martes, 31 de mayo de 2016

Goethe aconseja al PSOE




Pedro Sánchez le ha echado arrestos a la cosa catalana. Ha planteado un pacto político bilateral con Cataluña que reconozca su singularidad y mejore su autogobierno, que sería incluido en la futura Constitución española. Digamos que esa propuesta no figura en el manifiesto electoral del PSOE, recientemente aprobado por el Consejo federal del partido. Ahora bien, ¿cuánta  esperanza de vida tiene dicha propuesta? No parece que los poderes fácticos del partido se encuentren cómodos con ella. De hecho la poderosa federación andaluza ya ha sacado los colmillos avisando de su antipatía. Y, con toda seguridad, en los cenáculos y sinedrios del PSOE será la comidilla para ponerle la proa a Pedro Sánchez. Y alguien habrá que, desde las mismas filas socialistas, le preguntará a Sánchez aquello tan castizo como «de lo mío, qué». Así es que ya veremos hasta qué punto el candidato la mantiene durante la campaña. La palabra dada y la necesidad de demostrar que no es un pronto obligan al candidato a mantenella. Aunque, sabemos desde Francesco Maria Piave que la retórica tiene artificios para demostrar que lo dicho y lo redicho son tan versátiles como la pluma al viento. E di pensier.   

Ahora bien, algo parece claro: con esta iniciativa Sánchez se distancia de Ciudadanos que, toda referencia a Cataluña en la orientación que se plantea, es considerada como la bicha. Lo que no le va tan mal al candidato socialista en la campaña, aunque le complica las cosas para una hipotética investidura posteriormente. Y, ni qué decir tiene, parece indicar que no piensa coincidir con el Partido apostólico antes del parto, en el parto y después del parto. Sin embargo, objetivamente la propuesta no sería mal vista por Podemos y sus amigos, conocidos y saludados. Pero a todos estos, Sánchez está dedicando una serie de contundentes cogotazos, vengan o no a cuento.

Hay, no obstante, quien se empeña –tal vez con escaso fundamento--  en mostrarme lo siguiente: lo que intenta Sánchez con esta iniciativa es parar la parábola descendente del PSOE o, en el mejor de los casos, provocar un leve repunte que, aunque fuera insuficiente, indicaría que se ha frenado el viaje de Orfeo al infierno. Sea como fuere, les respondo a estos arbitristas de taberna, citando al Fausto de la potente versión castellana del maestro  José María Valverde: «Lo que se necesita, no se sabe; lo que se sabe, no se puede usar».





lunes, 30 de mayo de 2016

Preguntas a un desconocido: la manifestación del domingo en Barcelona





Quisiera saber qué pito tocaba en la cabecera de la manifestación barcelonesa del sábado una representación de Convergència democrática de Catalunya. Me interesa la respuesta porque es conveniente saber si los organizadores han tenido, por decirlo educadamente, un exceso de hospitalidad melindrosa.  Lo decimos porque sabemos de antiguo que estar acompañado en la primera fila de una marcha es una forma, entre otras, de inducir a confusión.

Ayer, en efecto, miles de personas –convocadas por los sindicatos confederales y otras organizaciones cívicas como, por ejemplo, la Assemblea Nacional Catalana--  recorrieron las calles más famosas de la ciudad en apoyo de los derechos sociales. Pronto se vio que el grito predominante era a favor de la independencia de Cataluña que ahogó el carácter social  al que estaban llamados formalmente los manifestantes. De donde fácilmente se puede inferir que, por ejemplo, el protagonismo sindical no estuvo a la altura de lo que previamente era el eje central del llamamiento. O puede que en los preparativos de la marcha no hubo una negociación clara de los objetivos de la misma. O, ¿quién sabe?, que hay quien se ha acostumbrado a ser la fiel infantería de otros objetivos, que siendo legítimos no son los prioritarios ni siquiera los que figuran con letras de mármol en el proyecto sindical. 

Pues bien, mira por dónde Convergència democrática de Catalunya puede, como las partículas de la física quántica, estar simultáneamente en dos sitios a la vez: usando la  motosierra contra los derechos sociales y protestando contra sus propias políticas. CDC o el bosón de Higgs.


jueves, 26 de mayo de 2016

La renovación del conflicto social: la «huelga circular».



¿Acaso no ha llegado la hora de renovar la forma de ejercer concretamente el conflicto social? Lo insinuamos porque el sindicalismo confederal corre el riesgo de convertirlo en mera rutina. Cierto, lo importante es proceder gradualmente a una profunda renovación del sindicalismo, pero entiendo realísticamente que ello comporta especialmente una puesta al día también de las formas de ejercer el conflicto: lo uno y lo otro son indisociables. Con lo de “gradualmente” quiero dar a entender que no se puede estar a la espera de que llegue un momentum  en el que se decrete desde arriba  que a partir de dicho momento ha empezado ya la renovación del sindicato. Esta se irá concretando como suma de elementos y situaciones de novación de lo anterior.

Esta meditación viene a cuento por las informaciones que nos vienen de Italia y, concretamente, las huelgas de la Función pública por la renovación del convenio colectivo nacional. El estilo de la huelga de estos días en el sector es similar al de otras ocasiones en otros ramos de la producción y los servicios. Es concretamente así: la federación convoca una huelga general que se va haciendo en diversos días por territorios. O sea, pongamos un ejemplo: el lunes en el Lazio, el martes en el Piemonte, el miércoles en la Toscana, el jueves en la Emilia, el viernes en el Véneto, y así sucesivamente. Lo que mantiene en vilo la exigencia de los huelguistas durante una serie de días a la contraparte y produce una tensión mediática sostenida. De hecho este estilo no es una novedad, viene de tiempos lejanos. Lo que no está reñido, por supuesto, con la convocatoria y realización, cuando se cree oportuno, en un solo día.


Entiendo que ganaríamos siguiendo esa técnica en nuestro país. Ciertamente, habrá quien diga que lo fundamental es renovar el ejercicio del conflicto social. Nada que objetar por mi parte. Pero la experiencia italiana (que ocasionalmente la ponen en práctica los alemanes) merece especial atención y estudio por nuestra parte. No sobra lo de ayer, pero es conveniente añadir nuevos estilos que no solo no se confrontan con ellos sino que, sobre todo, los complementan y mejoran. La huelga circular es un ejemplo de tantos que convendría explorar. 

miércoles, 25 de mayo de 2016

Podemos y Venezuela



La arquera Laia: su autor es Josep Maria Rovira--Brull



Primer tranquillo

A los expertos en casquería mediática de la cosa política se les atribuye exageradamente una capacitación profesional que, a la hora de la verdad, es pura filfa. Pongamos que hablo de los estrategas que diseñan el corpus de los mensajes electorales, consejeros áulicos del argumentario que se envía desde la sala de máquinas a los círculos concéntricos y excéntricos de su respectiva tribu política.

Siguiendo las enseñanzas del filósofo santaferino Juan de Dios Calero podemos clasificar tales mensajes en propios (aquellos de uso particular) y compartidos (esto es, los indistintamente usados por casi todos al pie de la letra).  De momento, no nos extenderemos en los primeros, pues de ellos ha hablado sabiamente mi amigo Paco Rodríguez de Lecea en su entrada “Se buscan estrategas para campaña electoral” (1). En todo caso, mi amigo les aconseja gratuitamente que «los viejos trucos ya no sirven, se percibe una necesidad imperiosa de renovar el atrezzo», que es toda una  orientación en regla para que, por lo menos, las semanas que vienen se nos hagan más llevaderas.

Segundo traquillo

Así es que vamos a ocuparnos brevemente de los mensajes compartidos, especialmente al atinente de las cosas de Venezuela que, de manera indiferenciadamente sobada, martillean contra Podemos y sus diversas cohortes. Dispensen mi atrevida hipótesis que, aunque probable, no está demostrada: da la impresión que los estrategas desconfian de las promesas electorales de sus respectivos merinazgos, y para tapar esa impresión centraran el mensaje atacante en la supuesta relación entre Podemos con el bolivarianismo venezolano. Lo que sí está suficientemente demostrado es que, sea o no verdad, no tiene vínculo con las cosas de comer en España.

Así las cosas, tengo para mí que los estrategos no han percibido una novedad realmente visible a quien no tenga la vista torcida o el oído en poder del cerumen. Podemos, de un tiempo a esta parte, ha matizado su posición sobre Maduro hasta hacer irreconocible lo que afirmaba en sus primeros andares. Cada día que pasa los podemitas se alejan de sus primeras «ideas muertas» sobre el particular para mayor perplejidad de sus atacantes que no están interesados en ver lo que se mueve en Podemos. Siguen la celtibérica dogmática del mantenella y no enmendalla, que rige el cuchitril del ropavejero.

Nota bene:  los nervios son de tal calibre que hasta un hombre elegante, sofisticado y templado, Josep Borrell, ha perdido los estribos. Cierto, no ha hablado (todavía) de Maduro, como padre espiritual de los podemitas, pero ha arremetido contra, contra, contra «los comunistas». Pero, alma de Dios, ¿acaso ignoras que los comunistas no tuvieron nada que ver en lo de Abengoa? Pepe, no te va la lógica viuda




lunes, 23 de mayo de 2016

Olla de grillos y estelades



Homenaje al doctor Joaquín Aparicio Tovar, de extremeña natío.

Cataluña es una olla de grillos, posiblemente de la familia de los Gryllus bimaculatus. De un lado, los ex convergentes brincan aceleradamente en búsqueda de una nueva rosa de Alejandría en forma de partido tras desguazar el viejo bajel bergantín; de otro lado, la coalición inestablemente gobernante, Junts pel Sí, un conjunto de retales sin zurcir, se ve acosada por la CUP que debate si continúa con el llamado pacto de estabilidad parlamentaria o lo tira al sumidero. Y como no hay dos sin tres, ERC –que comparte con los neo convergentes el Diari Oficial de la Generalitat--  aprovecha la menor ocasión para atizarle sus socios alguna que otra patada en la cruz de sus leotardos.

En resumidas cuentas, la vida política catalana está interiorizada en los asuntos domésticos de las mayorías parlamentarias cuyo quehacer se concreta en neutralizarse los unos a los otros. Sólo están aparentemente de acuerdo cuando se trata de desviar los problemas hacia Madrit. Un Madrid institucional que rabiosa y gratuitamente pone palos en las ruedas para engordar el conflicto; pero, también un Madrid, donde la Judicatura desactiva el conflicto –véase, por ejemplo, el reciente asunto de las estelades--  que (fuentes fidedignas me lo explican) ha provocado la desilusión de no pocos enragés de las diversas familias gubernamentales de Cataluña. ¿Por qué? Porque esperaban el triunfo de la delegada del Gobierno madrileño, y de esa manera poner una muesca más en el Memorial de Agravios. Entre paréntesis: en las covachuelas de Junts pel Sí hay gente muy indiscreta. Y como diría Mayra Gómez Kemp: «Hasta aquí puedo leer». Sólo daré una pista: algunos viejos rockeros de antaño me explican ciertos secretillos, seguramente para hacerse perdonar la excursión personal que les ha llevado a vestir sus nuevos hábitos seglares.

Primera conclusión: en la batalla de las estelades han perdido estrepitosamente los ultras de allende el Ebro y los indígenas enragés. O, por mejor decir, la caspa y la brillantina. Mientras tanto, como diría el ingeniero Manuel Gómez Acosta: Cataluña sin industria energética. Y lo argumenta en http://www.cronicaglobal.com/es/notices/2016/05/cataluna-sin-industria-energetica-38585.php



domingo, 22 de mayo de 2016

Adiós, Convergència, adiós





La militancia convergente estaba convocada ayer para optar entre la refundación  de Convergència democrática de Catalunya  o crear un nuevo un nuevo partido. Sabemos el resultado: ganaron por un 67 por ciento de las papeletas que indicaban la creación de otra organización frente a un 33 por ciento de continuistas. Es una victoria clara, aunque los contrarios son una no despreciable cantidad. En todo caso, tal vez ese 33 por ciento tenga dos componentes: los que intuyen que la refundación suele tener, por lo general, el final previsto de dejar las cosas en el mismo lugar y quienes saben que es un planteamiento estético para disimular el moho acumulado. Así pues, la mayoría ha optado por enviar al ropavejero los viejos blasones de sus cuarenta años de vida.

