españolista pueda llegar a una solución aceptable para todos… o al menos para la mayoría social.

Coda final: Terminadas estas líneas me entero de la muerte de Santiago Carrillo. Seguramente con él se va todo lo que quedaba del testimonio de la izquierda del siglo XX. No creo que quede en vida ningún protagonista de lo que fue la increíble tormenta política y social que va de los años 1917 a 1989.  Vivió y participó de forma activa y protagonista en los dos grandes acontecimientos de la historia española de ese siglo, la guerra civil y la transición.

Mi primer conocimiento de Carrillo fue a través de su libro Después de Franco ¿qué? (1965), libro mítico para los que comenzamos a comprometernos en la lucha política en esos años. Corría el año 1968, en Granada. Después vinieron años compartiendo el proyecto que él personalizaba y disintiendo, también, a partir de 1982, cuando la crisis de la izquierda comunista estalló provocando una lluvia de meteoritos y retales personales y políticos que todavía continúa.

Carrillo, salvando algunos otros nombres, fue el único intelectual orgánico del comunismo español a partir de 1956. Ese es su valor pero también su demérito. Absorbió casi toda la elaboración política del PCE durante las décadas sesenta y setenta. Creó equipos de dirección pero siempre bajo su potente liderazgo en la propuesta táctica. Está por hacer el balance histórico de toda su biografía, el análisis frío y alejado de intereses políticos sobre su contribución a la historia de este país y del movimiento comunista pero quiero destacar en esta breve nota algo que sin duda se ha dicho ya: la transición a la democracia no hubiera sido igual sin Carrillo, seguramente hubiera conllevado más sacrificios y a lo peor la hegemonía de la derecha hubiera salido reforzada. No se puede echar sobre las espaldas de la transición y sobre Santiago Carrillo, ahora, treinta años después, las deficiencias y desequilibrios de la actual democracia española. El estado vigente de nuestra democracia tiene responsabilidades y a lo mejor las tenemos que endosar no a nuestros veteranos elefantes sino seguramente a los jaguares de los últimos años, de la derecha y también de la sedicente izquierda.

Escribe José Luis López Bulla


Querido Javier:

Nada tengo que objetar a la ñ ¡bastante trabajo me costó escribirla cuando era niño chico en aquellas libretillas de palotes bajo la severa mirada de don José Viera, maestro nacional, en Santa Fe, capital de la Vega de Granada. Es más, me parece más lógico que Cataluña así se escriba, cuando se hace en castellano con esa letra inmarcesible que lo que sucede en los libros de estilo en catalán que ponen Córdova por Córdoba u Oriola por Orihuela.

Tengo para mí que coincidimos en cosas muy importantes: las que tú señalas cuando referencias algunas partes de lo que he escrito. Esto es, el papel de la derecha catalana, su alianza (estratégica en la cuestión social y económica) con la derecha carpetovetónica y el papel de la gauche qui pleure en Catalunya. Hay, no obstante, un momento de tu escrito en el que tengo un fuerte desencuentro.  Es el siguiente:   “Superando también ese constructo de nacionalidades y regiones que genera una visión del estado de  España … “. Intentaré explicarme.

Cuatro, me parece a mí, son las posibilidades de un funcionamiento, como Estado, de España tal como la conocemos. El sistema de autonomías, una confederación, el federalismo o la vuelta atrás al centralismo. La otra, al margen, es la separación de Catalunya, lo que llevaría aparejado la pedrea de Euskadi.

Soy radicalmente contrario a la vuelta atrás. Permíteme que no me explaye para no alargar excesivamente esta conversación. La confederación no la quiere nadie: ni en Madrid ni en Barcelona. De federalistas sólo conozco a cuatro y el cabo. Y de la separación de Catalunya no soy partidario. Sólo me queda (y no por exclusión sino por convencimiento) el Estado de las autonomías.

Superar ese constructo de nacionalidades y regiones, significaría poner patas arriba toda la arquitectura institucional en España. No aconsejo la apertura de ese melón pues la salida no sería otra que la vuelta al viejo Estado centralista con todo lo que ello implicaría así en el terreno institucional como en el de la administración del welfare state.   

