sábado, 15 de abril de 2017

«En política se puede hacer todo, menos el ridículo»


El independentismo catalán está viviendo una semana de pasión. Con su correspondiente cáliz de amargura. Son tiempos de rifirrafe en si bemol entre el partido PDECAT, ex Convergència, y su socio Esquerra Republicana de Catalunya. Cuando los números no salen cualquier mota de polvo acaba siendo una tempestad. Y los números no salen. De ahí que, cuando los estrategas de una y otra fracción se rascan la cabeza para ver cómo se cuadricula el círculo, las líneas de mando se enzarzan en berrinches que, al menos en el caso que comentaremos, provocan hilaridad.

En un restaurante de Manresa se celebra una comida de hermandad. A la hora de la sobremesa –después de los correspondientes caldos, moscateles y ratafías--  toma la palabra el joven secretario de Organización del PEDECAT. El caballero entiende que todos los comensales son de dicho partido. Nadie le ha hecho saber que se encuentran también dos dirigentes locales de ERC. El orador viene a decir que si los números no salen colocarán como primero de la lista a un autonomista. Ignora –de hecho todos ignoran--  que el discurso se está gravando. ¿Cómo testimonio de un acontecimiento histórico o como muestra de desconfianza? Eso no consta en la crónica del ágape. Días después el discurso del secretario de Organización aparece en los medios. No hace falta saber ni demostrar quién lo ha grabado y filtrado.  

Las relaciones entre ambos partidos se tensan. Se tiran en público los platos. Se piden explicaciones. Silencio, estamos en Semana santa. Y entonces estalla el petardo. Rueda de prensa. El PEDECAT, por boca del mentado secretario, nos hace saber que «pondrá el asunto en manos de la Fiscalía». No se aclara si es por grabar el discurso o por filtrar la noticia. El ministerio fiscal debe investigar quién (o quiénes) han cometido sendas indiscreciones o infidelidades. Bonvehí se llama este párvulo dirigente.


Conclusiones provisionales: o este joven no está informado del proceso de desconexión, de la servidumbre forzada o voluntaria de la Fiscalía a los aparatos del Estado o no se ha repuesto de los efectos de la comida. Téngase en cuenta que el agua suele ser un tantico traicionera. En resumidas, cuentas se pone en manos del Estado –que nos roba, saquea, expolia, engaña y reprime--  un contencioso, no irrelevante, entre hermanos independentistas. Lo que sucede cuando no se siguen los consejos del viejo Tarradellas: «En política se puede hacer todo, menos el ridículo». Esta es una idea que, antes de que el viejo president la acuñara, se la escuché a mi viejo amigo Jaume Puig i Tarradas:  «Es más penoso hacer el ridículo en política que cometer un error». Jaume Puig, en la foto, que nunca exigió derechos de autor a Josep Tarradellas.  


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