De hecho, Convergència necesitaba dar un giro. La conmoción que provocó el escándalo de la familia del Viejo Patriarca fue mayúscula. Por lo tanto, había que aplicar la dogmática política, que fue cantada por Pepe Marchena: «la mancha de la mora con otra verde se quita». Mantener el nombre tradicional, aunque refundado de Convergència, era insistir en la mancha de la mora. Era mantener a Rebeca de Winter que, aunque desaparecida de la escena tal como la retrató sir Alfred Hitchcock, permanecía como oblicua referencia. Más todavía, no era sólo borrar la memoria financiera del anciano patriarca sino su zigzagueante política: de un lado, la parábola descendente de Convergència, ya separada de Unió, que iba perdiendo consensos electorales; y, de otro, la recolocación en el panorama del secesionismo, exigía que la verde borrara los lamparones de la mora.

El tiempo dirá que itinerario le espera al nuevo partido. No le será fácil pues ahora su tradicional electorado se encuentra desigualmente repartido en otros caladeros territoriales y sociales. La neo convergencia ya no sería exactamente el partido atrápa-lo-todo (catch-all party) de antaño sino de tapas variadas mirando siempre de reojo el menú invertebrado que propone Esquerra republicana de Catalunya.

En suma, mientras las cosas se van moviendo –adiós, Convergencia, adiós--  sospecho que todo está abierto en Catalunya. Incluso les mongetes amb botifarra pueden sufrir una considerable transformación.


Radio Parapanda.— Manuel Gómez Acosta en http://www.cronicaglobal.com/es/notices/2016/05/cataluna-sin-industria-energetica-38585.php.    Donde la habla de la farfolla de la política energética de Cataluña)


sábado, 21 de mayo de 2016

Cuando el adversario es Podemos



La  fraseología política tiene unos convencionalismos  que la lógica formal no contempla. Incluso el lenguaje campechano tiene sus normas que tampoco se parecen al blablableo de la mayoría de la zoología política. Sería largo de explicar las razones de ello, así es que lo dejaremos para m mejor ocasión. En todo caso, podemos decir que la forma de hablar de la mayoría de los políticos se caracteriza por disponer de una lógica viuda.

De momento vamos a centrarnos en un ejemplo de la distorsión conceptual del lenguaje político, tomando como ejemplo a Gabriel Rufián, cabeza de lista de Esquerra Republicana de Catalunya en las pasadas elecciones generales y, con toda seguridad, repetidor en este nuevo proceso electoral. Algunos de sus allegados le tienen por una persona culta, muy instruida y así nos lo hacen llegar. Nosotros no lo ponemos en duda: la Universidad Pompeu Fabra es muy exigente y no conceden título alguno a ningún zote.

Comoquiera que nunca hemos cruzado palabra con Rufián, no estamos en condiciones de paladear su retórica habitual sea de mostrador de bar o de terraza al aire libre. Así debemos recurrir a unas declaraciones extensas que ha concedido a La Vanguardia. Cliquen y vean: Tenemos relaciones cordiales con gente que nos enviaría a prisión”  (1). De esta manera el curioso lector verá que no tenemos el feo vicio de sacar las cosas de su contexto.

A nuestro hombre se le pregunta: «¿Quién es el adversario en estos comicios?». Su respuesta: «Podemos. En ERC ya aspirábamos a ganar en las anteriores elecciones. Eso comportará que la campaña será más política que ideológica y hay que hacer ver a la gente que los de Podemos son tan republicanos y de izquierdas como nosotros, pero con la diferencia de que nosotros podemos».  Caballerosamente Rufián, antes de entrar en otras consideraciones, admite que los podemitas son «tan republicanos y de izquierdas como nosotros», aunque no consta que los de Iglesias se reclamen orgánicamente republicanos y de izquierdas. Digo caballerosamente porque Rufián, al menos no reclama para sus parciales, el monopolio del republicanismo ni ser de izquierdas. Dicho lo cual, veamos hasta qué punto funciona la «lógica viuda» de este político cultivado que se ha expresado en estas declaraciones en su lengua habitual, el castellano.

No vemos relación entre la segunda frase («En ERC ya aspirábamos a ganar en las anteriores elecciones»), que indudablemente se relaciona con las pasadas elecciones, y la frase siguiente («Eso comportará que la campaña será más política que ideológica y hay que hacer ver a la gente que los de Podemos son tan republicanos y de izquierdas como nosotros»).

Aunque sólo sea por conocer mejor a este personaje sugiero que se relean y se pongan en relación ambas frases, que dichas así son un ejemplo concreto de lo que hemos dado en llamar lógica viuda. Cabe suponer que Rufián no se ha atrevido a intercalar entre ambas un dato de cierto interés: que la coalición en la que figuraba Podemos en Catalunya ganó las elecciones  y sacó a ERC cerca de nueve puntos de diferencia. Pero la viudez de la lógica de Rufián exigía silenciar tan insignificante dato. Porque, de recordarlo, significaría que no tiene sentido alguno la última frase de las declaraciones, o sea: «pero con la diferencia de que nosotros podemos». Tal como si hubiera dicho que era de noche y, sin embargo, llovía: el ejemplo más excelso de la tan repetida lógica viuda.

