lunes, 8 de febrero de 2016

A Ada Colau le falta un hervor



Mi padre me aconsejaba que «ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió». Tuvo que ser en la práctica cuando yo diera aproximada veracidad a esta sentencia que es muy socorrida en la Vega que baña el río Genil. Puede que no sea de validez universal, pero en esta ocasión parece ser tan cierto como una casa de payés. Oigo y leo que Ada Colau «considera incompatible negociar si se mantiene la huelga de Transportes Metropolitanos de Barcelona» (1). Incompatible es una expresión que, en iguales circunstancias, hemos oído por parte de autoridades de la mayoría de los partidos así en Barcelona como en Nueva Orleans. Pero nunca pensé que pudiera haberlo dicho la alcaldesa de Barcelona.

Mi estupefacción se explica porque Colau proviene de la acción colectiva de los movimientos sociales. Es decir, que no es un producto de laboratorio.  Y en buena medida la simpatía y el afecto que siempre le ha tenido este blog viene de ese origen. Digamos, pues, que –a pesar de estar uno cargado de años--  no acaba de estar curado de espanto. Por ello me he puesto a meditar detenidamente el por qué de ese ex abrupto, llegando a dos conclusiones no definitivas. Una, hasta la persona más insospechada le puede venir un pronto de autoritarismo. Otra, Colau podría ser –repito, podría ser— una aproximación  a esa izquierda social que no tiene la suficiente consideración con el ejercicio del derecho de huelga y uso, independiente de las contingencias políticas. Sus asesores, tres cuartos de lo mismo. Por último, en próximos días –si encuentro la necesaria templanza— volveré con más sosiego sobre el particular.



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