martes, 17 de mayo de 2016

¡Que vienen los comunistas!




Editorial.--  Cada vez que soplan –o parece que soplan--  vientos de cambio aparece un espantajo en forma de comunismo. Quienes atribulados por la posible pérdida de un cierto cacho de poderes perciben un posible cambio de tortilla sacan de sus entrañas lo peor de su caverna contra los comunistas. Ahora, no hay por qué extrañarse, en campaña electoral vuelve a sonar el lúgubre grito de secano: «A por ellos, que son de regadío» como antaño se repitió contra el Humanismo, la Ilustración, el liberalismo y la democracia. Mayoritariamente viene desde los viejos púlpitos de las covachuelas de los poderes fácticos del hombre del Cromagnon y desde su visible caspa. Pero también alguna que otra nueva brillantina se incorpora, desde su sobrevenido secano, a la demolición de lo que fue, pero ya no es. Se trata, así las cosas, de corromper la Historia (perfectamente en mayúsculas) por parte de quienes se aconchaban  para corromper económica, moral y políticamente el país.
Menos mal que, desde la inteligencia, aparecen voces cuerdas, interesadas moral e intelectualmente en dejar las cosas en su sitio. Uno de ellos es Jordi Borja, que ha pedido la palabra y ha dejado y enseñado lo que sigue en su artículo de hoy, titulado ¿Comunistas?.  Aquí tienen ustedes el texto. Estúdienlo y saquen las conclusiones pertinentes. Es una sugerencia de un servidor de ustedes, José Luis López Bulla.    
Escribe Jordi Borja
«No hay comunismo pero renace el anticomunismo. Los líderes de la derecha, el PP y Ciudadanos, y también el PSOE pero más discretamente, se escandalizan ante la hipotética posibilidad que los “comunistas” y otro “extremistas” lleguen al poder. Y anuncian grandes males, no se sabe cuales. ¿De qué y de quienes tienen miedo? El “comunismo”, identificado con el sistema soviético, ha desaparecido, solo pervive su caricatura en Corea del Norte, pues en Cuba está en una transición sin posible vuelta atrás. En Europa occidental, los partidos comunistas hace décadas que se integraron en los sistemas políticos de democracia representativa y los más importantes, en especial el francés y el italiano, formaron parte de gobiernos en todos los niveles del Estado. El PC francés, bajo la presidencia socialista de Mitterrand, y el PC italiano derivó como Partido Democrático, está en la Internacional Socialista, integró a una gran parte de la Democracia Cristiana y gobierna Italia. Los distinguidos personajes que denuncian el peligro comunista en España suponemos que no se refieren al comunismo internacional inexistente sino al español y al catalán. Y utilizan el término comunista no como un concepto que se puede entender con sus virtudes y defectos sino como un insulto. Cuando Rajoy o Rivera se refieren al comunismo parecen inspirados por Carrero Blanco o cualquier ministro del franquismo. Lamentable y, además, inútil.
»¿Hay una fuerza política comunista en nuestro país? ¿Los que son o fueron comunistas son una amenaza para las libertades y el progreso? Las izquierdas nuevas o renovadas pueden considerarse más o menos radicales o moderadas, pero sus programas, declaraciones o formas de hacer política son más propias del liberalismo progresista y de la socialdemocracia clásica. Con algunos rasgos de los movimientos sociales similares a todos los países europeos o americanos. A los que se añaden los herederos del comunismo forjado en el antifranquismo y arraigado en el movimiento obrero y ciudadano y en las universidades y en los sectores culturales y profesionales. Aportan realismo y experiencia y en su pasado, como en el presente, llevan consigo un ADN profundamente democrático. ¿O acaso no fueron los militantes comunistas luchadores por la democracia, las libertades y la reconciliación nacional y su acción, pacífica y muy costosa, aceptada por amplias capas de la población? Más que temor o inseguridad, la cultura política de los comunistas herederos del antifranquismo es una garantía de orden democrático y de cambios para las mayorías sociales.
»Pesar el término “comunista” referido al PSUC y al PCE como un insulto es indigno. Se les denominó “el partido” y fue la organización política más presente y con más iniciativa desde finales de los años 40 hasta la muerte del dictador. Miles de militantes y centenares de dirigentes y cuadros pasaron por las cárceles, el maltrato policial, el exilio, la clandestinidad. No fueron los únicos, pero sí los más numerosos. Estuvieron en múltiples frentes y casi siempre liderando la resistencia democrática. Fueron respetados por la Iglesia de base y por intelectuales y profesionales cualificados que no compartían las mismas ideas pero admiraban a los militantes comunistas. Jorge Semprún criticó duramente el comunismo de aquella época, pero también siempre manifestó su identificación con los militantes. Líderes políticos e intelectuales de ideología liberal expresaron el reconocimiento al protagonismo de los comunistas en la lucha por la democracia, en la consecución de las libertades políticas y la defensa de los derechos sociales y culturales. La Transición truncada les llevó a una relativa marginación. No pidieron nada a cambio. Y cuando han nacido y se han desarrollado nuevas fuerzas políticas y sociales los apoyan sin ninguna pretensión dirigente. Su cultura política es muy clara: promover la democracia a todos los niveles de las instituciones, la economía, la cultura y la vida social. Y ni esperan halagos ni escuchan los insultos».
Jordi Borja es urbanista.


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