martes, 2 de mayo de 2017

La fragilidad del sindicalismo


En puertas del Primero de Mayo, Pepe Álvarez, secretario general de UGT, ha dicho algo de gran importancia: «Somos mucho más frágiles de lo que pensábamos» (1). Son palabras que deben fijarse en  mármol de Macael. Abro paréntesis: en Macael trabajó de niño chico el padre noble de la izquierda, maestro de sindicalistas y cofundador de CC.OO, Ángel Rozas.  Cierro paréntesis.

Las palabras de Álvarez son un toque de atención a cierto espíritu de autosuficiencia de no pocos sindicalistas que consideran la fuerza del sindicalismo como un dogma definitivamente dado. Como algo que cae por su peso al margen de la real fuerza cuantitativa y cualitativa del movimiento organizado de los trabajadores. Y de esas exageraciones, que vienen de antaño, surgió aquel dicho: «Sin el sindicalismo no se puede hacer nada, y menos en contra del sindicalismo». También, todo se ha de decir, mi generación se regodeó en ese constructo. No supimos ver –ahora tampoco, según parece--  que el sindicalismo es fuerte esporádicamente, en ciertas contingencias. Pero no de manera sostenida. Por ejemplo, la reforma laboral se hizo sin el sindicato y contra el sindicato.

Este tipo de reflexiones, como las de Álvarez, provocan urticaria en algunas pieles sensibles de las organizaciones sindicales. La respuesta es el silencio o la rutina.  Toxo ya advirtió en su día algo que muchos silenciaron: «No podemos seguir haciendo lo mismo de siempre para conseguir los mismos resultados de siempre». Pocos le acompañaron en la reflexión que finalmente fue sepultada en el ninguneo.

Paco Rodríguez de Lecea propone en su Todos los males menores lo siguiente: «El Primero de Mayo es el día idóneo para una reflexión de cierto calado, desde criterios de clase». ¡Ajá, bien dicho! Y yo me digo si no es demasiado pedir que, tras el Primero de Mayo –cuyo nombre empieza a transformarse en dos extrañas figuras: en 1 de Mayo, según muchos pasquines sindicales, y en Día del Trabajo como dicen las cadenas televisivas--  se inicie esa reflexión de «cierto calado». Es decir, sobre la fragilidad del sindicato y acerca de la rutina de hacer lo mismo de siempre para conseguir los mismos resultados.

Oído cocina: conjugar el verbo renovar sin darle contenido concreto es toreo de salón.  


No hay comentarios: