jueves, 29 de septiembre de 2016

La «guerra total» de los socialistas



Los ánimos se serenarán en el PSOE algún día, aunque no sabemos cómo ni cuándo. Ni en qué estado se encontrará el viejo partido. Ese día llegará cuando se proceda a una serena reflexión que sea capaz de aproximarse lo suficiente a los motivos que lo han llevado a ser (y hacer) lo que estamos viendo y que, por vergüenza ajena, no voy a calificar. Me atrevo a decir que dicha reflexión estará vinculada a los grandes cambios de todo tipo que, desde hace tiempo, se están desarrollando en el escenario global. Esto es, cuando tan gran cavilación deje de estar encorsetada en las estrechas paredes del campanario patrio. Lo que implica que, gane quien gane la actual contienda, que uno de los capataces en danza ha calificado de «guerra total», el PSOE seguirá siendo un partido de la izquierda antigua que ya está desubicada de las transformaciones en curso.

Lo que está pasando en el PSOE es un problema similar (similar no equivale necesariamente a igual) al que tienen las viejas izquierdas europeas. A saber, el agotamiento gradual de su proyecto fundacional y su incapacidad de renovarlo profundamente. Más todavía, a la creencia de que la renovación se refería, única y exclusivamente, a los liderazgos, al quita y pon de sus grupos dirigentes. Agravado, todo lo anterior, por la pertinaz patología de hacer política sólo en la Torre del Homenaje de las instituciones, rechazando compartir la lectura de los cambios y sus soluciones con las fuerzas, no políticas, de la sociedad organizada. Comoquiera que nunca se abordaron estos grandes problemas, las izquierdas europeas entraron en barrena. Los intentos de la tercera vía de Tony Blair por modificar las cosas no tenían como objetivo transformar las desigualdades que iban apareciendo en el panorama económico sino una acomodación a los cambios, una instalación acrítica en lo que iba apareciendo. Posteriormente ocurrió tres cuartos de lo mismo con Matteo Renzi en Italia.

No fue eso exactamente lo que ocurrió en el PSOE. Cierto, los socialistas españoles no ensayaron ninguna operación similar a la de Blair. Se limitaron a ver cómo pasaba el tiempo; ni siquiera  procedieron a darle una mano de pintura al viejo partido, a pesar de las señales que les enviaba la sociedad. Y, al igual que la ley de la monotonía matemática, los problemas de representación y representatividad se iban acumulando. En suma, el ciclo largo de la influencia socialista se fue agotando. Y en esas estuvieron cuando llegó el fenómeno del primer Podemos. Tampoco sacaron las oportunas conclusiones tras esta emergencia.

Claro que sí: ahora lo urgente es que dicho partido salga de esta guerra total. Y si es así, «guerra total», que al menos se ventile a través de normas mínimamente compartidas. Desde luego, que esto parezca un planteamiento ingenuo no impide que ello sea necesario. Pero, ¿qué menos que  pedirles a los bandos en litigio que no lleguen a la destrucción total? Como castizamente se dice: por lo menos que procuren salvar los muebles. Ahora bien, soy del parecer que si hay otra salida en falso reaparecerán otras crisis.

Punto final: entiendo que nadie se aprovechará de las astillas de ese árbol. Ni siquiera esa izquierda que eternamente está en fase de organizarse.


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