viernes, 4 de agosto de 2017

Sugerencias veraniegas desde Cataluña




Los políticos con mando en plaza, tanto de la Moncloa como de la Generalitat, se empeñan en hacer una obra de caridad: que no nos aburramos durante el mes de agosto. Aprovechan cualquier medio, incluido twitter, para ejercer esa virtud teologal con la idea de procurarnos, además, la salvación así en la Tierra como en el Cielo. Y de esa manera el monotema compite con las calores y la humedad a ver quien agobia más al sufrido mortal. Suerte que tenemos el gazpacho que nos defiende de tanta tortura.

Los del provinciano bastón de mando nos alertan contra el aburrimiento. Pero, ¿qué tiene de malo el aburrimiento? ¿Por qué tiene necesariamente una connotación negativa? Se dice que, en pleno bostezo, Fibonacci construyó sus famosas series de números; que Neper, no sabiendo qué hacer, ideó los logaritmos; y que Neymar, harto de ser un segundón mimado, cogió los bártulos y se plantó en París. En resumidas cuentas, aburrirse ha contribuido en no pocas ocasiones a provocar  algunas discontinuidades de envergadura.

Ahora bien, entiendo que haya miles de personas  que les resulte fastidioso aburrirse. Que sean incapaces de recrearse en el arte de bostezar. Tal vez si los antiguos padres de la filosofía hubieran meditado sobre el particular estaríamos en mejores condiciones de valorar esa situación. Pero, que yo sepa, no cayeron en el detalle. Limitaciones de la filosofía occidental.

En todo caso, quienes no gozan del aburrimiento deberían practicar la lectura. Por supuesto, no recomiendo el Ulyses (Joyce), que es cosa de momentos menos sofocantes. Tampoco la lectura del gran Marcel Proust, cuyo momento más apropiado sería la Semana Santa. Les sugiero nada más y nada menos que la famosísima novela “Gargantúa y Pantagruel”, de François Rabelais. Aventuras, comilonas estratosféricas, picardías, insultos soeces, que superan en voltaje a lo que se dicen los tertulianos. Además, no consta que Rajoy y Puigdemont la hayan leído, lo cual es ya una garantía. Así pues, no sea usted como ellos.


Les digo que la lectura de esta obra clásica es una garantía contra las calores, la humedad (que aumenta la sensación térmica del sofoco) y un remedio contra el aburrimiento. Les aseguro que se mearán de risa. En conclusión, el libro que usted tiene pensado para leerlo en agosto puede esperar. Gargantúa y Pantagruel es el mejor gazpacho que usted puede llevarse a la boca. Gazpacho cortijero, no de restaurante. 




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