martes, 28 de febrero de 2017

¿DEROGAR LA REFORMA LABORAL… O ALGO MÁS?

Miquel Àngel Falguera  Baró (TSJ Cataluña)

La Exposición de Motivos de la Ley 3/2012 –con el precedente del Decreto-Ley homónimo- aducía una doble justificación: acabar con la alta tasa de paro entonces existente y dotar a las relaciones laborales de mecanismos ágiles de flexibilidad. Más de cinco años después de la reforma laboral que puso en marcha el anterior Gobierno del PP se ha convertido en una especie de mantra –en diversas instancias españolas e internacionales- la afirmación que esos objetivos se están cumpliendo en base a datos estadísticos macroeconómicos.

Sin embargo, una cosa es la “foto” estadística; otra, muy distinta, la realidad que vivimos cada día en los juzgados y tribunales. O la que vemos cada día como meros ciudadanos. Es lo que tiene el discurso meramente economicista basado en estadísticas: el retrato no es verídico, en tanto que se basa en cifras, no en personas.  La reducción del paro se sustenta hoy en empleo de muy baja calidad –contratación temporal desmesurada y un amplio porcentaje de trabajo a tiempo parcial-. Y en la práctica la supuesta “mayor flexibilidad” no es otra cosa que una “precarización” de las condiciones de trabajo, al haberse incrementado exponencialmente las competencias decisorias de los empleadores en el marco del contrato de trabajo. Es recurrente hoy la figura de los “pobres con trabajo”, lo que no es otra cosa que hablar de un mayor número de personas que se encuentran en muy difíciles situaciones económicas, mientras que la riqueza de unos pocos ha aumentado exponencialmente. La “mejora económico” beneficia a los poderosos, no al conjunto de la ciudadanía. Una realidad ciertamente alejada del mandato constitucional a los poderes públicos para promover una igualdad “real y efectiva”.

De hecho, pese al triunfalismo en las declaraciones, parece obvio que el conglomerado de cambios normativos que dieron lugar a la reforma laboral de 2012/2013 se sustentaba en una serie de pilares ocultos, a saber: a) incrementar las competencias decisorias de los empresarios (dotándoles de mayores atribuciones en aspectos como la movilidad funcional o la modificación sustancial de las condiciones de trabajo, eliminando la autorización administrativa en los despidos colectivos, etc.); b) una reversión negativa de derechos de las personas asalariadas (reducción de la indemnización por despido, el contrato indefinido de apoyo a los emprendedores, menor control judicial sobre las extinciones, descenso de las garantía del FOGASA,  revisión a la baja del sistema de pensiones, etc.); y c) una disminución significativa de los mecanismos de control de la empresa, internos y externos (cláusulas de inaplicación de convenio con arbitraje forzoso, potenciación de los convenios de empresa, etc.).  Esos eran, en el fondo, los objetivos buscados con dicha reforma normativa.

Aunque ese panorama se base en discursos aparentemente tecnocráticos, la realidad es otra: se trata de mera ideología. Los teórico neoliberales están convencidos que la desigualdad crea riqueza (lo que no deja de ser parcialmente cierto: la genera para los ricos) y que es el único camino. No es cierto: al menos en el terreno de las relaciones laborales las experiencias de otros países –en especial, los septentrionales europeos- ponen en evidencia como es perfectamente posible combinar las tutelas de las personas asalariadas y pensionistas con estándares suficientes de igualdad que no afectan negativamente al crecimiento. A lo que cabrá añadir un efecto adicional: son los sectores productivos que menos valor añadido aportan en términos de recursos humanos y crecimiento personal los que precisan de precarización; por el contrario, los modelos de industria y servicios más especializados requieren mano de obra más calificada y formada, lo que redunda en beneficio de las condiciones contractuales.  El tan reiterado “cambio del modelo productivo” exige previamente una efectiva modificación del sistema de relaciones laborales, así como una mayor formación profesional de los ciudadanos.

El maestro Josep Fontana ha dedicado sus últimas obras (entre ellas, el imprescindible “Por el bien del Imperio” o la más reciente, “El siglo de la revolución”) a explicarnos lo que está ocurriendo.  Su tesis es simple y obvia: la fase del denominado Estado del Bienestar –que, desde el punto del iuslaboralismo es también coincidente con la constitucionalización de las grandes instituciones de nuestra disciplina- no obedecía a una voluntad graciable de los poderosos, sino a su miedo. De esta forma el gran pacto social de postguerras en Europa (que en España tuvo un trasunto tardío en los denominados Pactos de la Moncloa) respondía al temor de las clases acomodadas a la existencia en media Europa de otro modelo social y la constatación del hartazgo del estatus quo vigente por las clases asalariadas tras haber sacrificado dos generaciones en sendas guerras mundiales.  Pero a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta del pasado siglo la debacle del modelo soviético era ya constatable, lo que fue acompañado de otros fenómenos paralelos: la creciente hegemonía del denominado “capitalismo popular”, el cambio en el modelo productivo,  la revolución tecnológica y la globalización productiva y de servicios. En el nuevo paradigma resultante los poderosos ya no tenían –ya no tienen- miedo; de ahí que empezaran a reclamar la devolución, con los correspondientes intereses, del  trozo del pastel que en su día sus temores les hicieron soltar. En otras palabras: el contrato social welfariano se dio por finiquitado. Se trata de recortar las conquistas sociales de civilidad democrática, de revertir negativamente las rentas, de eliminar controles internos y externos al poder (también en la empresa) y de articular un discurso social hegemónico en el que el núcleo esencial de la ciudadanía ya no se base en el trabajo, sino en la “emprenduría”.

Si se parte de esa constatación la reforma laboral del 2012/2013 halla una plena lógica explicativa: el “empleo” y la “flexibilidad” no son más que simples pantallas de las intenciones ideológicas reales subyacentes. La crisis económica reciente se convirtió en la gran excusa para avanzar por esa senda. Y el miedo cambió de bando.

En esa tesitura no deja de ser sorprendente el discurso de los distintos colectivos que se oponen a esa reversión democrática. En ocasiones se tiene la impresión que aquello que se reclama no es otra cosa que el cumplimiento por los poderosos del contrato social del que surgió el Estado del Bienestar, obviando que las circunstancias han cambiado. Pero de nada sirve invocar el principio “pacta sunt servanda”, cuando la contraparte ha aplicado unilateralmente el de “rebus sic stantibus” y no hay tribunal con jurisdicción para componer el conflicto de intereses.

Los viejos tiempos no van a volver. Guste o no, el pasado es pasado: es inútil empeñarse en reivindicarlo.  Por eso no entiendo que, ante la situación actual del mercado de trabajo el discurso de la izquierda política, social y los sindicatos se centre esencialmente en reclamar la derogación de la última reforma laboral, sin grandes matizaciones. ¿Se trata de volver al modelo previo después de la reforma del último Gobierno Zapatero, que no fue más que un precedente del vigente marco normativo? O si no, ¿seguimos retrocediendo en el tiempo hasta el Estatuto de los Trabajadores de 1980?...

La solución es otra: empezar a construir un discurso alternativo en clave democrática, igualitaria y fraternal para ir generando hegemonía en el discurso social. Y ello requiere ineludiblemente articular un nuevo desiderátum de relaciones laborales y de protección social. Por tanto, diseñar un modelo de contrato de trabajo menos descompensado que el actual (y que el previo al mismo), un sistema más democrático de relaciones laborales con nuevos mecanismos de control interno y externo de la empresa, de qué se produce y cómo se produce (resituar el debate sobre el poder en la empresa), la adaptación de nuestra disciplina al cambio de modelo superando la visión unidireccional de la flexibilidad contractual para pasar a otra bidireccional y regulando la flexibilidad en la producción (externalización, empresas multiservicios,  ubereconomía, etc.), en la organización de la empresa (grupos de empresa, empresas-red, etc.) y en los medios  de producción informáticos (su uso en el trabajo, sus efectos sobre el derecho de huelga, etc.), así como de dar una nueva respuesta a los distintos estados de necesidad que nuestra sociedad genera (superando, por qué no, el modelo de Seguridad Social esencialmente profesional).

Sólo un discurso alternativo y posible puede generar el miedo de los poderosos necesario para soslayar la actual degradación de las tutelas democráticas. Por eso, la simple exigencia de derogación de la reforma laboral no es nada más que poner paños calientes sobre una herida infectada: es inútil, sin alternativas, para parar nuevos embates en la degradación de la igualdad y la reversión de rentas y de poder.





domingo, 26 de febrero de 2017

La Justicia investiga las braguetas de los viejos convergentes catalanes

La Justicia vuelve a poner los ojos en la doble contabilidad de los viejos convergentes catalanes. Vuelven a estar en el ojo del huracán Artur Mas, el tesorero y algunos masoveros. Es el famoso 3 por ciento. Que según dijo Carod Rovira en su día podía ser incluso el 4, o 6 o incluso más. No es que eso le diera mayor credibilidad al feo asunto, pero efectivamente dejó sin habla a las viejas cohortes de la derecha nacionalista. La podredumbre estaba instalada en todo lo alto y desde allí se desparramaba verticalmente en todas las direcciones de la vieja Convergència y sus alrededores.

Así pues, desde la sala de máquinas había que reaccionar. Y aprovechando que iba tomando grosor el independentismo catalán, en buena medida propiciado por Esquerra Republicana de Catalunya, Artur Mas y sus mesnaderos organizaron la gran operación del transformismo que se haya visto hasta entonces en Cataluña. Aplicaron, pues, el famoso «¿dónde va Vicente?» y ellos mismos aplicaron la receta. Donde va (alguna) gente. Abrazaron desparpajadamente la teología independentista, también para que las importantes dosis de neoliberalismo –en Sanidad y Enseñanza, por ejemplo--  pudieran camuflarse como buena compañía. Es decir, vieron que había que crear un cordón sanitario entre los negocios oscuros del 3 por ciento y la posible intervención de la Justicia que ya empezaba a oler las braguetas de los dirigentes de la vieja Convergència.

Más todavía, arreciaron en dicho quehacer porque los chavales de Esquerra empezaban a ocupar un preocupante cacho de la centralidad de la política catalana. Y esto era –y sigue siendo--  lo intolerable.


En resumidas cuentas, la reacción del rey (también emérito) Artur recuerda determinadas poses del Partido Popular. Todos, así pues, se ponen de largo con su particular banderita. Y, en cierta medida, ambos han contagiado a quienes nunca se hubiera sospechado de seguidismo. O, si se prefiere, en una nueva edición del viejo baile gatopardesco. 


sábado, 25 de febrero de 2017

El centro de trabajo es lo primero. La calle es la guinda

Isidor Boix, maestro de sindicalistas, aprovecha su ´diálogo´ con Francisco Louça y Rafael Poch para hablar de las cosas europeas. De paso, aprovecha la ocasión, y propina un merecido cogotazo al secretario general de la CES allá donde puede doler más a un dirigente sindical. Lo uno y lo otro lo verá el paciente lector en “El sindicalismo europeo puede responder, debe responder”:  http://iboix.blogspot.com.es/2017/02/el-sindicalismo-europeo-puede-responder.html.


En un momento dado del mencionado artículo, Isidor nos dice: «En este proceso a la acción sindical del día a día, desde el centro de trabajo, debería incorporarse la componente transnacional, global, de los intereses individuales y colectivos, lo que supone entender y traducir que el objetivo del “trabajo decente” en el mundo es del interés inmediato, individual y colectivo, de cada trabajador y cada trabajadora del planeta, del Norte y del Sur». (La cursiva es mía). En concreto, sitúa el epicentro de la acción sindical en el centro de trabajo. Alguien se preguntará qué hay de novedad en esa formulación en ese “desde el centro de trabajo”. Ninguna, pero…

… Pero lo cierto es que el sindicalismo confederal español da la sensación de que su epicentro está en otro lugar, en la calle. Más todavía, que «la calle» es su lugar natural. Si mi percepción fuera real no dudaría en decir que es un error. Un error de bulto. Máximo cuando llevamos demasiado tiempo con un estancamiento general, salvo excepciones, de la negociación colectiva. Máximo cuando la cuestión salarial tiene su lugar preferencial en el centro de trabajo. O, por decirlo con Isidor, desde el centro de trabajo.  Es decir, la casa donde está realquilado el sindicato es el centro de trabajo. No lo es la calle. Me dirán algunos que no hay que abandonar la calle. Cierto, cuenten conmigo para acompañarles ahí. Pero aquí estamos hablando de que el lugar preferencial de la acción reivindicativa es el centro de trabajo. La calle es un lugar de paso para exhibir lo que se hace en el interior de la casa.

