jueves, 15 de septiembre de 2016

La nueva ley electoral que se está cocinando




Garganta Locuaz -- así hemos convenido en llamarle--  me pone al tanto de algo que el amigo lector juzgará qué interés tiene. Garganta es de unas quintas anteriores de la mía. En su más tierna mocedad recorrió todas las ligas comunistas revolucionarias de la época. Su especialidad consistía en ponernos verdes a quienes consideraba traidores, renegados, revisionistas y otros sólidos platónicos de la geometría política de la época. Ni siquiera el archifamoso Jota Posadas podía competir con Garganta en denuestos e invectivas. Hasta que, cansado del análisis inconcreto de la situación abstracta, organizó una espectacular transhumancia personal y dio con sus huesos en la derecha. Y fue pasando el tiempo: Garganta hizo carrera en la Administración hasta llegar a lo más alto de sus covachuelas. Algo, sin embargo, le ha debido ocurrir.

Garganta me localiza y me invita a comer en La Morera, reputado restaurante mataronés no apto para quienes estén a dieta. Y, sin respetar el protocolo de dejar las cosas importantes para después de comer, me dice lo que viene a continuación.

Algunos constitucionalistas, por encargo oficioso del Partido Popular, aunque con la aprobación del hombre de Pontevedra se están reuniendo con ciertos colegas que, según Garganta, están ubicados en los almacenes del PSOE, sector Viejas glorias. Ellos mismos se definen como el Grupo del Cigarral, tal vez porque se reúnen en una casa de campo de las vegas toledanas. Garganta Locuaz me dice exactamente: «Están elaborando un anteproyecto de ley de reforma electoral». La opinión unánime del grupo es que debería orientarse a la griega, esto es, dándole una prima al partido más votado. Garganta estima que debe ponerme al tanto de los motivos que han llevado al hombre de Pontevedra y a las viejas glorias del socialismo patrio a hacer este encargo a sus encofradores de confianza.

Y, su manera, enjareta el razonamiento de este sinedrio bipartisan. El post bipartidismo imperfecto nos va a llevar a una situación de ingobernabilidad estructural. La experiencia de estos últimos meses debe corregirse drásticamente. Un baldeo de la actual ley electoral no corregiría el problema. Es preciso, pues, un cambio radical. Al hombre de Pontevedra le tranquilizaría y a las viejas glorias del PSOE –Garganta me aclara que Pedro Sánchez no está en esta pipirrana— les viene como anillo al dedo.

Garganta observa mis ojos como platos. Le pregunto por qué revela esta cosa y por qué a un servidor, que ya está retirado del griterío político. Su respuesta, tan vulgar como gelatinosa, es: «Por los viejos tiempos». Le respondo que esta conversación se publicará en Metiendo bulla.  Me contesta cínicamente: «Sé que no matarás la gallina de los huevos de oro».



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