jueves, 19 de mayo de 2016

La CEOE y el empleo fijo




1.-- En no pocas ocasiones nos hemos referido a la necesidad de que el sindicalismo confederal español proceda a su auto renovación. O lo hace o –como dijo el mismísimo Toxo-- «se lo llevará el viento de la historia». Vale decir que el primer dirigente de Comisiones Obreras no parece estar suficientemente acompañado, ni de palabra ni en los hechos, por sus propios parciales. 

2.--  Joan Rosell, presidente de la mineralizada CEOE, se ha dirigido nuevamente urbe et orbi clamando por la total descomposición del trabajo: «el empleo fijo es un concepto del siglo XIX». No parece que el presidente desconozca cómo era el trabajo y el empleo en dicho siglo, pues en su biografía consta –aunque no demuestra--  que se licenció en Ingeniería industrial por la Universidad Politécnica de Barcelona. En otras ocasiones le hemos oído personalmente decir que es doctor en Ciencias Económicas, y esta titulación no consta en su currículo oficial. Sea como fuere, sería imprudente decir que nuestro hombre es un indocumentado. Así pues, a este caballero le atribuimos, con razón o sin ella, que está al tanto de los acontecimientos y situaciones del siglo XIX.

3.--  No obstante, soy capaz de apercibirme de lo siguiente: con este empresariado orgánico no vamos a ninguna parte. Y, dicho sea de paso, puede producirse la auto renovación del sindicalismo, pero si no se opera algo similar en las organizaciones empresariales seguiremos dando vueltas sin ton ni son. Porque a Joan Rosell y sus merinazgos sólo le interesa el poder omnímodo, esto es, sin controles en el trabajo que cambia y ejercer la «violencia del poder empresarial», una formulación que dejó escrita, a principio de los noventa, un jovencísimo Antonio Baylos: léase Derecho del trabajo,  modelo para armar (Trotta, 1991).

4.--  La opción que ha tomado la CEOE, no sólo en España, ha sido ésta: hay que poner freno al universo de los derechos sociales (como primer paso a los democráticos), ya que creen ideológicamente que son un mecanismo que obtura la acumulación de capital que, en su opinión, requiere esta fase de innovación y reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Con lo que el siglo XIX es ´su modelo´, dada la ausencia de derechos, poderes y controles del movimiento de los trabajadores y del sindicalismo en el centro de trabajo. Un siglo XIX donde el trabajo tenía un vínculo débil con la política.

En síntesis, Rosell no se refiere al modelo de empleo que existía en el XIX sino al paradigma general de minusvalía política y social «del trabajo». En aquellos entonces a las organizaciones obreras, sociales y políticas, les faltaba mucho pelargón.

5.--  Pues bien, comoquiera que nos encontramos ante una exuberancia de significantes vacíos (sea esto lo que quiera que sea)  propongo otro más para que no se diga: «Queridas izquierdas, a ver si nos espabilamos». Y lo completo con una sugerencia a ustedes, las izquierdas de ayer y las de hoy: «¿Hace una lectura de Bruno Trentin, por ejemplo, La ciudad del trabajo en http://metiendobulla.blogspot.com.es/?



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