martes, 21 de junio de 2011

¿CUÁL ES LA PRIORIDAD DEL SINDICALISMO?





He escrito en repetidas ocasiones que el modelo de concertación social está en crisis, tal vez definitiva. He insistido que los contenidos de esas negociaciones me parecen desfasados, más bien desubicados del actual paradigma postfordista. Pero hay más elementos que abundan en la inutilidad de este modelo de concertación. De un lado, las posiciones de partida tanto de los romanos como de los cartagineses: es como si, de entrada, se apostara por el no acuerdo; por endosar los unos a los otros el fracaso de tales (aparentes) negociaciones.


Por otra parte, desde hace un cierto tiempo se está consolidando una novedad, al principio un tanto extraña, posteriormente ya moneda corriente: tras lo pactado o lo impuesto unilateralmente, surgen voces de destacados dirigentes empresariales y de sus intelectuales orgánicos reclamando, a los pocos días de desenlace, “una nueva reforma laboral”. El presidente de la CEOE, de un lado, y el montaraz gobernador del Banco de España, han vuelto a la carga hace un par de días. Cuando hay acuerdo, esta posición encubre en realidad la completa ruptura de la bona fides negocial; cuando no hay acuerdo, lo que se reclama --tras las decisiones gubernamentales-- es la vuelta al litigio. En ambos casos lo que explícitamente se está organizando es la inestabilidad de las relaciones laborales como camino hacia el desgaste del sindicalismo confederal.


¿Hacia dónde apunta esta permanente relectura? No tanto a los salarios sino a los instrumentos que distorsionan el poder discrecional del empresario y sus representantes en el centro y en el puesto de trabajo. Más en concreto, lo que se busca es la definitiva corrosión del carácter del convenio colectivo de no importa qué ámbito. En primer lugar, el de tipo sectorial, pero –también, así las cosas— el de empresa, convirtiéndose ambos en convenios gaseosos. Hablando en plata, el intento es conseguir la servidumbre voluntaria en la fábrica libertina, según ha dejado escrito Antonio A. Casilli, un libro comentado acertadamente por Antonio Baylos (1). En román paladino: es la deconstrucción del convenio colectivo, el enésimo intento de desarbolar el sujeto colectivo, promotor de reformas graduales en la organización del trabajo, en la mejora de las condiciones de vida, dentro y fuera del ecocentro de trabajo.


Ha dicho Fernando Lezcano: “Comisiones Obreras responderá a la reforma de la negociación colectiva desde los centros de trabajo”. Vale, pero –desde mi atalaya de espectador comprometido— observo que el sindicalismo está enfrrascado en muchos, tal vez excesivos, frentes; y no acabo de ver, posiblemente por mis dioptrías y achaques de la vejez, un ordenado elenco de prioridades. Entre paréntesis diré que muchas prioridades equivalen a ninguna. Más todavía, actuar como si todos los escenarios de intervención fueran prioritarios es un anárquico desafío a la lógica y a las capacidades del sindicato, que siendo éstas muchas, no dan para tanto. Mis disculpas, pienso que la prioridad del sindicalismo es saber cuál es su prioridad.





(1) Antonio Baylos en http://baylos.blogspot.com/2010/01/sadismo-y-sistema-industrial-sobre-la.html



Radio Parapanda.
ODIO SOCIOLÓGICO, ODIO POLÍTICO, escribe don Lluis Casas, el único, irrepetible, inenarrable.






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