sábado, 24 de marzo de 2018

Pablo Llarena, el Juez Campeador





Primer tranco

El juez campeador Pablo Llarena ha preferido aplicar la vieja máxima fiat iustitia et pereat mundus. O sea, hágase justicia aunque el mundo estalle por los cuatro costados. Ha dictado prisión incondicional –es decir, sin fianza— contra el grupo dirigente más conspicuo del independentismo político catalán. Entre ellos, el candidato a ser investido como presidente de la Generalitat, Jordi Turull,  que, en su primera sesión, resultó fallida por la abstención de la CUP. Con toda seguridad, el hecho en sí –la prisión incondicional--  habrá estremecido en Europa. Una Unión Europea, cuyas autoridades, mirarán para otro lado por razones de Estado. El resultado de las recientes elecciones generales en Italia pone a Mariano Rajoy en mejores condiciones en sus relaciones con las autoridades europeas.

De la misma manera que hemos criticado machaconamente todo el itinerario independentista, no se nos caen los anillos si decimos que a don Pablo Llarena se le ha ido la prudencia por las teclas de su ordenador personal. Fiat iustitia et pereat mundus, metiendo en la cárcel a una buena parte de la cúpula independentista. Ya veremos qué consecuencias tiene todo ello tanto en el cuadro político como en el social. De momento va a permitir la reagrupación de un movimiento que, auto derrotado y dividido, va a levantar cabeza. Y no precisamente en torno a las personas más posibilistas sino justamente lo contrario. Un movimiento que, quizá, provoque la adhesión de sectores, que no siendo independentistas, entienden que la desmesura del juez campeador va en dirección opuesta a la solución de un litigio profundamente enquistado. Por no hablar de que el PNV puede poner en un brete al gobierno Rajoy en los presupuestos generales del Estado. Es la inutilidad del hágase justicia aunque el mundo se haga pedazos.

Alguien podrá argüir que la fuga de Marta Rovira (la misma que llegó a pedir a las voces opositoras en el Parlament que mejor se callaran si iban a poner trabas al avance hacia la independencia) ha dado pie al juez campeador para decretar prisión incondicional a la cúpula independentista.  Pero, entiendo, que eso es entrar en el terreno de la sospecha. De una sospecha que no puede ser  un argumento extrapolable al resto de los convocados a la vistilla de ayer en el Tribunal Supremo. No hay excusa para ese exceso de celo.

Segundo tranco

Parto de la siguiente consideración: la auto derrota y división del independentismo no es obra fundamental de sus adversarios políticos, sino de los aparatos del Estado, que –como dijo Cosme de Medici--  no funcionan rezando padrenuestros. Auto derrota decimos, cuya expresión más visible fue el discurso  de investidura del candidato Turull de hondas raíces autonomistas. Ahora bien, esa derrota del independentismo no es obra de sus adversarios políticos. Es cosa de la superestructura del Estado, y –lo de ayer más concretamente— la  gestión subjetiva de los «tiempos de la justicia». O, por mejor decir, de los tiempos de las puñetas del juez campeador.

Así las cosas, la resistencia de materiales del independentismo, con una buena parte de su star systems en prisión, puede entrar en una fase contradictoria: un sector que continuará exhibiendo musculatura; y otro que, de momento, tomará precauciones  por si las moscas. Pero ninguno de ellos renunciará definitivamente a la narración de lo que pudo haber sido y, hoy por hoy, no es. Es lo que tiene haber dejado en manos de la Brigada Aranzadi la solución del problema por parte de los convachuelistas de la Moncloa.
  
Tercer tranco

En la sesión de esta mañana del Parlament de Catalunya se ha oído una propuesta sensata, que ha planteado Miquel Iceta: que se forme urgentemente gobierno en Catalunya por quienes corresponde, y si no es posible que se vea la posibilidad de una mayoría alternativa. En caso contrario, digo yo para mis adentros, se pasará del empantanamiento a retroceder. Pero eso será posible si es que se quiere salir del cáncer. Mientras tanto, el hombre de Waterloo viaja que te viaja del coro al caño y del caño al coro.

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