Querido Javier, hemos hablado de las responsabilidades de las izquierdas en todo este asunto que nos ocupa. Que fundamentalmente lo refiero, primero, al  deterioro y, después, al de su primigenio elemento, el internacionalismo. Lo que, en estos tiempos de globalización, desubica y, por tanto,  incapacita a las izquierdas para intervenir eficazmente y transformar gradualmente las cosas. Así pues, los nacionalismos –y, por extensión, los de las izquierdas—son un anacronismo en esta fase, ya irreversible, de la globalización y de la economía mundo.

Sabes que he traducido al castellano el libro más representativo de Bruno Trentin,  LA CIUDAD DEL TRABAJO . Por cierto, es posible que dentro de poco se publique, Rodolfo Benito mediante. Pues bien, nuestro amigo italiano hace una investigación a fondo de las contaminaciones que, a lo largo, del siglo XX, han sufrido las izquierdas. Sus preocupaciones son el trabajo, la sociedad, el poder y el Estado. Con la sombra alargada de Ferdinand Lassalle a lo largo de toda su investigación. Nada dice Trentin del contagio de los nacionalismos, porque eso le hubiera exigido otro tipo de investigación. Mi pregunta es: ¿no sería ya el caso de que alguien, con la cabeza fría y buena letra, abordara el tema? Esto es, ¿por qué las izquierdas, especialmente las de matriz socialista y comunista, se enclaustraron en los márgenes del Estado nación y tiraron por la ventana al niño, el agua sucia y la palangana? Y más todavía: ¿por qué las vías nacionales al socialismo –también la de Palmiro Togliatti— no encontraron el punto de confluencia entre lo nacional y lo mundial? Seguro que una investigación sobre estos temas tan suculentos pondría nervioso a más de uno, pero tal vez podría dar algunas pistas sobre las razones que han presidido la instalación centenaria de las izquierdas en todos los nacionalismos.

Coda.  En efecto, Javier, Santiago Carrillo es el último de los leones de la izquierda española del siglo XX. Pero en Italia todavía está diciendo la suya Pietro Ingrao, que también es de la quinta de Santiago.


(1) Las conversaciones se encuentran en 1. UNA CONVERSACION, SOBRE CATALUNYA, 2. UNA CONVERSACIÓN SOBRE  CATALUNYA, 3. UNA CONVERSACIÓN SOBRE CATALUNY y   LOS 400 DE CATALUNYA


martes, 18 de septiembre de 2012

DESCONCIERTO DESPUES DE LA MAREA: Catalunya, hoy



Nota editorial. Esta entrada forma de Jaume Puig parte de las conversaciones sobre Catalunya:  1. UNA CONVERSACION, SOBRE CATALUNYA, 2. UNA CONVERSACIÓN SOBRE  CATALUNYA, 3. UNA CONVERSACIÓN SOBRE CATALUNYA y  CATALUNYA Y LAS COSAS DE COMER

 


Jaume Puig i Terrades

¿Es Cataluña mayoritaria y definitivamente independentista? ¿El nacionalismo catalán ha modificado su paradigma? ¿Los sindicatos y la izquierda también son ahora nacionalistas?¿Qua ha cambiado sustancialmente, para que, lo que antes era obra de unos cuantos centenares de manifestantes en esta ocasión hayan sido más de un millón? Podríamos añadir más interrogantes, pero, si soy capaz de responder a los enunciados, me daré por satisfecho.

No sabemos si los catalanes, en el sentido que los definía Jordi Pujol, “Es catalán todo el que vive y trabaja en Cataluña” se han vuelto mayoritariamente independentistas. Esto no lo podremos saber hasta el día que los ciudadanos seamos consultados con todas las garantías democráticas. Lo que sabemos hasta hoy es lo que la demoscopia nos indica: que el sentimiento independentista ha crecido considerablemente en los últimos meses. Una expresión de este crecimiento es la masiva manifestación del pasado 11S con la explosión de banderas independentistas que han sustituido la clásica senyera, que por cierto está presente en el escudo de España.

