domingo, 22 de abril de 2018

La batalla de Madrid y el fin del mundo




Cabe la posibilidad de que este artículo sea el último que se publique en Metiendo bulla, porque este blog puede desaparecer en veinticuatro horas. En todo caso, ha valido la pena que, durante seis trienios, hayamos estado dando la lata casi a diario. Cabe la hipótesis de que Parapanda y sus circunstancias estallen y no quede ni rastro de lo que humildemente ha sido. Lo decimos porque los tabloides ingleses y el canal multimedia Fox News han afirmado que «mañana se acaba el mundo». No se trata de un mañana indefinido –ni siquiera un abstracto el día de mañana— sino dentro de veinticuatro horas. Digamos, pues, resignadamente que algún día tenía que ser. Cuando pusimos en marcha la red de blogs de los amigos de Parapanda sabíamos que lo hacíamos con fecha de caducidad. Con alegría, no obstante, gritamos la vieja máxima latina: «Finis coronat opus», el fin corona la obra.

Ahora bien, también cabe la hipótesis de que esos tabloides se hayan equivocado en sus cálculos y que, todavía, nuestro sufrido planeta tenga suficiente capacidad de resistencia para seguir a trompicones dando tumbos. Mejor así. Metiendo bulla, Según Antonio Baylos y Desde mi cátedra,  blogs del pobretariado militante, seguirán contra viento y marea proponiendo presentes posibles y futuros imperfectos. Y, como tarea más inmediata, dando cuenta del inminente homenaje a doña Ascensió Solé, que ingresará en la orden jubilar de las clases financieramente pasivas. Con lo que proponemos esta hipótesis: los tabloides de la vieja Albión han exagerado a cosica hecha para desestabilizar el mentado homenaje y aguarnos la espera.

De ninguna de las maneras el mundo puede estallar sin que sepamos cómo acaba la compleja batalla de Madrid que tiene más variables que  las que pudo imaginar don Julio Rey Pastor, patriarca de las Matemáticas patrias. Tampoco el mundo debe acabar sin que tengamos conocimiento de cómo acaban los litigios del juez campeador con los tribunales de Schleswig-Holstein, de un lado, y su follín con el ministro Montoro. En todo caso, si los tabloides tienen razón sería aconsejable que el juez campedor pusiera en libertad a Junqueras y sus compañeros para lo que les queda de vida. Item más, Llanera debería desactivar la euro orden para que el pintoresco Puigdemont pudiera pasar las últimas horas en la confitería familiar de Amer cantando Cançó d´amor i de guerra.

Lo dicho: el mundo no debe –mejor dicho, no puede--  acabar hecho mijillas sin saber cómo finalizará «la batalla de Madrid». Un conflicto que atraviesa todas las batallas de España. Y que, precisamente por ello, todos los partidos están confrontados entre sí y en sus propias fracciones.

Por otra parte, no parece deseable que la Tierra regrese a sus orígenes sin saber hacia dónde se encamina don Andrés Iniesta, Caballero de la Orden de Kubala, que ayer volvió a levantar la Copa. El mismo que, preguntado en cierta ocasión si era un héroe, respondió austeramente: «No, para mí un héroe es el albañil que se levanta todos los días a las seis de la mañana para subirse al andamio». Menos todavía parece deseable que nos vayamos a tomar por saco sin que antes le digamos a la Magistrada Solé: «Señora, la queremos, usted sigue siendo gloria y flagelo de las izquierdas».  


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