Es en el centro de trabajo donde nace la fuerza afiliativa. La fuerza establemente organizada. En el centro de trabajo se piensa; en la calle se agitan las banderas. En el centro de trabajo se estructura el conflicto social, en la calle se luce la comitiva. Y digo más, cuando se dice que ambas cosas no son contradictorias, yo añado que pueden serlo si las comitivas de calle no tienen la partida de nacimiento del centro de trabajo. Y si quieren un argumento más castizo diré que la calle es la guinda; el centro de trabajo es el pastel.



viernes, 24 de febrero de 2017

Pobreza energética y pobreza salarial, dicen.

Escribe El dómine Cebra

Hay un afán desmesurado por acuñar conceptos. Yo diría desmesurado. En eso se llevan la palma ciertos sociólogos que rivalizan entre sí en ver quién la dice más estridente o más novísima. Hay que convenir que se están saliendo con la suya. Primero crearon el constructo «pobreza energética» y ahora la «pobreza salarial». Como si la pobreza necesitara ser adjetivada. Pues bien, la una y la otra se ha extendido como un reguero de pólvora en tertulias, artículos de opinión y hasta en las declaraciones de la mayoría de los políticos, politólogos, talabarteros y demás oficios. Hasta prestigiosos sindicalistas se han sumado a esta exhibición del lenguaje, amenazando con figurar en la pancarta.


¿No basta con decir pobreza? ¿No tiene rotundidad decirlo así, a secas? ¿Necesita la pobreza tener más contundencia con un inútil adjetivo?  En fin, tenemos dos problemas: el de la bulimia de acuñar términos sin ton ni son y el del seguidismo de ellos, es decir, esa contumacia en hablar de prestado.  

jueves, 23 de febrero de 2017

¿Podemos? Democracia o cesarismo



Escribe Javier Terriente

La excepcionalidad como norma

Las razones por las que un grupo humano renuncia a una parte de su libertad, voluntaria y democráticamente, en favor de la autoridad y la autonomía de un líder, son difíciles de entender. Sólo la sensación de peligro inminente ante una amenaza real para la seguridad procedente del exterior, o el riesgo inmediato de una gravísima eclosión interna, pueden explicar situaciones semejantes.

En todo caso, ese tipo de fenómenos solo se produce en determinadas condiciones excepcionales, que justificarían una desregulación general o particular de las reglas democráticas, con consecuencias graves sobre las relaciones de convivencia. La aprobación de leyes especiales por un tiempo determinado, es una de sus características.

Podemos ha vivido una breve travesía triunfal, a caballo de una contradicción prevista para un ciclo electoral corto e intenso: derechos restringidos de los inscritos a cambio de eficacia política, limitaciones democráticas internas por democracia avanzada para los ciudadanos. Sacrificios hoy, en función de un mañana radiante. Sin esas premisas habría sido inimaginable la proclamación de un liderazgo fuerte, con tanta carga simbólica como la que personifica Pablo Iglesias.

La cuestión ahora radica en que la nueva mayoría de Vistalegre 2 se ha constituido sobre varias paradojas complementarias:
En el plano organizativo: la continuidad en líneas generales, de forma indefinida, de un conjunto de reglas específicas concebidas, en principio, para afrontar con éxito un periodo electoral breve y complejo. La llamada Máquina de Guerra Electoral.

En el plano de las estrategias: la configuración de una secretaría general presidencialista, pero obligada en cambio a federalizar y redistribuir el poder interno y compartir estrategias y decisiones con los diferentes aliados territoriales.

En el plano doctrinal y político:el propósito de construir un ambicioso Bloque Histórico (sic), de largo aliento, pero que pivotaría sobre una relación privilegiada con fuerzas de la izquierda dogmática, al borde de la desaparición.
En el plano de la cotidianidad: la  divergencia entre los déficits de participación de los inscritos en el gobierno real del partido, en sus diferentes instancias territoriales y sectoriales, y las atribuciones extraordinarias de la secretaría general en su funcionamiento regular.

Y por encima de todo, en el plano ético-moral: la capacidad del líder de disciplinar conductas y conciencias hacia una meta común que las sobrepasa y las unifica, en contraste con la disponibilidad de un estatus prácticamente incontrolable.

Normalizando lo excepcional, homogeneizando lo diverso: ¡Unidad, unidad, unidad!

Probablemente,  estos hayan sido algunos de los principales daños colaterales, no deseados ni previstos, inherentes al funcionamiento  de la “Máquina de Guerra Electoral”. Sin embargo, Vistalegre 2, lejos de reformarla en un sentido más participativo, plural y transparente, ha decidido que se convierta, en lo esencial, en un modelo estructural permanente.

De este modo, la singularidad organizativa en la que se desenvolvió Podemos en el pasado inmediato (“correr atándose los cordones”), ha pasado a ser un método duradero,a pesar de que el país ha entrado en una nueva etapa más o menos convencional. Más aún, la Máquina ha acabado devorando a la mayoría del grupo fundacional y se ha distanciado del destino previsto, transformándose en un arma formidable de eliminación de disidencias y de blindaje del líder. Especial trascendencia tiene el alcance de la verticalización burocrática de los poderes internos en el entramado organizativo. La homogeneización extrema de todos los núcleos/nudos de poder entra dentro de lo posible. Como exclama el coro en la obra Los Horacios y los Coriáceos de Bertolt Brecht, alabando las virtudes de un remo que tanto vale para navegar por aguas turbulentas través del desfiladero o como un arma de guerra, “muchos objetos hay en un solo objeto”.

Hay pocas dudas de que los reiterados llamamientos a la unidad en Vistalegre 2 han hecho las veces de conjuro exorcista contra cualquier intento de cuestionar el modelo organizativo, la estrategia y el liderazgo moral del Secretario General. Como tampoco es irrelevante que, hasta sus oponentes, hayan exaltado su figura por encima de las controversias, intentado capitalizar en vano, o al menos compartir, los réditos de su liderazgo. Craso error. No había margen para una finta inverosímil en esa batalla feroz por el futuro de Podemos.