En todo caso, algunos habrá que loen la retórica de este caballero. Entonces, me refugio en la melancolía de mi niñez. Mi madre adoptiva que era beata de misa diaria y que coleccionaba novenas a granel me dijo en cierta ocasión: «No sabes lo que te has perdido. Don Luis en su sermón nos ha dicho no sé qué del ´chisporroteo del fuego´». Don Luis era conocido como  El Dormío, porque anestesiaba al cuerpo feligrés con una retórica que ya la quisiera para sí fray  Gerundio de Campazas





jueves, 19 de mayo de 2016

La CEOE y el empleo fijo




1.-- En no pocas ocasiones nos hemos referido a la necesidad de que el sindicalismo confederal español proceda a su auto renovación. O lo hace o –como dijo el mismísimo Toxo-- «se lo llevará el viento de la historia». Vale decir que el primer dirigente de Comisiones Obreras no parece estar suficientemente acompañado, ni de palabra ni en los hechos, por sus propios parciales. 

2.--  Joan Rosell, presidente de la mineralizada CEOE, se ha dirigido nuevamente urbe et orbi clamando por la total descomposición del trabajo: «el empleo fijo es un concepto del siglo XIX». No parece que el presidente desconozca cómo era el trabajo y el empleo en dicho siglo, pues en su biografía consta –aunque no demuestra--  que se licenció en Ingeniería industrial por la Universidad Politécnica de Barcelona. En otras ocasiones le hemos oído personalmente decir que es doctor en Ciencias Económicas, y esta titulación no consta en su currículo oficial. Sea como fuere, sería imprudente decir que nuestro hombre es un indocumentado. Así pues, a este caballero le atribuimos, con razón o sin ella, que está al tanto de los acontecimientos y situaciones del siglo XIX.

3.--  No obstante, soy capaz de apercibirme de lo siguiente: con este empresariado orgánico no vamos a ninguna parte. Y, dicho sea de paso, puede producirse la auto renovación del sindicalismo, pero si no se opera algo similar en las organizaciones empresariales seguiremos dando vueltas sin ton ni son. Porque a Joan Rosell y sus merinazgos sólo le interesa el poder omnímodo, esto es, sin controles en el trabajo que cambia y ejercer la «violencia del poder empresarial», una formulación que dejó escrita, a principio de los noventa, un jovencísimo Antonio Baylos: léase Derecho del trabajo,  modelo para armar (Trotta, 1991).

4.--  La opción que ha tomado la CEOE, no sólo en España, ha sido ésta: hay que poner freno al universo de los derechos sociales (como primer paso a los democráticos), ya que creen ideológicamente que son un mecanismo que obtura la acumulación de capital que, en su opinión, requiere esta fase de innovación y reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Con lo que el siglo XIX es ´su modelo´, dada la ausencia de derechos, poderes y controles del movimiento de los trabajadores y del sindicalismo en el centro de trabajo. Un siglo XIX donde el trabajo tenía un vínculo débil con la política.

En síntesis, Rosell no se refiere al modelo de empleo que existía en el XIX sino al paradigma general de minusvalía política y social «del trabajo». En aquellos entonces a las organizaciones obreras, sociales y políticas, les faltaba mucho pelargón.

5.--  Pues bien, comoquiera que nos encontramos ante una exuberancia de significantes vacíos (sea esto lo que quiera que sea)  propongo otro más para que no se diga: «Queridas izquierdas, a ver si nos espabilamos». Y lo completo con una sugerencia a ustedes, las izquierdas de ayer y las de hoy: «¿Hace una lectura de Bruno Trentin, por ejemplo, La ciudad del trabajo en http://metiendobulla.blogspot.com.es/?



miércoles, 18 de mayo de 2016

Ese Otegi en el Parlament de Catalunya



En la foto, José Luis López de Lacalle


Hoy ha sido recibido en el Parlament de Catalunya Arnaldo Otegi por la presidenta Carme Forcadell. Si un servidor estuviese en dicha casa, aunque fuera de bedel, me iría a mil kilómetros para no sentir malos olores. Pido excusas por el tópico: ni olvido, ni perdono. El caso es que dicho caballerete visita el Parlament sin haber pedido perdón a las víctimas de ETA ni haber declarado públicamente que la sangrienta actividad de esa banda criminal no tuvo justificación.

Siempre me  conmovieron las personas que fueron acribilladas, frecuentemente con un tiro en la nuca, y espero que me comprendan todos ustedes si firmo que la que me sumió en una enorme tristeza fue la de José Luis López de Lacalle a quien conocí muy directamente (1).  López Lacalle fue padre fundador de Comisiones Obreras, un sindicalista templado; querido y respetado por sus compañeros de trabajo. Era implacable contra ETA. Fue uno de los primeros que se tiró a la calle –junto a mis amigos Ramón Ormazábal, Tomás Tueros, David Morín …--  contra el terrorismo, convocados por el Partido comunista de Euskadi, en manifestaciones que congregaban a cuatro y el cabo. Era cuando en el País Vasco había mucho silencio. No, no eran unos suicidas sino sembradores de esperanza.

López de Lacalle, mi amigo, recibió un tiro el 7 de mayo de 2000 en la puerta de su casa. Tenía 62 años. ¿Su ´delito´?: defender la paz y la democracia. Gracias a mi tocayo José Luis, este Otegui pudo visitar ayer el Parlament de Catalunya. Y ser agasajado por quienes le dieron la mano.

Ustedes dispensen: un servidor no se habla con aquellos que tienen el cerebro en poder del gatillo de las pistolas.


martes, 17 de mayo de 2016

¡Que vienen los comunistas!




