lunes, 25 de julio de 2016

De pelotilleros y otras cuestiones



"He oído decir que en Tebas está en vigor una ley que ordena a los artistas, tanto a pintores como a escultores, retratar favorecidos a sus modelos. La ley impone como multa una cantidad de mil dracmas para quienes los hayan pintado o esculpido desfavorablemente".  Esta información se la debemos a Claudio Eliano, y ha llegado a nosotros a través del Café de Ocata, el blog de culto del profesor Gregorio Luri (1). Ya tenemos, por tanto, una primera pista para desconfiar del parecido de las esculturas y retratos con las consideradas, con razón o sin ella, grandes figuras de la Historia. Pues cabe colegir que de Tebas se extendió a otros lugares hasta quedar ya sentada con mayor o menor rigor.

Primera conclusión: estaría, pues, fundada nuestra suspicacia cuando observemos determinada musculatura en las estatuas de famosos condottieros en las ciudades italianas, incluso la del mismísimo Cosme de Medici en Florencia; y no digamos hasta qué punto nos vemos obligados a desconfiar de los retratos que le hicieron a Carlos, que fue primero en España y quinto en Alemania, y al resto de su parentela. Posiblemente podemos hacer una excepción con Goya, porque era imposible mejorar sus caras bobaliconas, irresolutas que ya anunciaban futuras maneras de los que les siguieron. O porque Goya era de armas tomar.

Habrán observado que la legislación tebana, referida por Claudio Eliano, nada dice de cómo deben comportarse los hombres de letras, incluida la cofradía de los filósofos. Con lo que cabe proponer algunas suposiciones: o bien ese personal ya estaba en el ajo y, por ello, no hacía falta llamarles la atención o bien era imposible coaccionarles con este u otros atropellos legeferendarios. En todo caso, siempre se podía recurrir al fondo de reptiles, que acuñó Bismarck que estaba hasta la cruz de sus calzones en su conflicto con los partidarios de los Hannover: «utilizaré su dinero para perseguir a estos reptiles hasta sus propias cuevas», dijo con acento prusiano. Así nació el formalmente término fondo de reptiles, pero con toda probabilidad la práctica ya venía de antañazo. Por ejemplo, no creo que el excelso Virgilio hubiera puesto tanto entusiasmo a hacerle la pelotilla a Augusto sin que mediara algún que otro reptil por medio. Que el gran Virgilio fuera divino no empece que tuviera necesidades humanas.

No así Dante, el Enviado de Virgilio en la Tierra. Me apuesto lo que sea que nunca recibió un chavo de nadie. Por la siguiente razón: en la Divina Comedia no deja títere con cabeza. Ni a los poderes económicos, que ya empezaban tímidamente a globalizarse; ni al Papa, a quien llamó educada y literalmente «cloaca»; ni a los güelfos, ni a sus amigos los gibelinos. Dante era mucho Dante.

Sabemos que hoy no rige la vieja ley tebana, aunque quedan algunos rescoldos. Por ejemplo, el antes citado fondo de reptiles. Que, aunque se declina en singular, en realidad es tan plural como las especies de los invertebrados. Ahí están, viendo pasar el tiempo, esas cohortes de comentaristas, tertulianos y paniaguados de toda laya. Me permito un paréntesis: nunca entenderé la inútil saña que contra ellos se vierte en las llamadas redes sociales. Porque cada vez que alguien mienta la madre del tertuliano éste ve incrementado su caché. Podemos intuir que el insultado contabiliza las invectivas que recibe, los presenta a su benefactor y éste le paga el porcentaje correspondiente. Sabemos, además que hay una escala directamente proporcional al insulto: por llamarle traidor la minuta es de un x por ciento; si se le endilga lo de hijo de puta la comisión es del y por ciento, sabiendo en este caso que y es mayor que x. Con lo que el tertuliano hace su agosto a cuenta de los irascibles comentarios. Se cierra el paréntesis. 




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