Incluso es posible que el dato reiterativo de la mala imagen de Iglesias en las encuestas  haya jugado como una espoleta en el sentido contrario, provocando en determinados sectores la defensa numantina del líder. Da la impresión de que el mundo real camina en una dirección distinta a la mayoría de Vistalegre 2.

Luego entonces, no es de extrañar que un Congreso, que se convoca para dirimir las diferencias entre proyectos diferentes y hasta contrapuestos en cierta medida, se convierta en la simple caja de resonancia  de una ceremonia colectiva de exaltación de la unidad interna(cuando intervenía Errejón, sobre todo), tapando, en cambio, por ejemplo, la discusión sobre el retroceso de Podemos en las elecciones del 23 de Junio, o el plan de reconvertirlo en un partido siamés de IU, en versión 2.0.

Visto lo visto, Vistalegre 2 no fue un espacio idóneo para la disputa ideológica ni programática. Las amenazas reiterativas de dimisión no hacían sino acentuar la vertiente dramática de una representación cargada de fuertes emociones y escasa controversia política. Mientras, un importante sector del público, educado en la vieja escuela, tan secular y tan nuestra, tan hispánica por otra parte, de la intransigencia hacia quienes piensan diferente, reclamaban un Podemos piramidal, uniforme, homogeneizado en torno al líder, que lo alejara del peligro de la contaminación derechista, de la inmersión en el pantano reformista y de las amistades peligrosas, encarnadas en la malvada, alargada y desgarbada figura de Iñigo Errejón. Todo el poder para Iglesias. Unidad sin ataduras. Unidad sin fisuras.

Podemos frente al mundo

Porque solo bajo la premisa de concentrar poderes extraordinarios, aceptaría el desafío titánico de no dimitir y de conducir a Podemos hasta la tierra prometida de las victorias electorales de 2019 y 2020, en un combate frontal, heroico, por desigual, contra la Trilateral de los partidos del sistema. Desde esa perspectiva, el antagonismo directo entre las multitudes y el Poder a través de la movilización social, no necesita de intermediarios institucionales relevantes. Las instituciones pierden peso. Es la hora del pueblo en marcha y de los liderazgos fuertes. El momento de tomar los cielos por asalto. Un escenario teóricamente ideal para el sorpasso. Un mensaje este que goza de un fuerte apoyo entre las bases, aunque de porvenir incierto entre el electorado.

Y así, sin apenas disputa, casi sin esfuerzo, Iglesias ha logrado aprobar su proyecto de giro hacia el resistencialismo neoizquierdista, oculto tras la bandera de la Unidad, con la que se ha golpeado sin piedad a los oponentes durante todo el proceso pre y congresual. En coherencia, al identificar centralidad democrática con derechización, la nueva mayoría ha infravalorado el valor de las instituciones representativas en la construcción de un eje común a los anhelos de la gente, escogiendo situarse en la esquina de la calle primera a la izquierda. Nada nuevo bajo el sol. Al fin,listos para la batalla final. Podemos sólo frente al mundo.

En estas circunstancias extremas, y con un sistema electoral manifiestamente mejorable en muchos sentidos, sin disponer además de un censo de votantes, que el equipo de Errejón no haya ganado el Congreso no debería interpretarse de manera simple como un fracaso. Por el contrario, puede ser determinante para el futuro de Podemos que Errejón haya sido el tercero de la lista al Consejo Ciudadano(muchos de la nueva mayoría lo han votado) y que el 37% de éste corresponda al equipo Recuperar la Ilusión (una minoría potencialmente con futuro en una España y una izquierda en transición).

¿De Madrid al cielo? Ya se verá. Por ahora, larga vida a la tesis gramsciana de construir una nueva hegemonía política, social y cultural, como paso clave para ganar el gobierno. Hay partido. Siempre, claro, que no haya desmayos por el camino.



miércoles, 22 de febrero de 2017

En Cataluña, mentiras a manta

Desconfíen ustedes de los gobernantes que no lleven un polígrafo portátil. Ese chisme que, según dicen las películas norteamericanas, detecta si quien habla es un mentiroso consumado o no. Naturalmente, los gastos deberían ir a cargo del gobernante en cuestión. Lo decimos porque finalmente se ha aclarado lo que dijo el versátil Delegado del gobierno en Cataluña, Enric Millo, con relación a los contactos –a todos los niveles, dijo--  entre “Madrid” y “Barcelona”. A algunos no se nos pasó por alto ese enfático «todos». Intuimos que también en los llamados altos niveles. O sea, Rajoy y Puigdemont se habían visto las caras, según indiciaba Millo. De ello hemos hablado en Cataluña y sus posverdades.

Tras la información de Miquel Iceta, una persona bien avisada, de que efectivamente había habido contactos al más alto nivel, La Vanguardia, nos informa que los hubo. Ya se sabe: Vox La Vanguardia vox Dei. Pero antes de ello los masoveros de Puigdemont y de Rajoy afirmaron que ni hablar del peluquín. Que las espadas seguían en alto. Ninguno de ellos se sometió al polígrafo. Alguien, con más celo de lo debido, pongamos que hablo de la vicepresidenta de la Generalitat, Neus Munné, fue taxativa. Aquello era otra agresión a Cataluña.

Sin embargo, se descubrió el pastel: hubo reunión con comida incluida. Sabemos ahora el desconcierto en las filas de los grupos dirigentes del partido de Artur Mas y de la turbación en las filas del independentismo, siempre partidario de que «al enemigo, ni agua». Mientras tanto, Puigdemont aplica los métodos arteros de sus mentores: doble moral y doble contabilidad.

Cambiamos radicalmente de tema, pero seguimos con lo del polígrafo. Mi editor me dice: «Tu libro, No tengáis miedo de lo nuevo, aparecerá a principios de junio». Le respondo: «Debes pasar la prueba del polígrafo». Y me responde: «Palabrita del Niño Jesús». Sea, pues. El libro a principios de junio.


Otra cosa: La foto que preside este post nada tiene que ver con el contenido. Es sencillamente un homenaje a Horacio Fernández Inguanzo y Juan Muñiz Zapico (Juanín). Dos hombres de palabra veraz. La  foto es de la Fundación Primero de Mayo.

  

martes, 21 de febrero de 2017

El «esquirolaje tecnológico»

¿Han leido ustedes la entrada en el blog de Antonio Baylos sobre la sentencia de Tribunal Constitucional sobre el «esquirolaje tecnológico»? Ahí la tienen: http://baylos.blogspot.com.es/2017/02/esquirolaje-tecnologico-y-tc-habla.html. Imprescindible leer esta entrada.

«Esta sentencia, la 02/02/17  es tan importante como lamentable para los derechos fundamentales de los trabajadores». No lo dice una pancarta sindical sino don Carlos Hugo Preciado Domènech, Magistrado de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Una sentencia que contradice los planteamientos anteriores del Tribunal Supremo. Lo que indudablemente complicará más el ejercicio del derecho de huelga en el centro de trabajo innovado.

Las nuevas complicaciones se sumarán a las que venimos observando desde 1977 cada vez que hemos reflexionado sobre las interferencias que el hecho tecnológico provoca en el ecocentro de trabajo. Vale decir que el sindicalismo ha sido bastante remolón sobre el particular. Sigue ejerciendo la huelga en el nuevo estadio de innovación y restructuración de los aparatos productivos como en la etapa anterior. La sentencia del Tribunal Constitucional llueve sobre mojado. De ahí que volvamos a la carga con nuestros planteamientos.

Decíamos ayer que «Históricamente el ejercicio del conflicto se ha caracterizado por un acontecimiento rotundo: si la persona dejaba de trabajar, la máquina se paralizaba por lo general; este detalle era el que provocaba la realización de la huelga. Hoy, en no pocos sectores, la ausencia de vínculo puntual entre el hombre y la máquina (esto es, que la persona deje de trabajar) no indica que la máquina se paralice. Más aún, gran parte de los conflictos se distinguen porque las personas hacen huelga (dejan de trabajar), pero las máquinas siguen su plena actividad. Podemos decir, pues, que la disidencia que representa el ejercicio del conflicto no tiene ya, en determinados escenarios, las mismas consecuencias que un antaño de no hace tanto tiempo. Esto es algo nuevo sobre el que, a nuestro juicio, vale la pena darle muchas vueltas a la cabeza. Parece lógico, pues, que el sujeto social se oriente en una dirección práctica de cómo exhibir la disidencia, promoviendo el mayor nivel de visibilidad del conflicto. En otras palabras, la visibilidad del conflicto tendría como objetivo sacar la disidencia del espacio de la privacidad para hacerla visiblemente pública. En suma, para una nueva praxis del conflicto, apuntamos los siguientes temas de reflexión: 1) el carácter y la prioridad de las reivindicaciones, tanto generales como aquéllas de las diversidades; 2) la utilización de la codeterminación; 3) los mecanismos de autocomposición del conflicto; 4) la utilización de las posibilidades reales que ofrecen las nuevas tecnologías para el ejercicio del conflicto; 5) nuevas formas de exhibición de la disidencia, dándole la mayor carga de visibilidad en cada momento.» Así lo decíamos el 5 de abril de 2015, como síntesis de nuestras observaciones desde 1977, en http://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/09/la-parabola-del-sindicato.html.

De manera que mantener el viejo estilo cuando todo ha cambiado es un derroche de ineficacia. La sentencia del TC es otra llamada de atención. En suma, la combinación de la rutina  y esta sentencia pueden ser letales para el ejercicio del conflicto social. Digamos, pues, que  si se habla –y se está empeñado--  en el repensamiento del sindicato, ¿acaso hay que hacerse el distraído en torno el ejercicio del conflicto social? Doctores tiene la Iglesia.


lunes, 20 de febrero de 2017

Cataluña y sus posverdades


Enric Millo, delegado del Gobierno en Cataluña, declaró hace días a la televisión autonómica catalana que había «conversaciones discretas» entre Madrid y Barcelona. Para darle mayor verosimilitud lo acompañó con un sugerente lenguaje corporal como indicando a la audiencia ¿estás en lo que es. Y amplió lo dicho a un enigmático «a todos los niveles», sin precisar cuáles. ¿Posverdad?  Antes de que el susodicho Millo entrara en el coche oficial ya había respuesta de las autoridades autonómicas. De eso nada, respondieron. Aquí no hay conversaciones ni nada que se le parezca. ¿Posverdad? En todo caso, tenemos un problema: ¿qué ocurre cuando chocan dos posverdades, una que mira a babor y la otra a estribor? Todo un problemón, cuya forma de despejarlo no aparece en los tratados de lógica de Bertrand Rusell.  

Ahora bien, podemos abundar en el tema partiendo de las siguientes consideraciones: Millo siempre fue una persona reñida con decir la verdad. Pero también las autoridades autonómicas que han desmentido la noticia tampoco tienen buenas relaciones con la verdad. Así es que estamos ante un trilema: o ambos dicen la verdad o ambos mienten o, finalmente, hay uno que miente desparpajadamente. Ciertamente, sigue la complicación. Por lo que todavía no estamos en condiciones de saber quién es el que organiza esa chuminada de la posverdad. “Aproximadamente” quiere decir en este caso a estilo compadre.

De manera que debemos seguir con el escardillo y hurgar en los textos de lo que declaran Millo y sus detractores. De Millo no podemos decir nada más, tiró la piedra y escondió la mano. La indagación nos lleva, pues, a interpretar las declaraciones de otro posverdadero, Carles Puigdemont.  Lo haremos siguiendo, aproximadamente, el andamiaje de los juegos del lenguaje de  Ludwig Wittgenstein.  

El president vicario de la Generalitat de Catalunya ha declarado a los periodistas que «la oferta del Estado es como el Espíritu Santo, todo el mundo habla de él, pero nadie lo ha visto». Aquí, en esta frase está el problema. Todo indica que nadie ha visto al Espíritu Santo, y por lo que se ve tampoco los ex convergentes lo han visto. Sin embargo, son miles los independentistas que sí creen en la Blanca Paloma. Que siguen la máxima famosa de «Credo quia absurdum», que el filósofo de Parapanda tradujo como creo porque es absurdo. Mira por dónde no ver y creer al Espíritu Santo introduce algunas dudas acerca de la posverdad de Puigdemont. De esa chuminada de la posverdad.


