lunes, 5 de marzo de 2018

Postureo en Barcelona, merder en Madrid




El president del Parlament de Catalunya se dispone a abrir la segunda ronda para ver la posibilidad de la investidura. Los primeros en ser llamados a capítulo son los cuperos. Que según ellos mismos afirman no están precisamente por la labor de aceptar la candidatura de Jordi Sánchez, propuesta –o más bien impuesta mayestáticamente--  por el hombre de Bruselas. La razón de dicha negativa se basa en que Sánchez es una hijuela de Artur Mas. En cualquier caso, algunos tenemos la siguiente impresión: a la CUP sólo le interesa exhibir musculatura y recordar que ella tiene la llave del candado de la formación del nuevo gobierno.

Por lo demás, tanto los de Puigdemont como los de Junqueras llevan semanas y semanas en el mercado persa de las subastas pugnando por el reparto de la túnica sagrada. Dicen los mentideros barceloneses que todavía no se han cerrado los tratos, que todavía hay flecos no irrelevantes. Las covachuelas de ese merado persa siguen siendo un hervidero de posturas y contraposturas. Hasta tal punto que la máxima dirigente de los neo convergentes, Marta Pascal,  ha incorporado a su léxico la muy madrileñísima expresión de ´postureo´. Que según la Docta es una «actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción». Parece claro que el castizo dardo, postureo,  va dirigido a la lengua de la CUP y, de rebote, a Esquerra Republicana de Catalunya. Por pura cortesía y correspondencia el argot político de Madrid y sus alrededores concéntricos debería incorporar a su discurso una palabra catalana; por ejemplo, merder (pronúnciese merdé).

Con todo, vale la pena traer a colación que  estos chicoleos entre los neo convergentes y los de Junqueras se distinguen por, al menos, dos características: a) un silencio oficial, cuyos contenidos son conocidos en tiempo real a través de filtraciones más o menos consentidas; y b) la ausencia total de un programa de gobierno. Si lo primero parece grave, lo segundo es asaz inquietante. En todo caso, tanto postureo –o, si se quiere, este merder— es la consecuencia de sentirse derrotados y la dificultad de reconocerlo públicamente.    

En la otra cara de la moneda: ya han aparecido las primeras movilizaciones que anuncian el día 8 de Marzo; y en las calles siguen movilizadas las blancas cabezas de los pensionistas.



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