domingo, 6 de mayo de 2018

En el Parlament se juega al escondite inglés



Carles Puigdemont ha vuelto a las andadas. Otra vez se postula para recibir la investidura por vía telemática. La sesión del Parlament será el próximo día 12. En todo caso ha tenido la picardía de poner esa fecha, porque espera que tanto el gobierno de España como el Tribunal Constitucional les tumbe la jugarreta. De eso se trata, de acumular agravios y, después, que el Sol salga por Llavaneras.


1.--  El pasado viernes hubo nueva sesión del Parlament de Catalunya. Y volvió a repetirse el bochornoso espectáculo de un encuentro donde los diputados amarillos impusieron el rodillo y se aprobó  en lectura única –o sea, aquí te pillo y aquí te mano--  un ley que permite investir al Ausente. Todas las convenciones, usos y costumbres del debate parlamentario hechas trizas por una serie de diputados (y diputadas) que se distinguen por jugar al escondite inglés.

No es, a decir verdad, un embrollo. Ni tan siquiera estamos ahora empantanados. No es un embrollo sino la banalización de la vida parlamentaria por una serie de personas ociosas mediante la técnica del perro del hortelano. Ya no es tampoco la política de los amarillos, es un divertimento a mayor gloria del Ausente. Sombras chinesca. La fase ya no es la denunciada por Joan Coscubiela, esto es, el empantanamiento. Ahora es la putrefacción como fase superior del empantanamiento.

Llevamos demasiados meses  donde los ociosos dicen que están buscando un candidato perdido a la presidencia de la Generalitat y todavía no hallado en el templo. Ya se ha perdido la cuenta. La última, Elsa Artadi, la Enviada de von Hayek en la Tierra, ha dicho a sus compañeros de pupitre que no puede asumir el papel simbólico que le asigna el Ausente. O sea, o César o nada. ¿Era lo que buscaba el caprichoso Puigdemont?

2.--  Ya no me parece sorprendente la subalternidad de las fuerzas parlamentarias amarillas hacia el Ausente. Es el sometimiento activo, pasivo y perifrástico de los neoconvergentes y de Esquerra Republicana de Catalunya hacia el cesarismo de campanario. Como consecuencia de una derrota mayúscula del procés, que les ha dejado sin plumas y sin cacareo. La voz, la única voz es la del Ausente.  Una voz que no sería exagerado afirmar que hace tiempo que perdió el oremus. Que peligrosamente se desliza hacia el autoritarismo. Y sin embargo, en el interior de los neoconvergentes hay movimientos de hartazgo y un cierto intento de salir de tan descomunal embrollo.

Días pasados se celebró en Rubí una cena con un centenar de asistentes con la idea de manifestar el desacuerdo con la indefinición del grupo dirigente del PDCat, el partido heredero de Convergencia.  Figuras tan representativas como Xavier Trías, ex alcalde de Barcelona, se encontraban allí. No solo se manifestó hartazgo, también el encuentro olía a protesta. De todas formas, nadie amenazó con romper la baraja. El miedo a sentirse señalado por el movimiento amarillo es superior a cualquier otra consideración. Los neoconvergentes tienen miedo de saltar hechos pedazos; los de Junqueras están en un permanente quiero y no puedo que les paraliza. Y la oposición va dando tumbos del coro al caño y del caño al coro. 


3.--  Dígase lo que se quiera, pero en Cataluña no se hace política. Simplemente se chicolea. Allí los niños juegan al escondite.


No hay comentarios: