jueves, 18 de febrero de 2016

La política macarrónica de Cataluña




Homenaje al padre de este caballero: don Antonio Alvarez


Diversos comentaristas de fuste no salen de su asombro al ver hasta qué punto los partidos catalanes con responsabilidad de gobierno en la Gerneralitat no dicen ni mú en toda la parafernalia política española tras las últimas elecciones generales. Cosa chocante, toda vez que uno de los grandes temas que se ventilan para la investidura es la «cuestión catalana». Véase, por ejemplo, hasta qué punto Enric Juliana –posiblemente el analista más sutil de todos – se hace cruces de esa actitud silente, que contrapone al activismo de las fuerzas progresistas valencianas de Compromis.  De momento, hay que convenir que, de un tiempo a esta parte, en los partidos políticos catalanes más influyentes en Cataluña se ha operado una cesura con relación a su intervención en la política general española. Estos partidos practican un acelerado ensimismamiento hablando con una política macarrónica. Ni siquiera han caído en este detalle: con o sin independencia conforme peor vayan las cosas en España, peor irán en Cataluña.

Ahora bien, ¿esta actitud silente es consecuencia de una decisión política intencionada? Mucho me temo que es el resultado de no saber qué decir. Es, a mi entender, la consecuencia  de una sobrevenida ignorancia, resultado de la desubicación del nacionalismo con relación a los grandes problemas –cambios y transformaciones--  que se están dando en todo el mundo. O dicho con amigable acritud: es el efecto de la descolocación de la soledad del campanario. De un campanario instalado, de un tiempo lejano a esta parte, en su política macarrónica.

A esta «política macarrónica» le ocurre tres cuartos de lo mismo que a  aquel Poggio Bracciolini que presumía de escribir el latín más elegante de su época hasta que el gran Lorenzo Valla puso las cosas en su sitio. Este le ajustó las cuentas provocando que aquel Poggio desapareciera del Gotha de los humanistas: Valla dejó escrito que aquel latín era culinaria vocabula: esto es «latín macarrónico»--  por lo que, como si fuera oriundo de Santa Fe, le espetó a su oponente que «Poggio habla tan mal el latín que que debe haberlo aprendido de algún cocinero iletrado». Sería precipitado decir que Valla era un elitista por esa referencia a un cocinero iletrado. Pero, si se lee bien la frase, se llega pacíficamente a la conclusión de que también hay cocineros letrados que hablen perfectamente la lengua del divino Virgilio. Por ejemplo, no me extrañaría que Antonio Alvarez, camarero del legendario bar Sevilla de Granada hablara un perfecto latín,  aunque su especialidad –como pudo constatar Dámaso Alonso--  era saberse de memoria todas las Soledades de Góngora.

Pues bien, volviendo a lo nuestro, queda a los historiadores la tarea de investigar de qué cocinero han aprendido ciertos políticos catalanes con mando en plaza el quehacer de la política macarrónica. 



1 comentario:

Ramon.Morata dijo...

Que se empiecen a enterar estos" nuevos" de los problemas reales del pais, y dejen de marear la perdiz, como ya hizo Zapatero, negando todo, por mas que le llovian avisos de Europa. Entonces no se nos hizo caso de las advertenciasen 1995-1997 y asi nos fue, Ahora se repite la historia. http://nadaesgratis.es/admin/volatilidad-y-reformas-las-virtudes-ocultas-de-la-incertidumbre-economica http://nadaesgratis.es/josep-pijoan-mas/growing-like-spain