Editorial.--  Cada vez que soplan –o parece que soplan--  vientos de cambio aparece un espantajo en forma de comunismo. Quienes atribulados por la posible pérdida de un cierto cacho de poderes perciben un posible cambio de tortilla sacan de sus entrañas lo peor de su caverna contra los comunistas. Ahora, no hay por qué extrañarse, en campaña electoral vuelve a sonar el lúgubre grito de secano: «A por ellos, que son de regadío» como antaño se repitió contra el Humanismo, la Ilustración, el liberalismo y la democracia. Mayoritariamente viene desde los viejos púlpitos de las covachuelas de los poderes fácticos del hombre del Cromagnon y desde su visible caspa. Pero también alguna que otra nueva brillantina se incorpora, desde su sobrevenido secano, a la demolición de lo que fue, pero ya no es. Se trata, así las cosas, de corromper la Historia (perfectamente en mayúsculas) por parte de quienes se aconchaban  para corromper económica, moral y políticamente el país.
Menos mal que, desde la inteligencia, aparecen voces cuerdas, interesadas moral e intelectualmente en dejar las cosas en su sitio. Uno de ellos es Jordi Borja, que ha pedido la palabra y ha dejado y enseñado lo que sigue en su artículo de hoy, titulado ¿Comunistas?.  Aquí tienen ustedes el texto. Estúdienlo y saquen las conclusiones pertinentes. Es una sugerencia de un servidor de ustedes, José Luis López Bulla.    
Escribe Jordi Borja
«No hay comunismo pero renace el anticomunismo. Los líderes de la derecha, el PP y Ciudadanos, y también el PSOE pero más discretamente, se escandalizan ante la hipotética posibilidad que los “comunistas” y otro “extremistas” lleguen al poder. Y anuncian grandes males, no se sabe cuales. ¿De qué y de quienes tienen miedo? El “comunismo”, identificado con el sistema soviético, ha desaparecido, solo pervive su caricatura en Corea del Norte, pues en Cuba está en una transición sin posible vuelta atrás. En Europa occidental, los partidos comunistas hace décadas que se integraron en los sistemas políticos de democracia representativa y los más importantes, en especial el francés y el italiano, formaron parte de gobiernos en todos los niveles del Estado. El PC francés, bajo la presidencia socialista de Mitterrand, y el PC italiano derivó como Partido Democrático, está en la Internacional Socialista, integró a una gran parte de la Democracia Cristiana y gobierna Italia. Los distinguidos personajes que denuncian el peligro comunista en España suponemos que no se refieren al comunismo internacional inexistente sino al español y al catalán. Y utilizan el término comunista no como un concepto que se puede entender con sus virtudes y defectos sino como un insulto. Cuando Rajoy o Rivera se refieren al comunismo parecen inspirados por Carrero Blanco o cualquier ministro del franquismo. Lamentable y, además, inútil.
»¿Hay una fuerza política comunista en nuestro país? ¿Los que son o fueron comunistas son una amenaza para las libertades y el progreso? Las izquierdas nuevas o renovadas pueden considerarse más o menos radicales o moderadas, pero sus programas, declaraciones o formas de hacer política son más propias del liberalismo progresista y de la socialdemocracia clásica. Con algunos rasgos de los movimientos sociales similares a todos los países europeos o americanos. A los que se añaden los herederos del comunismo forjado en el antifranquismo y arraigado en el movimiento obrero y ciudadano y en las universidades y en los sectores culturales y profesionales. Aportan realismo y experiencia y en su pasado, como en el presente, llevan consigo un ADN profundamente democrático. ¿O acaso no fueron los militantes comunistas luchadores por la democracia, las libertades y la reconciliación nacional y su acción, pacífica y muy costosa, aceptada por amplias capas de la población? Más que temor o inseguridad, la cultura política de los comunistas herederos del antifranquismo es una garantía de orden democrático y de cambios para las mayorías sociales.
»Pesar el término “comunista” referido al PSUC y al PCE como un insulto es indigno. Se les denominó “el partido” y fue la organización política más presente y con más iniciativa desde finales de los años 40 hasta la muerte del dictador. Miles de militantes y centenares de dirigentes y cuadros pasaron por las cárceles, el maltrato policial, el exilio, la clandestinidad. No fueron los únicos, pero sí los más numerosos. Estuvieron en múltiples frentes y casi siempre liderando la resistencia democrática. Fueron respetados por la Iglesia de base y por intelectuales y profesionales cualificados que no compartían las mismas ideas pero admiraban a los militantes comunistas. Jorge Semprún criticó duramente el comunismo de aquella época, pero también siempre manifestó su identificación con los militantes. Líderes políticos e intelectuales de ideología liberal expresaron el reconocimiento al protagonismo de los comunistas en la lucha por la democracia, en la consecución de las libertades políticas y la defensa de los derechos sociales y culturales. La Transición truncada les llevó a una relativa marginación. No pidieron nada a cambio. Y cuando han nacido y se han desarrollado nuevas fuerzas políticas y sociales los apoyan sin ninguna pretensión dirigente. Su cultura política es muy clara: promover la democracia a todos los niveles de las instituciones, la economía, la cultura y la vida social. Y ni esperan halagos ni escuchan los insultos».
Jordi Borja es urbanista.


lunes, 16 de mayo de 2016

Gobierno en la sombra




El PSOE presentó ayer en Barcelona, a pesar de ser el día de San Isidro (labrador), su gobierno en la sombra.   Poco importa que ello no forme parte de las tradiciones españolas. Es más, si se bien se mira, esta novedad puede tener una parte positiva de cara al electorado: el compromiso electoral de dicho partido no queda concentrado en las bondades, reales o aparentes del líder, sino en un equipo. Si esta es o no la intención de Pedro Sánchez es cosa que desconocemos como igualmente tampoco estamos en condiciones de suponer que es simplemente una operación mediática o algo de mayor calado. Que ello forma parte de la campaña electoral es algo tan obvio como legítimo. En todo caso, el formulario del Partido Apostólico no ha tardado en calificarlo como «gobierno en la penumbra» que expresaría su incomodidad por el golpe recibido.

En teoría este gobierno en la sombra, si es coherente con su responsabilidad durante la campaña, podría añadir ciertas dosis de responsabilidad. Por la sencilla razón que su función no es la de acompañar las banalidades, clichés, retruécanos y demás palabrerío de quienes tienen la boca caliente en los púlpitos de la campaña; su función, como indica el sintagma ´gobierno en la sombra´, es la de precisar funcionalmente las medidas de gobierno, concretas, con la menor densidad posible de perifollos.