Sugiero, en todo caso, que para detectar si se dicen posverdades, a partir de concejal para arriba deberían someterse a un polígrafo. Ante cada declaración o discurso. Costeado, naturalmente, por quien habla.     

domingo, 19 de febrero de 2017

Barcelona es mucho Barcelona. Por ejemplo, ayer

Barcelona sigue siendo mucho Barcelona. Ayer volvió a dar la talla. A las cuatro, a las cuatro en punto de la tarde no cabía un alfiler en el lugar indicado y sus alrededores.  Una marcha inacabable. Centenares de miles de personas camino de la mar mediterránea. Con una fuerte exigencia moral. Con una denuncia política de altos decibelios. Barcelona, archivo de solidaridad y casa de acogida.

La exigencia moral: que se rompan todos los obstáculos que impiden que los refugiados sean acogidos y puedan vivir con dignidad. La denuncia política a los países de la Unión Europea que lo impiden de facto. Por supuesto, también al gobierno de Mariano Rajoy. Eso fue ayer, nuevamente, Barcelona. La Barcelona de Salvador Seguí, Noi del Sucre y Joan Peiró; de Gregorio López Raimundo y Joan Reventós; de Franscesc Casares y Cipriano García; de Mossèn Vidal y  Manuel Vázquez Montalbán. Y de muchísimos más.


La manifestación barcelonesa sugiere unas reflexiones obligadas. De un lado, es la derrota estrepitosa de los intentos –unos sutiles, otros directos--  de convertir la solidaridad en un delito. Es decir, cuando los comportamientos de la aceptación del inmigrante son considerados como ilegítimos y, llegado el caso, previendo sanciones. De otro lado, la masiva reacción barcelonesa sugiere que la solidaridad sigue siendo un valor profundamente enraizado. Ciertamente, tampoco es irrelevante el volumen de sus adversarios y la crispación de quienes la combaten. Así están las cosas, pero de momento ahí está Barcelona y sus buenas gentes. De las que quieren abrirse al mundo y, sobre todo, a la problemática de los más desfavorecidos. No escondemos las dificultades, pero ahí hay mantillo para robustecer la solidaridad y mimbres para llevarla a cabo.


sábado, 18 de febrero de 2017

¿Todos somos iguales ante la Justicia? Anda ya

El dómine Cebra

Quienes dicen que «todos somos iguales ante la justicia» deberían tener más comedimiento. Esta es una frase cuyo contenido abstracto es quizá imbatible. Pero cuando se concreta en las cosas de la vida la cosa es mucho menos cierta. Es más, puede ser una falacia tranquilizante para las almas de cántaro. Porque los mecanismos concretos que intervienen en la concreción de la justicia son impepinablemente desiguales. Esto puede sonar a grupuscularmente anti sistema, pero es cierto. Muchos casos que se han dado en la historia lo avalan.

Ayer los espectadores del programa televisivo  8 al dia, que dirige, presenta, rueda, entrevista y responde Josep Cuní, el abogado defensor de la señora Cristina Borbón y Grecia, Pau Molins (bufete Roca i Junyent), nos informó que el rey Juan Carlos encargó personalmente a Miquel Roca la defensa de la infanta. (Quedamos agradecidos por la noticia, que nunca se había hecho pública). Naturalmente papá no se dirigió a un vulgar picapleitos de barriada. No le ocurrió lo mismo al padre de Alejandro Fernández, joven granadino, que sin antecedentes penales fue juzgado y sentenciado a 6 años de prisión por estafar cerca de 80 euros con una tarjeta falsa cuando tenía 18 años. Naturalmente, el padre de Alejandro, parado, no podía pagar a un abogado de altos pelendengues. De manera que no sabemos si la Justicia es ciega, pero –con toda seguridad--  tiene tortículis en no pocas ocasiones según quienes sean los encausados. Ni siquiera en la aplicación del indulto. La familia del joven Alejandro ha pedido el indulto. Este joven fue condenado varios años después de haber cometido el delito y ya haciendo una vida completamente honrada.  Hay más ejemplos.

En resumidas cuentas, la Justicia sigue teniendo importantes zonas grises. Pero, al igual que digo una cosa digo la otra: en muchas ocasiones los tribunales han actuado con una gran dignidad. En los terrenos sociales, económicos y de lucha contra la corrupción. No verlo también de esa manera sería injusto y erróneo. Sobran los ejemplos.



miércoles, 15 de febrero de 2017

A Pablo y a Íñigo. Contra el olvido en la "nueva política". A las trabajadoras de la limpieza

Escribe, Carlos Espejo

No conozco ni a uno ni a otro. No soy de la generación de ninguno de los dos. No soy de su barrio ni estudié en la misma universidad que ellos. No soy del mismo “momento político”, si se puede decir así, que Iglesias y Errejón. No soy producto de la misma crisis, sino de crisis anteriores, que tambiém existieron. Soy de la generación del “baby boom”. Es decir, soy en buena medida producto de la dictardura, como diría Javier Pérez Andújar, y del corto siglo XX. Ni siquiera soy un seguidor ciego de la etiqueta de la “nueva política”, aunque estoy convencido de la necesidad de una “política nueva”.
Sin embargo, la experiencia, para la no que no sirven los adjetivos de “nueva” o “vieja”, me hace pensar que la enemistad suele tener su principal base en una amistad que se siente traicionada. Hay viejos dichos que dicen que el odio une más que el afecto. Es una forma de desgaste, estúpido, como otro cualquiera. Por esta razón, desde la “periferia” de todos los “centros” quiero decirles a "unos" y a "otros2 -porque la cuestión no se reduce a “Pablo e Íñigo”, con esa aparente confianza de personas conocidas con que se les suele presentar- que entierren los jamones de Bigas Lunas; que piensen en las consecuencias que la grasienta contumacia del garrotazo puede darnos a los que seguimos pensando que hay posibilidades -ni fáciles ni rápidas; por pasos más que por zancadas- de construir alternativas al estado actual de las cosas.