Que el sentimiento, porque de eso se trata, fundamentalmente, de un sentimiento, de desafección de gran parte de los catalanes respecto a España sea hoy mucho mayor que lo era en la transición, después de haber conseguido el autogobierno con atribuciones exclusivas en la enseñanza, la sanidad, la policía, con una televisión autonómica, con un parlamento propio etc. parece contrario a la razón, pero también es cierto que el nacionalismo ha conquistado la hegemonía   a partir de conectar como nadie con la mesocracia de este país y de utilizar magistralmente los recursos de la Corporació Catalana de radio  i televisió incluso durante los gobiernos tripartitos, añadiéndole el (mediático) potente grupo Godó,  subvención mediante, de nueve millones de euros. Esos altavoces mediáticos se han comportado durante los días previos como verdaderos agentes de la agit-prop, dignos de mejor causa, cierto es que si el campo no está preparado la lluvia puede resbalar por las torrenteras, y hay datos objetivos como son el déficit fiscal y la desgraciada sentencia del Constitucional sobre el Estatut después de ser aprobado mayoritariamente en referéndum, ha encontrado una ciudadanía muy predispuesta, amén de la ofensiva del PP gobernante contra nuestra lengua, todo ello en medio de la crisis sin parangón desde la posguerra, las consecuencias de la cual el partido gobernante en Cataluña ha sabido eludir can la excusa del déficit fiscal y desactivando a la oposición con la excusa de la herencia recibida, como buenos colegas del PP.

Considero que precisamente el ahondamiento de la crisis explica gran parte de la presencia masiva en la manifestación, si no ¿por qué en la manifestación de la Diada del año pasado solo fueron los mismos grupos minoritarios de todos los años, teniendo en cuenta que la sentencia sobre el Estatut es de junio de 2010?

La razón de existir de un partido nacionalista no es la convivencia fraternal con otros pueblos dentro de un mismo estado, sino la conquista del estado propio. Debemos celebrar que después de 35 años Convergencia Democràtica  de Catalunya reivindique claramente el Estado propio y que hayan casi desaparecido los eufemismos.

Pues sí, el nacionalismo catalán, hegemonizado por CIU, a partir de la irrupción de una nueva generación que no participó en los pactos de la transición y que han actuado en política siempre en democracia, ha asumido  el control del partido en el último congreso, con el nuevo paradigma de la independencia, abandonando las ambigüedades así como las veleidades democristianas del pujolismo, al tiempo que abrazaba el nuevo icono de la modernidad que es el neoliberalismo sin ningún complejo.

Otra cosa distinta es el papel que está jugando la izquierda catalana, desde ICV y el PSC, hasta los sindicatos., teniendo en cuenta que el nacionalismo siempre ha sido ajeno al mundo de la izquierda. Por mi parte nunca he entendido cómo se puede conjugar, una cosa con la otra, además, la experiencia me enseña que cuando a un nacionalista de izquierda se le pone en la encrucijada siempre escoge el nacionalismo. No es menos cierto que hay varias maneras de enfrentarse a la ola, en mis tiempos de sindicalista nunca me gustaron los que en momentos críticos rehuían tomar posición para dejarse llevar por las actitudes más enardecidas, cuando no se ponían al frente de las mismas, o los más pusilánimes que sin tomar partido se justificaban con aquello tan manido de “yo, lo que diga la asamblea”, pues bien da la impresión que ante esta ola –cuidado que las grandes olas acaban estrellándose en el malecón o arrasan con todo lo que encuentran dejando un paisaje desolador – la izquierda catalana o se ha subido a ella, o se pone de canto, no sin antes echar por la borda gran parte de su bagaje ideológico.

 Será porque ICV  no tiene referente en el resto de España y ante la necesidad de abandonar la marginalidad busca pescar en todos los caladeros posibles, ha llamado a la manifestación, intentando marcar perfil propio, insistiendo en el viejo eslogan del derecho a la autodeterminación, pero sin decir hacia donde se determinarían, que como era de esperar ha quedado diluido en la marea. El PSC por su lado, que sigue en shock post traumático, se ha manifestado en contra de la secesión poniendo el acento en el federalismo, con algunas voces disonantes, como ocurre siempre que un partido está en crisis y más en perspectivas electorales a la vuelta de la esquina; al mismo tiempo está buscando la complicidad del partido hermano que está enfrascado en otras historias y en ese terreno lo menos que se puede decir es que está autista.
Los sindicatos, UGT y CCOO, han tenido un posicionamiento ambiguo, un poco en la línea de ICV, no por casualidad situados en la cola de la manifestación, con la excusa que entre los afiliados existen muchos nacionalistas, lo cual será cierto, como que también debe haber quien está en contra del aborto y a favor de la segregación por sexos y no por ello se manifiestan con los obispos y con E.Cristians .
Mientras tanto la patronal catalana incluso las Pimes no comparecieron en la manifestación y en cambio están apareciendo, de momento sutilmente, para rebajar la tensión y rebajar el entusiasmo arcangélico de los independentistas. La realidad es muy dura, la prioridad de los empresarios es como combatir la crisis y desconfían con razón que la independencia les facilitaría las cosas. Es cierto que el mercado catalán es el más exportador de España, el 53%, pero el 47% restante es mercado español y con las cosas de comer no se juega.