Pero a nadie se le ha podido escapar lo siguiente: podría ser un mensaje implícito de que: a) este es el futuro gobierno, si ganan las elecciones, y b) lo que indica que el PSOE no piensa, al menos ahora, establecer un pacto de gobierno, ni con Anás ni Caifás. Lo que dado el indicio que nos dan las encuestas no parece probable. De ahí que, tras el resultado electoral, podemos establecer la (poco arriesgada) hipótesis de que esta segunda vuelta tiene los visos de ser tan agobiantemente incierta como la primera.

En resumidas cuentas, lo que en teoría parece ser una novedad positiva, el gobierno en la sombra, se convierte en una potente señal que, a cosica hecha, se ha puesto para avisar que no hay pactos.  No obstante, hasta donde todos sabemos, nada hay definitivamente escrito en las estrellas. Ni siquiera los barones y baronesas tienen el vicio de la omnipotencia.



domingo, 15 de mayo de 2016

Relaciones entre el “centro” y la “periferia” de los partidos




Primer tranco

Dos casos parecen emblemáticos en la complicada relación entre el centro y la periferia de los partidos políticos, como se ha puesto de manifiesto más recientemente con el caso de los pactos electorales. De un lado, los socialistas valencianos han trabajado conjuntamente con Compromís y Podemos con la idea de enhebrar un acuerdo que se tradujera en una lista única para el Senado; desde la dirección federal del PSOE se puso el grito en el cielo, y tajantemente dijeron que ni hablar del peluquín. De otro lado, el acuerdo entre Podemos e Izquierda Unida –que comportaría la inclusión en la lista de Almería del ex general-jefe del Estado Mayor don Julio Rodríguez como cabeza de cartel--  ha sido contestado furiosamente por la organización provincial del partido de Alberto Garzón.

En efecto, no podemos sacar las cosas de madre ya que son dos casos aislados que no conviene sobredimensionar. Sin embargo, partiendo de ello, parece necesario insinuar algunas consideraciones de lo que, amablemente, podríamos titular como una parte de la convivencia en el interior de los partidos y coaliciones.

¿Hasta qué punto hay un exceso de poder en los grupos dirigentes centrales? ¿Hay un determinado grado de cantonalización en las organizaciones territoriales que se confronta con ese hipotético poder central? Si no existe ni lo uno ni lo otro, ponemos punto final y a otra cosa, mariposa. Ahora bien, si tales interrogantes tienen algún fundamento, necesitamos proseguir en estas cuestiones.

Segundo tranco

Partimos de las siguientes premisas: los estados mayores centrales tienden siempre a extralimitarse en sus funciones, siguiendo aquella (antigua) máxima romana de «quien puede lo más, puede lo menos»; las periferias, por su parte, no sólo se resisten a la extralimitación de lo que les viene encima, sino incluso, en no pocas ocasiones, se confrontan contra el ejercicio amparado estatutariamente y, por tanto, legítimo de sus órganos superiores; así como cada centro tiene su periferia, toda periferia es centro de otras periferias, repitiéndose en estos casos las mismas o parecidas tensiones. Se trata de unas tensiones más frecuentes que nunca y tienen que ver, en gran medida, con la pérdida de calcio del partido, cualquiera que sea, y su tendencia, cada vez más acelerada, a ser cuerpos líquidos, en el sentido que Zygmunt Bauman le da a lo ´líquido´. O sea, en la medida que el sujeto, político o social que sea, va perdiendo su carácter mineral, las tendencias a la extralimitación de sus estructuras superiores hacia abajo (sístole) provocan la reacción contraria hacia arriba (diástole). Me atrevo a proponer esta hipótesis:  este comportamiento ya no tiene vuelta atrás, y es ya de poco sentido llamarle conflicto. Una aproximación a resolver estas situaciones, que hasta la presente solían llamarse conflictos, está en nuevas reglas de participación normada, obligatorias y obligantes.

Nuevas normas que, especialmente, delimiten las atribuciones y poderes de cada estructura, sea central o periférica, donde ya no vale la vieja ley de los romanos («quien puede lo más, puede lo menos»), que es una fuente de, ahora sí, conflictos. Lo que, a su vez, exigiría su correspondiente manera de cómo elaborar esas reglas. Y, entre ellas, el establecimiento de quórums razonables para que una consulta sea considerada válida. Nota bene: los quórums deben fijar porcentajes de participación, según la importancia de los temas a decidir, y los quórums para validar los resultados de esa participación. Por ejemplo, no es admisible, en buena lid, que la abstención –máxime cuando se llama a la militancia a pronunciarse--  sea superior al cincuenta o sesenta por ciento  y dicha consulta sea considerada válida. Una consulta que está viciada por un alto nivel de abstención, que supera en mucho la mitad del censo, es auto invalida en sí misma.

Tercer tranco

Ya se ha dicho la antipatía que nos produce esa práctica política del «quien puede lo más, puede lo menos». Mientras se mantenga, explícita o implícitamente, los partidos políticos serán un problema para sí mismos. Y, por extensión, para la vida política general. Porque se acaba configurando un sistema cesarista o bonapartista que socaba los cimientos del edificio democrático.


jueves, 12 de mayo de 2016

Todos los partidos son responsables (de lo que sea)





Por lo general, la mayoría de los medios de comunicación tienen la piel excesivamente fina. Cada crítica que reciben –o incluso cualquier observación— es tolerada en clave de fastidio y, según cómo, suele ser recibida como un ataque a la libertad de prensa. Una libertad de prensa asimétrica a la libertad de opinión de quien matiza, se confronta e, incluso, ataca democráticamente lo dicho por el medio. Ahora se ha puesto de moda una nueva gilipollescencia: se considera bolivariano a quien intenta sonrojar a tal o cual medio. De hecho da la impresión que los únicos sujetos que gozarían de la libertad de expresión son los mass media. Pero hace tiempo que vamos viendo que no es oro todo lo que reluce, más bien es oro del que cagó el moro.