Sinceramente.

Firmado: El hijo de la trabajadora de la limpieza.  
Aclaración necesaria: digo “hijo de la trabajadora de la limpieza” y no de la “fregona”, como algunos se regodean en presentarse hoy, no sé si por inconsciencia o bien por simple broma estúpida, contribuyendo a que todas las madres dedicadas a esta actividad y ellos mismos pierdan eso que se conoce como dignidad obrera.


lunes, 13 de febrero de 2017

Pablo Iglesias y Enrico Berlinguer

Pablo Iglesias el Joven necesita unos días de descaso. Seguro que su médico de cabecera se lo ha recomendado. Le esperan situaciones complicadas y es conveniente reparar fuerzas. Iglesias debería hacerle caso al doctor. Y durante ese tiempo de necesaria relajación debería leer la biografía de Enrico Berlinguer a cargo de Francesco Barbagallo (Carozzi, 2014). Barbagallo es un prestigioso historiador. Puntilloso donde los haya.

La biografía es un documentado estudio de la vida y milagros del dirigente comunista italiano. La parte de dicho libro que un servidor recomendaría a Iglesias es aquella que relata el juego de corrientes en el interior del PCI y en sus órganos de dirección. De la habilidad del veterano Luigi Longo y del joven Berlinguer en convivir y hacer convivir posiciones tan diversas como las de Amendola, Napolitano y Lama, de un lado, y las de Ingrao, Reichlin y Bassolino, de otro lado. Los primeros, considerados coloquialmente, di destra; los segundos, familiarmente tildados di sinistra. Como es natural en los congresos aparecían tales posiciones con el mayor diapasón. Al final de los congresos, Berlinguer cosía elegantemente los diversos retales como un sastre consumado. Fijaba la posición mayoritaria del partido con sobriedad, sin estridencias, e incorporaba la zona de razón de la minoría ingraiana no contradictoria con las posiciones de la mayoría. Síntesis constructiva. A continuación proponía que los minoritarios estuvieran en los órganos dirigentes en puestos relevantes. No era generosidad. Era política.

Iglesias, tras la asamblea ciudadana de Vistalegre 2, puede hacer dos cosas: o imponer una paz cartaginesa o actuar á la Berlinguer. Optar por lo primero sería un despilfarro de talentos. Que no sólo afectaría a las cabezas de los dirigentes purgados, sino a los sectores, no irrelevantes, que han apoyado sus tesis. Aplicar la sabiduría berlingueriana sería una muestra de saber hacer política.


Por lo demás, tengo el atrevimiento de esbozar una arriesgada hipótesis. A medida que pase el tiempo iremos viendo hasta qué punto Iglesias empezará a aplicar una considerable parte de los planteamientos que ha defendido Errejón. No sería la primera vez que, a lo largo de la historia, los vencedores formales en un congreso, cuando la necesidad se imponía, se apropiaban de las ideas propuestas por los derrotados. Es verdad, nunca lo reconocieron. Pero, ¿qué más da?, aquí no estamos hablando de estética sino de política. Y la política tiene esas paradojas. Queda dicha, pues, mi hipótesis. Ya lo recordaremos cuando se produzca. Y no pediremos derechos de autor. 


domingo, 12 de febrero de 2017

Después de Vistalegre 2 (Nota de urgencia)

La convención de Vistalegre 2 se ha saldado, ya lo saben ustedes, con una holgada victoria de Pablo Iglesias El Joven. Ahora bien, lejos del mundanal ruido de esa magna reunión, podemos decir que la representación de Íñigo Errejón no es irrelevante. Más todavía, que Errejón haya conseguido ser el tercer dirigente más votado indica que un muy amplio sector pablista no se ha dejado llevar por los nervios, y le ha votado. Son dos mensajes que la mayoría podemita haría bien en no echar en saco roto. Pasadas las calenturas previas a la convención es la hora del machihembrado y de un encofrado político. Sería un error si el sector mayoritario procediera a una paz cartaginesa.

Vale la pena hacer una lectura de Vistalegre 2 y compararla con su primera edición. Si quitamos la hojarasca de ambas diremos que, durante ese trayecto, el lenguaje de Podemos ha ido variando. Ciertamente, una parte importante del discurso mantiene grandes dosis de inútil retórica, pero hay variaciones no irrelevantes. Un observador tan atento como Isidor Boix nos lo indica: «Me ha sorprendido una afirmación, creo de Irene Montero, al subrayar la necesidad de una movilización social a la vez que una acción institucional, lo que comparto, afirmando la necesidad de la “movilización en la calle y las plazas, en los barrios, en las escuelas y hospitales”. Se olvidó de “las fábricas”. No es un tema secundario» (1). El veterano sindicalista se refiere obviamente a la relación entre acción institucional y movilización social. O si se prefiere, por extensión, a la formulación togliattiana de «partido de lucha y partido de gobierno».

Dos elementos me han llamado la atención tanto del proceso de Vistalegre 2 como de su realización. 1) La ausencia de análisis de los últimos resultados electorales y 2) la exacerbación del yoísmo y el culto a la personalidad del líder. Que, a mi juicio, han empañado un tantico tan importante asamblea.


Me imagino que la primera limitación se ha obviado porque se quería evitar una reflexión sobre la política de alianzas que, en el fondo, es uno de los problemas sobre el que oblicuamente ha girado el áspero debate entre las dos principales corrientes de Podemos. La segunda es el yoísmo. Yo, yo, yo. Muy pocas veces nosotros. Nunca he escuchado tanto uso y abuso del “yo” en un dirigente político. Es un latiguillo que usa desmedidamente Iglesias y que desluce sus esfuerzos por hablar de un proyecto «coral». Y una dirección «coral». Es más, ese yoísmo es una de las fuentes que exacerba esa tendencia tradicional –podemos decir incluso viejuna--  al culto a la personalidad. Que todos sabemos como acaba. En pesadillas que destruyen todo tipo de sueños. Y la estatua del idolatrado por los suelos. 

jueves, 9 de febrero de 2017

¿Se trata de un juicio político?

