domingo, 10 de junio de 2012

LA POLÍTICA SIN CALIDAD


Comentarios al CAPÍTULO 9  “La política sin calidad”. En los próximos días se publicará la entrada en debate sobre el libro de Trentin de nuestros queridos amigos Isidor Boix y Joaquín Aparicio.

 

 

Querido Paco, yo recomendaría este capítulo a quienes escriben y a los que se interrogan de dónde viene la crisis de identidad de las izquierdas europeas y cuál es su carácter. Lo digo porque  hasta la presente no he leído nada convincente. Por ejemplo, tras la derrota de Zapatero hubo una considerable avalancha de artículos en diversos medios examinando la situación de la izquierda y más en concreto el estado de la cuestión del PSOE. Todo quedó reducido a cuestiones técnicas y otras islas adyacentes. Ahora, tras la afortunada victoria de Hollande en Francia empieza un run-rún de clarines que irresponsablemente hablan de un cambio de ciclo. Lo que amenaza nuevamente a no entrar tampoco en el fondo de la cuestión. No creo que Trentin exagere cuando dice, al final del capítulo, que si no se llega al fondo del problema la izquierda debe asumir conscientemente su lutto, dice en el original, que yo para templar un poco la gaita he traducido como “desgracia”. 

 

 

Me permito ahora cambiar de tercio: algunos amigos me han hecho llegar sus impresiones –unos con alarma, otros con alegría--  sobre el comentario que hice en nuestro anterior carteo sobre la díada  SINDICALISMO DE TUTELA, SINDICALISMO DE TRANSFORMACIÓN.  Seguramente he merecido estas alarmas al no haberme detenido en la explicación. Procuraré aclarar lo que dejé a medias el otro día. Lo hago porque también tiene una relación directa con este capítulo.

 

Francamente, no quiero contraponer el sindicalismo de la transformación con el sindicalismo de la tutela. A condición de que dicha tutela se ejerza en el cuadro de las transformaciones en curso. Por supuesto, bienvenidas sean las tutelas y todos los mecanismos tuitivos, incluso tal como las está gestionando, todavía en el viejo paradigma, el sindicalismo confederal. Pero ese ejercicio de bienes democráticos no transforma y su conflicto no intimida. De donde yo infiero que habría que establecer una relación entre reivindicaciones y el ejercicio del conflicto. Si las reivindicaciones se siguen inscribiendo en el viejo estadio no intimidan, ni tampoco el conflicto que puedan generar. Por supuesto, habría que matizar mucho las cosas, pero prefiero darle ese tono jupiterino para llamar la atención.

 

Oye, no te lo vas a creer: supongo que has leído el artículo conjunto que hemos firmado unos cuantos dinosaurios contra el proyecto de Eurovegas, encabezado por Victoria Camps. Pues bien, El Periódico nos lo devolvió diciendo que era “inoportuno”. Por otra parte, El País prefirió darle un formato algo chocante: hizo algo así como un reportaje intercalando algunos entrecomillados. ¿Habrase visto? Te dejo, porque me voy a Madrid al seminario sobre Bruno Trentin, que organiza nuestro viejo amigo Daniel Lacalle, presidente de la Fundación de Investigaciones Marxistas.

 

Como diría nuestro Anselmo Lorenzo, tuyo en la Idea, José Luis.      

 



Querido José Luis,
No tengo la sensación de que hayamos hecho en el curso de nuestras charlas ningún desprecio, que sería inmerecido, del sindicalismo de tutela. O dicho de otra manera, sin utilizar etiquetas que siempre deforman, del ejercicio de tutela de los derechos de todo tipo de los trabajadores, a través de la intervención sindical. Lo que sí hemos reclamado con insistencia del sindicato es que asuma en su campo de acción 'algo más' que tutela: que cree una tensión ideal entre la tutela de lo existente y un horizonte de reformas, y combine la gestión de lo inmediato con los movimientos estratégicos a medio y largo plazo.

Otra forma de aludir al mismo problema la utilizas tú al explicar que el conflicto situado dentro del viejo paradigma no intimida, y en cambio sí lo hace cuando se sitúa en una perspectiva nueva y más exigente. Supongo que es necesario aclarar también lo que entiendes por 'intimidación' en este caso: no la amenaza de violencias, de destrozos o perjuicios económicos graves, que la derecha económica y política es capaz de encajar sin un pestañeo (porque desmovilizan y desmoralizan a la ciudadanía), sino la de abrir espacios nuevos al debate y al protagonismo de las clases subalternas.

Trentin describe la actitud de la izquierda política en Italia en los años noventa como una política «sin adjetivos y sin calidad». Una política que no se desplegó como factor de identidad de una orientación política y social, sino meramente como «factor de homogeneización de una 'clase política' o de una burocracia de estado.» Los programas que elaboraban las fuerzas políticas se dirigían a mostrar su competencia para gobernar: eran mosaicos completos y bien trabados de propuestas sectoriales, con un sentido social incluso. Pero en ellos se fue oscureciendo hasta desaparecer «la perspectiva de transformación radical del cuadro social existente.»

Al considerar lo existente como un dato de hecho, inamovible, la izquierda perdió una seña de identidad importante: la capacidad de propuesta de un nuevo proyecto de sociedad. Un proyecto que habría de reposar en un gran pacto de solidaridad entre los trabajadores (los subrayados en los dos casos son de Trentin), es decir, en «la reconstrucción gradual de la solidaridad entre los diversos segmentos del inmenso universo del trabajo subordinado.» Este proyecto, dice Trentin, es el que podrá dar «sentido, coherencia, valor y perspectiva a las medidas concretas, incluso las de carácter inmediato, que se proponen ante las exigencias contingentes.»

Creo que las citas entrecomilladas aclaran con suficiencia lo que intentabas decir al proponer que el sindicalismo se dote, no sólo capacidad de tutela, sino de transformación.

Atentamente, Paco

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