Por ejemplo, en las informaciones periodísticas y radiofónicas de hoy se reincide en que, a tenor del desacuerdo entre los partidos políticos, «todos» los partidos son responsables de la falta de acuerdo. Este fue, como es sabido, el latiguillo retórico contra la ausencia de pacto para formar gobierno tras las elecciones generales de diciembre. Y, de manera redundante, también se abusó de ese argumentillo cuando no se llegaba a un acuerdo en distintos procesos de negociación de los pudorosamente llamados agentes sociales. «Todos son responsables» que ya se ha convertido en un fetiche de los libros de estilo de las redacciones, en una Vulgata obligada y obligatoria.

Sin embargo, un servidor advierte que hay gato encerrado en ese mantra. Porque esconde, a sabiendas y queriendas, la responsabilidad –de quien sea--  en la ausencia de pacto o en la dinamita que se ha puesto –por quien sea--  para que no se produzca el acuerdo. No obstante, nos vamos percatando de igual manera que ese «de quien sea y por quien sea» no es inocente. Es decir, la responsabilidad de la política instalada queda subsumida en ese «todos los partidos». Y de aquí se refuerza la garrula tradición nihilista de que todos son iguales, los tristemente famosos perros que son iguales pero que se diferencian solo por sus collares. Otro concepto científicamente falso, porque no es igual un fiero bóxer que un chihuahua.  

Definitivamente, hay responsables al por mayor y otros, tal vez, al por menor

  

miércoles, 11 de mayo de 2016

La casquería de algunos dirigentes socialistas franceses




Primer acto

Hollande se ha unido a la casquería de las derechas europeas y se dispone a aplicar la reforma laboral que rompe con el Code du travail, uno de los signos de identidad de la República francesa. El primer ministro, Manuel Valls, además,  ante las cinco mil enmiendas al proyecto legislativo ha decidido cortar de raíz el debate parlamentario y hacer un decreto ley para ponerlo en marcha.

¿Cuáles son los contenidos concretos de esta mal llamada reforma? No hace falta pormenorizarlo: no se trata de un plagio, ni de un refrito sino de una copia de los sucesivos textos españoles. Valls lo hace precisamente  cuando todos los datos indican el rotundo fracaso de los objetivos que perseguía el texto de Mariano Rajoy. No tiene, sin embargo, nada de particular que lo digamos nosotros y nuestras amistades; lo están dejando claro académicos y analistas de reconocida estirpe conservadora. De momento, podemos decir que Hollande y Valls no es que sean indistintos sino que comparten una misma visión y una idéntica práctica frente a los problemas del mundo del trabajo y la manera (autoritaria) de intentar  (es un decir) resolverlos.

La cuestión es, también, que el método que utiliza este Valls es de ruptura con la tradición republicaine: frente a lo que entiende por incontinencia verbal de los diputados –esas cinco mil enmiendas--  recurre a los métodos de la casquería política y, eliminando la deliberación en la Asamblea Nacional, procede al arbitrio del decreto ley. «Esto es una democracia, pero aquí no se discute».

Segundo acto

Es curioso que Valls haya procedido a esta operación cuando su colega de partido europeo Pedro Sánchez ha jurado hasta en sánscrito que, si llega a gobernar, derogaría la reforma laboral española. Lo que indica que el Partido Socialista Europeo es un comistrajo o, lo que es lo mismo, una mezcla irregular de pitracos cocinados a la buena de Dios. Oigan, no refunden nada: ustedes son irreformables.

Así pues, la memoria de Jean Jaurès mancillada. Y la de Jacques Délors humillada.   


martes, 10 de mayo de 2016

De «sillones» y «programas»: a contracorriente





La desmesura que no pocos políticos tienen a la hora de hablar, por no decir la obsesiva facundia, les juega muy malas pasadas. Esta manera de chamullar también es atribuible a las izquierdas nuevas y viejas. Comoquiera que estamos ante una campaña electoral permanente nos encontramos con procesos de negociación, real o simulada, para conformar alianzas de gobiernos posibles o imposibles. (Que ayer se formalizara positivamente el acuerdo entre Podemos e Izquierda Unida es algo que también viene a propósito de este ejercicio de redacción).

Primer tranquillo

Tanto para justificar la tardanza en llegar a pactos como para explicar su negativa a ellos, se argumenta de manera agotadora que lo importante no es el quién sino el qué.  Es decir, lo serio no son los «sillones», una metáfora del quiénes, sino el «programa», vale decir, el qué. Completamente de acuerdo, y no lo volveremos a repetir.  Pero tanta repetición sobre el particular de todos contra todos se está convirtiendo en algo tan sobado que se nos antoja un tópico banal y aproximadamente cretino. De ahí que digamos, a contracorriente, que propongamos una reconsideración sobre los «sillones».

Segundo tranquillo

Recalquemos: en estos casos que comentamos, los sillones son la metonimia de las personas. O, lo que es lo mismo, aquellos que van a aplicar el qué programático que se ha acordado con mayor o menor fatiga. Así pues, parece evidente el vínculo entre el sillón y la persona que, con mayor o menor asiduidad, acostumbra a sentarse. Que se elogie el programa para castigar el sillón, no deja de ser un recurso retórico que puede tener un cariz demagógico o un origen anarquizante, tanto si es subconsciente como si está aflorado. O como, dicho con las abusivas palabras de hoy, populistas.

Pregunto: ¿tiene sentido, así las cosas, hablar de programa al margen de quién o quiénes van a llevarlo a la práctica? No padre, eso sería mera metafísica. Un proyecto no es solamente la literatura programática, sino quién lo gobierna o gestiona su aplicación en un trayecto cierto. Con lo que cabría preguntarse: ¿se es indiferente a que la aplicación del programa lo haga Anás o Caifás, un garrulo o alguien con fundamento? La respuesta parece que no. De donde sacamos una conclusión provisional,  un programa que sea digno de ese nombre requiere, por lo menos, las siguientes características: 1) que sus propuestas tengan un carácter orgánico, compatibles entre sí, por tanto no debe ser un zurcido de retales; 2) la responsabilidad de unos determinados sillones (personas) que lo van a llevar a cabo o el intento de aplicarlo y gestionar sus contenidos concretos.