1.--  Soy del parecer que el juicio contra Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau es un error caballuno. Más todavía, según reputados juristas no cuenta con la suficiente consistencia jurídica. Lógicamente habrá quien piense lo contrario, y como «hay gente pa tó» habrá quien sostenga lo contrario. En la primera hipótesis, si no hay materia para la condena el ridículo será superlativo. En el segundo caso, si se impone el lema fiat iustitia et pereat mundus (hágase justicia aunque el mundo estalle) serán condenados y la situación subirá muchos decibelios; más todavía, se fabricarán más secesionistas. A cascoporro.

2.--  Los 3 del 9 N han sostenido que se trata de un juicio político. Ahora bien, ellos mismos han actuado como si no lo fuera. No sólo no han hecho una defensa política sino que, sobre todo, han endosado sus responsabilidades hacia los voluntarios. Por supuesto, cada cual sube o baja las escaleras como cree conveniente. Quiero decir que los tres tienen su reconocido derecho a defenderse y ser defendidos en la clave que estimen más oportuna para sus intereses. Pero echarle las responsabilidades del 9 N a otros me parece mezquino, ayuno de ética y precario de estética. Y, sobre todo, incongruente. Daré más vueltas a la cabeza por si tengo que añadir «de consumada cobardía» cuando vuelva a escribir sobre el particular.

Ellos mismos –los 3 del 9 N— han dicho en más de una ocasión, y así lo repiten sus masoveros, que es un «juicio contra la democracia y las libertades». Si ello fuera así el coraje político de los encausados ha estado bajo mínimos. Se han comportado como si se tratara de un juicio de faltas. Y como acusicas de los demás. Artur Mas se ha portado como un pandillero de pacotilla. «Yo no he sido, a mí que me registren». Lo peor de todo es que el caballero ha mostrado su debilidad. Era previsible. Y diría más, es la consecuencia de un proceso loquinario. Sin pies, ni cabeza.


miércoles, 8 de febrero de 2017

Varoufakis y Podemos

VaRUFAKIS AVISA A PODEMOS: "NO PERMITAN QUE LA TROIKA LOS DIVIDA. SI LO CONSIGUE, LES DESTRUIRÁ"   (1).

Pero hasta donde todos sabemos no es la troika la que está metiendo cizaña en Podemos. Son las diversas banderías palaciegas las que dirigen una bronca de todos contra todos. Y precisamente en el peor momento de su corta biografía. Así pues, no es la troika la que intenta destruir a Podemos, sino ellos mismos los que se empecinan en avanzar hacia el despeñadero. Porque en esa trifulca ninguno de los bandos es inocente. Precisamente en un momento que no presagia nada bueno en la escena internacional, así en Norteamérica como en Europa. Posiblemente Varoufakis no está bien informado.

Podemos se dirige a Vistalegre 2. Y cada día que pasa el rayo que no cesa de la bronca aumenta sus decibelios. Por lo que nadie sabe cómo acabará la convención podemita. Ahora bien, sea como fuere el evento acabará o con un claro vencedor o en tablas o sin orden ni concierto. En la primera de las hipótesis la zahúrda seguirá a toda la geografía del partido. El ganador y sus discípulos intentarán una paz cartaginesa. Cartago será destruida.  Ríanse ustedes de anteriores escisiones de las izquierdas. Lo del PCE será una jaculatoria.

Hasta ahora se han dado no pocas explicaciones sobre la naturaleza de este descomunal bochinche. Una de las más juiciosas las dio ayer, precisamente en este mismo blog, un lúcido Javier Terriente.  En De Vistalegre 1 a Vistalegre 2 que, todo hay que decirlo, ha tenido unos niveles de ´audiencia´  muy elevados. Hoy, en La Vanguardia, Pablo Iglesias el Joven, ha declarado algo que añade más motivos de preocupación al análisis del primer dirigente de Podemos. Ha dicho: «Llevamos diciendo desde el 15 M que vivimos unos tiempos que recuerdan a la república de Weimar» (2). Es, a mi juicio, un planteamiento de un politólogo despistado, no de un político atinado. La hipótesis de ese recordar a Weimar puede ser atractiva, pero no por ello deja de ser desacertada.

Ahora bien, si Iglesias tuviera razón en ello, vale la pena decir que no ha aprendido nada de aquel momento histórico. La profunda división en el seno de la izquierda y la lucha fraticida en el interior de los partidos no es la mejor técnica para los tiempos que corren.

En definitiva, los problemas de Podemos vienen de muy atrás. De haber hecho un diseño político con tiralíneas y de un análisis francamente despistado. En todo caso, depende de ellos –solamente de ellos, y no de la troika--  la reorientación de todas las moléculas de Podemos. En caso contrario, la orientación política que se impondría sería que el último apague la luz.

Sergi Pàmies ha escrito recientemente algunas de sus vivencias en relación a las vicisitudes de la ruptura de los comunistas españoles: «Pero como alguna vez os habéis proclamado herederos del internacionalismo de izquierdas, os contaré una escena que tuve la desgracia de vivir demasiadas veces. Camaradas de combate y hermanos de compromiso unidos por una misma causa que, arrastrados por el tipo de obstáculos aparentemente insalvables que hoy os obligan a adoptar expresiones teatralmente mefistofélicas y rasputínicas, se acababan peleando a causa de un guion marxista-leninista o de cualquier otra chorrada.

»Quizás porque todos eran ateos, las peleas eran bíblicas y degeneraban en abismos dogmáticamente religiosos. De modo que los hermanos, camaradas y amigos dejaban de serlo por decreto orgánico y de repente sus hijos perdíamos el afecto de parte de la tribu. Y así, de escisión en escisión, de congreso en congreso, de coalición en coalición, hasta la derrota final. Pero, pasados los años, un camarada de los que inspiraron el compromiso común cuando todo empezaba fallecía. Era un camarada que no estaba lo bastante preparado para pertenecer a la élite elocuente y mediática pero sí para dar sustancia moral a las siglas. En estos funerales, los escindidos, los peleados, los hermanos de cárcel, huelga y exilio se reencontraban. Se reconocían en el dolor por la ausencia y si aún les quedaba algo de decencia, se abrazaban al salir del tanatorio, y como harán Errejón e Iglesias cuando coincidan en el funeral de uno de sus actuales hermanos de causa, se preguntaban: “¿Tú recuerdas por qué nos peleamos?”.
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