martes, 14 de diciembre de 2010

FRENTE A LA LEY DE HUELGA



Entrar en el asunto de la ley de huelga sería para el sindicalismo confederal un mal negocio, porque perdería una de sus principales características de sujeto-conflicto. Ya sé, ya sé que más de uno podría contestar aquello de “depende”. Depende –se me diría paternalmente— de los contenidos de dicha ley. Vale, pero ¿con la actual correlación de fuerzas parlamentaria, alguien piensa que saldrá una ley aceptable? Pregunta retórica, desde luego, porque (casi) todos sabemos la respuesta.


El sindicalismo confederal tiene, en mi opinión, una forma de enfrentarse a la posibilidad de que alguien (en esta legislatura o en la próxima) quiera reabrir el melón agrio de la ley de huelga. Y debe hacerlo mucho antes de que empiecen las insinuaciones legeferendarias. Es más, estoy bastante perplejo de que no lo haya hecho hace ya muchos años. Y se me ponen los ojos como platos de que no lo haya planteado hace una semana. Estoy hablando de la autorregulación de la huelga.


La autorregulación de la huelga es, como he dicho cientos de veces en los lugares más apropiados (tabernas y cafetines, barberías y lavaderos), un código de cómo ejercer la huelga en aquellos servicios esenciales de la comunidad; un código elaborado y aprobado sólo y solamente por los sindicatos. Su objetivo no es impedir la huelga sino buscar la manera de hacerla para que, cumpliendo su objetivo central –esto es, orientada contra el sujeto oponente— no sólo no haga estragos en sectores ajenos al conflicto e, incluso, que éstos entiendan las razones y las compartan.


Me excuso por mis malas pulgas: si se llega a poner en funcionamiento una ley de huelga, los primeros responsables serán por activa quienes la patrocinen; pero, por pasiva, quienes no hayan hecho nada por impedirla. Máxime cuando todos sabemos que en los pletóricos archivos de los sindicatos hay varios documentos sobre la autorregulación de la huelga. Vale


Noticia a Gianni Bombaci. Te gustará, querido amigo, esta anécdota. En cierta ocasión se hizo un homenaje a Luigi Nono en Sevilla. Entre el público estaba el gran Enrique Morente, recientemente fallecido; en un momento dado, el cantaor se puso a hacer palmas como acompañamiento de la música de Nono. A la selecta concurrencia le pareció que era lo más adecuado.


Radio Parapanda. Enrique Morente : Granaína

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