jueves, 5 de octubre de 2017

Puigdemont dijo y no dijo



Comparecencia televisiva de Puigdemont. Cuidada y sobria escenografía. Al fondo, una puerta abierta que, tal vez, indica un guiño o, quizá, es un descuido de un portero indolente. Las líneas del discurso son: autojustificación de lo hecho, crítica contundente a las fuerzas policiales, rapapolvo al Jefe del Estado y silencio ante lo más esperado, no menciona la declaración unilateral de independencia. Esto último, sin género de dudas, es lo más llamativo e importante.

Puigdemont –entiende un servidor, que no se cae de un guindo--  ha rebajado la tensión. Seguimos ciertamente al borde del precipicio, pero no ha dado un paso adelante. En todo caso, señalo que horas antes había declarado ante un importante rotativo alemán que la proclamación unilateral de la independencia seguía su curso. “Horas antes”, he dicho. Pero en estos momentos ese tiempo es muy largo. Las horas son muy largas o se hacen muy largas.

Sea como fuere, Puigdemont no ha tensado la cuerda. Lo que implica hacer algunas cábalas: que en su partido las cosas no están tan claras o bien que han aparecido fuertes presiones para encontrar una salida negociada al conflicto, o tal vez porque la economía empieza a enviar algunas señales preocupantes. O por todo junto.

Formalmente Puigdemont se ha movido. Por un lado, sabe que la Unión Europea no le va a echar un capote públicamente; por el otro, debe tener algunas informaciones de la presión oficiosa de algunos mandatarios europeos que buscan una salida pactada al problema. El hombre de Pontevedra debe tomar nota de lo que ha dicho Puigdemont. De lo que ha silenciado –aunque sea momentáneamente--  el hombre de Girona. Y de los movimientos de las fuerzas políticas que están interesadas en iniciar un curso que apacigüe y relaje la tensión. Es más, si tuviera olfato este caballero caería en la cuenta que una parte de su propuesta –esto es, la mediación internacional--  se ha producido: indirectamente el Vaticano está detrás. Que los mitrados de Barcelona y Madrid se hayan lanzado a la mediación es cosa del Papa Francisco. Ingenuidad, no padre. Cuando uno está en puertas de los ochenta años no acostumbra a caerse de un guindo.

Seguimos en el precipicio. Conténganse los ánimos suicidas. Podemos estrellarnos y quedar con los sesos hechos fosfatina.


Tomo precauciones: escribo este post a las 10,44. Mientras tanto, me encomiendo a la sugerencia de Lucho Gatica que cantó aquello de Reloj, no marques las horas


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