Con lo que negociar el qué no es una variable independiente de acordar el quién. Por lo demás, seamos conscientes que la burocracia es otra cosa. Y de ella habló, para otras cuestiones, Bruno Rizzi en su libro La burocratización del mundo (Península, 1980).


domingo, 8 de mayo de 2016

La metamorfosis del partido de Jordi Pujol





Vamos a tratar en este ejercicio de redacción de dos novedades catalanas en el panorama político. Una, las encuestas señalan que ERC dobla ahora a su histórico amigo-enemigo CDC, el partido históricamente mayoritario de Catalunya: el primero conseguiría 40 diputados, el segundo, 20. Otra, la refundación de los convergentes en otro partido.

El vuelco electoral, si las previsiones se confirman, tendría proporciones históricos, siempre que nos atengamos al relativismo de tan pomposa característica. Ello tendría una explicación aproximada en que, de un lado, el importante movimiento independentista responde más al quehacer político de los republicanos que a los planteamientos y prácticas de los convergentes y, de otro lado, en la mayúscula corrupción del clan Pujol y otros patriarcas catalanes, políticos o no, allegados a este. Por lo demás, digamos que ERC ha adquirido una cierta ´respetabilidad´ (sea esto lo que fuere) en la presente legislatura catalana por sus políticas que ya no intimidan a las fuerzas económicas.

Hace meses Artur Mas tomó nota de que CDC se encontraba en la fase de una parábola descendente. Su punto más llamativo fue el “caso Pujol” que conmocionó lo más profundo de la sociedad catalana y los intersticios de los amigos, conocidos y saludados de CDC. Así pues, Pujol –y sobre todo el pujolismo militante--  contagiaba al partido en el presente y dibujaba unas líneas inquietantes para el futuro. Era, pues, necesaria una reconsideración del proyecto político de CDC. Las últimas elecciones autonómicas, donde CDC se disfrazó de coalición (Junts pel Sí) y las pasadas elecciones generales de diciembre pasado, bajo el nombre de Democràcia i Llibertat mostraron  los agujeros del queso convergente: la parábola sequía cayendo casi en picado. Con lo que o refundación o gradual declive político.  La conclusión que concretó Artur Mas fue refundación.  

Esta opción tenía, además, otra ventaja: la ruptura de Artur Mas con el cordón umbilical que le unía a su pasado pujolista químicamente puro. Si Pujol fue el padre y la madre de CDC, Mas lo sería de un nuevo partido, aparentemente –sólo aparentemente--  no contaminado por la   zahúrda del viejo patriarca.


Si Artur Mas y sus allegados consiguen la refundación de CDC es cosa del tiempo y, de por supuesto, qué entienden por eso de “refundar”. Lo que se dice a sabiendas de las enseñanzas del viejo refrán: «aunque la mona se vista de seda, mona se queda». Que es una máxima que deben evitar los que se metan en operaciones refundadoras. Porque en caso contrario corren el peligro del que ya nos avisaron los Hábiles (en el Fausto de Goethe): «S no cabe ir de pie / iremos de cabeza». Que podemos saborear en la magnífica traducción del inolvidable maestro José María Valverde.


miércoles, 4 de mayo de 2016

Un programa no es un zurcido: una sugerencia a Podemos e IU



Pilica Bulla y Pepelópez 


Ayer por la mañana decíamos que Podemos e Izquierda Unida estaban negociando participar conjuntamente en las próximas elecciones del mes de Junio. Y situábamos como chocante lo que era algo más que un rumor: «que cada organización exhibirá su propio programa electoral en una campaña que, además, será diferenciada» (1). Durante el día de ayer se corrigió tal anomalía: Pablo Echenique y Adolfo Barrena, con el traje de gala de los hábiles y amigables componedores, empezaron a redactar lo que será, si se llega a buen puerto, el programa electoral de ambas formaciones. Deseamos que ello tenga una fecunda preñez. Para que sea de esa manera, entiendo que conviene sugerir algunas advertencias que, aunque intuidas, por lo general no siempre son convenientemente sabidas.

En primer lugar, digamos como premisa mayor, que  un programa no es un zurcido, es decir, un conjunto de retales no constituyen un programa. Simplemente es una lista de demandas (con vestimenta de promesas electorales) cuyas variables no responden adecuadamente a una función. Un programa electoral, digno de ese nombre, es matemáticamente hablando un polinomio. No son gratuitas estas sugerencias: está demasiado extendida la técnica de que un programa electoral es una suma de variables infinitas capaces de encandilar a los más diversos sectores de la ciudadanía considerados todos y cada uno de ellos de manera invertebrada. Por lo demás, tampoco es infrecuente que no pocos programas electorales no dispongan de la compatibilidad entre unas y otras demandas. Por ejemplo, las propuestas de Estado de bienestar deben corresponderse a lo que se plantea sobre política fiscal, amén de ser creíbles y factibles cada una de ellas y ambas entre sí. Esta es una regla de oro. Porque ninguna de las variables de un programa es independiente de las unas con las otras y de todas con el programa en general. Este es el encaje de bolillos que da credibilidad de masas al contenido del programa general.

Por supuesto, no se pide a los hábiles componedores que hagan una obra maestra; se trata simplemente de que se acerquen todo lo que puedan a ello. Errejón y Barrena tienen ese desafío. Menos aún se les pide que hagan un compendio politológico, simplemente se trata de un programa político que contemple lo más urgente y necesario a resolver, que sea también una indiciación para avanzar gradualmente. De un programa que, en resumidas cuentas, sea el cuaderno de bitácora de las actividades de la coalición tanto en la sociedad como en las Cortes Generales.

No soy quién para sugerir nada a los profetas desarmados de una u otra formación. Sin embargo, soy de este parecer: las personalidades que en IU y Podemos han manifestado su enemistad al acuerdo deberían dejar la continuidad del debate sobre ello para después de las elecciones. Es lo que mandan los cánones de la política seria. Es, por lo demás, lo que siempre pidieron los profetas desarmados: unos con la boca grande otros con la boca chica. 



   1) http://lopezbulla.blogspot.com.es/2016/05/la-heterodoxa-alianza-entre-podemos-e-iu.html