Por mi parte, en mi caminar por la ideología de izquierdas llegué al paradigma de  libertad,  igualdad y  fraternidad como tres conceptos con los que enfrentarnos a la ideología de que cada uno se espabile y de lo nuestro por encima de todo.

Me parece un disparate mayúsculo que por un 4% de déficit fiscal y por los ataques de unos cuanto y las incomprensiones de unos muchos  -de aquí y de allá- tengamos que ir a un choque frontal que destruya por muchos años los lazos de solidaridad que hemos ido tejiendo durante siglos.

Mi paso por la escuela franquista en la que me enseñaron aquella frase de José Antonio: “España, lo único importante”  me curó de veleidades nacionalistas; casi se me había olvidado, pero los discursos arrebatados de algunos tertulianos durante esos días me lo han recordado, podrían asumir la misma frase intercambiando España por Cataluña.

Que no me busquen hurgando en las diferencias y mucho menos en las mentirosas superioridades, con las cosas serias de verdad, y la convivencia es una de ellas no se puede andar con frivolidades.


CATALUNYA Y LAS COSAS DE COMER




Nota editorial. Don Lluis Casas interviene en el debate Conversación sobre Catalunya. Que cuenta con las primeras opiniones en 1. UNA CONVERSACION, SOBRE CATALUNYA, 2. UNA CONVERSACIÓN SOBRE  CATALUNYA, 3. UNA CONVERSACIÓN SOBRE CATALUNYA.  

Lluis Casas

No sé si me meto en camisas en once varas o en donde no me llaman. Ambas cosas son peligrosas porque corres el riesgo que te mienten a la madre, al padre, a tus orígenes o a tu circunstancia. Lo peor que te pueda pasar es que alguno de los medios de manipulación se aproveche de lo escrito y te ponga en una ficha ideológica por una línea entre cien, o por una simple palabra entre mil. Como cuento, sin duda alguna, con la gallardía paparandesa y sé que no voy a quedarme solo con el apoyo del primo de Sumosol, diga lo que diga, ahí voy y sea lo que los dioses menores quieran.

Las dos entregas de la conversación son sumamente interesantes y repletas de verdades y matices de gran importancia. Independientemente del acuerdo o no que pueda tenerse con ellas. Constatación que tal vez no hiciera falta, pero que quiero que conste.

La segunda parte de la conversación, que  me recuerda argumentos y complejidades ya veteranos, hace un excelente análisis del fenómeno convergente y del olvido de la izquierda de lo que habían aconsejado múltiples teóricos y prácticos del movimiento obrero y socialista o comunista. Las advertencias gramscianas sobre la hegemonía (social, cultural, etc.) solo son un caso entre los muchos que pueden citarse. Pero como no se trata de repetir lo dicho por Javier Aristu y por José Luis López Bulla, voy a lo mío que pienso que puede ser complementario en la conversación.

En primer lugar hablaré sobre el déficit fiscal. Argumento aparentemente central en la estrategia independentista o simplemente reformista del gobierno de CIU, la propuesta de pacto fiscal. Como el asunto es asaz complejo y de cifras se trata, evitaré el lenguaje tecnológico del economista e iré directo a la tesis, que tengo por probada.

Efectivamente, Catalunya tiene un balance fiscal con el resto de España negativo. Eso significa que aporta per cápita menos de lo que recibe. Dicho así nada es anormal. En todos los países existen flujos fiscales desde los territorios con mejores ingresos hacia los situados por detrás. Lo anormal es que en base a ese flujo, Catalunya acabe recibiendo una cifra menor per cápita para financiar sus servicios públicos básicos y una menor aportación para sufragar las infraestructuras que corresponde al mayor exportador del país que las CCAA que se benefician de ese flujo. De ahí se explica, al menos en parte, la deuda acumulada por Catalunya, la mayor del estado (ojo, a pesar de ello esa deuda es todavía absolutamente manejable, menos de un 30% del PIB catalán, muy por debajo de los landers alemanes o los estados canadienses o, etc. etc.). El debate sobre el monto concreto de ese déficit varia con el método de cálculo y con el que paga el estudio, pero no hay duda de su existencia y de su importancia. A ello viene a añadirse la dichosa crisis y el cambio en el balance fiscal estatal. Antes existía un superávit y por lo tanto, el cálculo del débito para Catalunya tenía pocas pegas. Con el cambio producido por la crisis y el paso a un déficit estatal financiado externamente, a coste muy alto, los flujos fiscales entre CCAA y el Estado se complican. Una parte de las aportaciones financieras para las CCAA ya no provienen del mecanismo interno (los flujos de Catalunya, Madrid, Valencia, Baleares), sino simplemente del ingreso de la deuda.

Pese a ello, permanece el problema básico: Catalunya sigue aportando más de lo que recibe y de descoloca hacia abajo en el ranquin de ingresos per cápita para el servicio público. Una forma de decirlo es que el ciudadano en Catalunya dispone de menos dinero para la educación, la sanidad, los servicios sociales y el resto de prestaciones básicas que los ciudadanos de Extremadura o Andalucía, por ejemplo.

La conclusión es, pues, que la reclamación financiera catalana tiene sentido y proviene de una necesidad esencial. La cifra puede ser discutida, probablemente no es ese 16.000 millones (ni mucho menos, me consta que tanto en los medios universitarios, entre algunos partidos y en el propio gobierno catalán existen cifras alternativas mucho más realistas, pero que dada la coyuntura se ocultan) anuales que algunas exhiben como una cruz a la que seguir, pero está en unas cifras que merecen atención y reforma.

Ese camino, el de la reforma, dio un buen salto con el tripartito y con el nuevo Estatut, que hizo aumentar significativamente los ingresos para el servicio público en Catalunya en una cifra de unos 3.000 millones anuales y consiguió enderezar la posición en el ranking levemente por encima de la media. Eso la derecha nacionalista se lo ha pasado por donde ustedes saben, sin reconocer nunca el substancioso cambio en la cifra y en la propia deriva prevista.

Hasta aquí la parte del déficit fiscal. Existe, es importante y la economía catalana y el ciudadano catalán necesitan el reequilibrio, sin eliminar las aportaciones solidarias hacia otros territorios. Por ello es absurda la insistente negativa a la reforma e incluso la negativa del hecho en sí, como tan a menudo se está dando. Para una parte de los receptores de las aportaciones provenientes de Catalunya, alguien les ha vendido el mundo al revés.

Dedicaré unas líneas a una sección del déficit que se contabiliza a parte: la inversión estatal en Catalunya, regulada también en el Estatut e incumplida permanentemente por el Estado. Catalunya como uno de los ejes motores de la economía española y el principal exportador de bienes y servicios necesita que su productividad social no se vea dañada por la falta de inversión en comunicaciones, transporte ferroviario, medio ambiente, tecnología, etc. Su competitividad depende de ello. Hasta el reciente Estatut, este apartado producía más vergüenza que otra cosa a la vista de la distribución que el Estado federal hacía de sus inversiones (al margen esa parte de la inversión tipológicamente inútil que hemos visto aparecer recientemente en toda su crudeza). No hace falta que les cite concreciones, son tantas que con ejemplarizarlas con las conexiones ferroviarias en el puerto, con la frontera francesa y con el aeropuerto me parece que bastan (para mejor información me remito a “Espanya, capital París” de Germà Bel). Pues bien, con el Estatut vigente, el estado ha seguido incumpliendo lo que la ley le obliga y lo que Catalunya necesita. Visiten, sino las obras de la NII y comprueben como está la conexión pública con Europa. Eso es innegable.

La suma de los dos aspectos refleja un panorama perfectamente instrumentalizable (o dignamente utilizable) para establecer que no hay forma de reformar y más vale salir por la ventana.

Siguen más cosas, pero dejo a los probables interlocutores el turno.

Lluís Casas andante moderato