miércoles, 8 de noviembre de 2017

200 alcaldes en Bruselas



Doscientos alcaldes acuden al parvulario de Bruselas con sus bastones de mando, símbolo del poder municipal que, en esta ocasión, ha sido utilizado abusivamente. Usado como inequívoca alcaldada.  ¿Quién ha pagado ese viaje? ¿A escote por cada viajero de su peculio personal o con los fondos municipales de cada ayuntamiento? En el primer caso, nada que objetar: cada cual hace de sus dineros lo que estime conveniente. En caso contrario, si se hubiera metido mano en la caja, estaríamos ante un caso de malversación. Cada munícipe debe explicarse. Importa el detalle. No todo le está permitido al procés.


En el parvulario de la ciudad de las coles flatulentas se encuentran Carles Puigdemont y compañía.  Discursos de rigor. Se reparten las invectivas: el mal es España y Europa; el bien es el fermento escatológico. Puigdemont –bendito párvulo--  arremete airadamente contra Europa, que prefiere a España antes que a un gobierno en prisión. Toda una carrera armamentística de acusaciones. Zafarrancho retórico. Un discurso a la desesperada de alguien carente de cuajo. ¿Por qué? Obviamente por su mala cabeza. Pero, sobre todo, porque ya tenía noticias  de que no se repetiría la lista unitaria del independentismo cara a las elecciones autonómicas del 21 de diciembre. ERC no paga timoratos. El hombre de Bruselas expresa, así, sus retortijones ante el gori gori que ya suena en su partido. El discurso de Bruselas es una expresión de los movimientos peristálticos de los antiguos convergentes.


No hay comentarios: