domingo, 29 de noviembre de 2015

Un proceso constituyente, ¿cómo?




Hace tiempo que venimos oyendo hablar de la necesidad de un «proceso constituyente» en España.  Es una palabra escénica que repiten, de una otra forma, Izquierda Unida, Podemos y algunos  movimientos sociales. El colofón de dicho proceso sería –se supone-- o bien una reforma substancial de la Constitución o una nueva Carta Magna.  No obstante, para mi paladar todavía está por concretarse qué carácter, qué contenidos, con qué sujetos políticos y sociales y qué itinerario tendría el mentado proceso para llegar a buen puerto. Mi impresión es que se trata de la propuesta de un estuche estético del que sus promotores no mencionan el contenido de su interior. O sea, epígrafes sin desarrollo, eslóganes mediáticos, y poca cosa más.

Me parece, aunque corro el riesgo de meter el remo en el corvejón, que en dicha propuesta hay una idolatría a la ley. Una especie de culto de que la ley lo puede todo. Los más precavidos dirían que casi todo. Lo que me parece algo muy atrevido. Por lo que, aunque sea tartamudeando, me atrevo a formular las siguientes interrogaciones. ¿Qué sentido tiene ir a una reforma parcial o total del texto constitucional manteniendo intactas las actuales patologías políticas y sociales? ¿No sería más útil caminar en una gran operación reconstituyente, cuyo itinerario –largo o corto— no soy capaz de precisar con aproximada concreción? Utilizo la expresión «reconstituyente» como aquello que devuelve al organismo condiciones de salud, fortaleza y vigor.

O hay reformas profundas en el carácter y la forma partido (y sindicato) o el proceso constituyente, tal como me da la impresión que está concebido, sería agua de borrajas. Así pues, soy del parecer que la coexistencia entre un texto reformado o un nuevo texto constitucional sin un proceso reconstituyente sería un cero a la izquierda. Con lo que, en apretada conclusión, lo fundamental, aquí y ahora, es la regeneración de la vida política española. Mi amigo y maestro Bruno Trentin llegó a escribir –y repetir hasta el agotamiento--  sobre la necesidad de la «reforma de la sociedad». Entiendo al maestro: no pocas patologías sociales están también en la base de los problemas de la política. No es cierto que la sociedad sea santa, santa, santa y los políticos sean tan desvergonzados y sin referencias a la misma sociedad. Digamos que, en buena medida, los políticos y la política son aproximados trujimanes de la base social.


Debo esta idea de lo reconstituyente, políticamente vitamínico, al maestro Iñaki Gabilondo que, de esa manera ha hablado, en la entrevista que otro grande, Juan Cruz, le ha hecho en El País de hoy domingo. 

sábado, 28 de noviembre de 2015

Mentecatos en el Parlament de Catalunya



Cuando la sagrada familia era lo que era –sepan que no me refiero a Jesús, María y José, sino a la parentela de los   Pujol Ferrusola--  se producía simultáneamente un fenómeno: la combinación de dos santos oficios, el de rebañar por todos los sitios suculentas cantidades de parné y el gobierno de la Generalitat. Con todo, podríamos decir que, tanto la intendencia como la política, tenían un sentido de la coherencia, sea esto lo que sea. El viejo patriarca gobernaba a su modo –no entraremos en detalles en este ejercicio de redacción--   con una aproximada dignidad republicana. Con el heredero político, Artur Mas, las cosas siguieron como antes, pero llegó un momento que las costuras de algunas instituciones de la Generalitat empezaron a  convertirse en una zahúrda, entre ellas el Parlament que se autorreferencia como templo de la palabra diferida del pueblo catalán.

La primera sesión del Parlament aprueba una declaración que, para simplificar, indicia claramente la independencia de Cataluña: es el conocido camino de la «desconexión». A partir de ese momentum se produce una descomunal algarabía, como no podía ser menos, en la opinión publicada. Wifredo el Velloso (aquí conocido como Guifré Lo Pilós) aprieta las espuelas del caballo, mientras allí Rodrigo de Vivar (o sea, el famosamente llamado Cid Campeador) decide esperar y barajar imitando a Don Tancredo.

La declaración del Parlament da la vuelta al mundo: la comentan en las barberías de Santa Fe, capital de la Vega de Granada, y en el Financial Times. De la ciudad cuatriarcada se sabe que provoca caballunas retrancas (allí conocidas como malafoyá); del Financial Times sabemos que es catalogada sobriamente como una «locura» (folly). Pues bien, creíamos que el Parlament de Catalunya había agotado su capacidad de generar esperpentos.

No tal. Ahora nos endilga una nueva literatura, que habrá provocado cierto estupor en la talabartería jurídica de especialidad constitucional. El Parlament de Catalunya se dirige al «desconectado» Tribunal Constitucional para explicarle de qué va la historia en respuesta a los recursos presentados por don Tancredo y sus costaleros. Y le explica que «la declaración de ruptura no es vinculante que sólo es una declaración de intenciones».  Lean y reflexionen sobre esta contorsión en   http://www.lavanguardia.com/edicion-impresa/20151128/30442245677/el-parlament-alega-al-tc-que-la-declaracion-de-ruptura-no-es-vinculante.html
Háganlo detenidamente, rebañen cada palabra porque lo merece.

De esta nueva posición del Parlament deberían sacarse algunas consideraciones, a la espera de que voces más solventes que la mía expliquen hasta qué punto hay un choque entre la dogmática jurídico política de la segunda con relación a la desconectadora de la primera. Mis observaciones son prima facie estas: la asunción de que el hilo argumental de la primera era un bodrio intencionado. Por ejemplo, el extraño vínculo entre legitimidad y legalidad, entre libertad y democracia que argüían los rábulas que la redactaron y los mentecatos que la aprobaron. Ni siquiera los estudiantes de primero de Kelsen hubieran hecho algo tan disparatadamente estúpido. Un inciso: sabida la diferencia entre error y disparate, podemos decir que un error es relativamente fácil corregirlo, pero ¿cómo se corrige un disparate?

Lo que es motivo de calenturienta especulación es por qué se ha dado esta contorsión. ¿Se trata de un brusco meandro? ¿Es un paso atrás para, no se sabe cuándo, dar dos hacia adelante? Si fuera así, se tendría que corregir la contorsión entre la declaración desconectadora y el recurso al Tribunal Constitucional. Mantener la validez de ambos planteamientos equivaldría a situar al Parlamento a la altura de, metafóricamente hablado, una pocilga política. Y, en aras a la silogística, habría que añadir: el recurso es, en fondo y forma, una criptica desautorización al planteamiento de la CUP. No sería de extrañar: los franciscanos nunca se llevaron bien con los dominicos, que monopolizaban la lógica aristotélica. En aquellos tiempos, Asis, la patria de Francisco, y Caleruega, la de Domingo Guzmán, eran dos mundos distantes y confrontados.



viernes, 27 de noviembre de 2015

¿Capitanes de industria o cabos furrieles?




Corremos el peligro de convertirnos en un país de chatarreros y hojalateros. Lo vengo diciendo desde hace años. 

Vivimos en el paradigma de la innovación y reestructuración de los aparatos productivos y de servicios (de toda la economía global) y todavía en España la empresa y el Gobierno parece que no han caído en la cuenta. La consecuencia es que, a la chita callando, se amplía la distancia entre España y nuestros competidores; sus consecuencias en el empleo son evidentes.  El déficit tecnológico es un tapón que frena nuestro desarrollo, su eficacia y sostenibilidad. En vez de capitanes de industria contamos con cabos furrieles de vieja estampa. En vez de políticos à la page nos encontramos  con covachuelistas de rancio estilo.

Esto viene a cuento de la noticia que nos ofrece La Vanguardia de ayer: «La inversión en I+D se desploma a niveles de 2007». Y, oído cocina: «En el reciente ranking de las mil empresas que más invierten en I+D sólo figuran ocho españolas»  Nuestro desarrollo es, pues, aquella plata que cagó la gata, que decíamos los niños chicos de Granada, una ciudad que está cerca de Santa Fe, capital de la Vega del Genil.  

En suma, se reincide en la política chusquera de antañazo. Y parece que reincidimos en ella: he echado una ojeada a las golosinas electorales que prometen los más diversos partidos de babor y estribor, de popa y proa de cara a las próximas elecciones generales. Resultado, en ese terreno es oro del que cagó el moro. Que cazurramente insisten en ello me hace recordarles a ustedes lo que escribí hace mucho tiempo en esta bitácora.


Sorprende el contumaz abandono a que está sometida en España la cuestión tecnológica.  Ni rastro de ella en los programas y discursos –en la plaza pública, en la prensa o en las tertulias televisivas— de las diversas candidaturas de este magmático proceso electoral en curso. Ni las derechas, ni las izquierdas, ni los centristas de chanel número 5 han planteado nada al respecto. ¿Siguen, pues, la sonada majadería del famoso rector de Salamanca: «que inventen ellos»?

Ninguna comunidad autónoma, excepto Euskadi, lo tiene en su agenda. Ninguna de ellas alcanza el aprobado en realizaciones concretas. El afamado rector puede estar medianamente satisfecho: algo ha conseguido. Conclusión provisional: estamos por debajo de países como Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Hungría y la República Checa.

España alcanzó, en 2008, una media del 1,35 % del producto interior bruto en I + D. Ahora hemos descendido al 1,24 % y nos alejamos del 2 % de la media de la Unión Europea. Somos el país donde el gasto público ha bajado más. Esta reducción se explica porque aquí se ha operado el recorte más drástico de la inversión pública en tecnología y desarrollo, alrededor de un 50 %. Y también porque la inversión privada está en la mitad de la europea. Unos y otros ponen el acento en los infrasalarios y en la precariedad. Conclusión: si en tiempos de Larra escribir era llorar, investigar aquí es no parar de llorar. Séanme permitidos dos datos: un 14 por ciento de las personas sin techo son universitarios y el porcentaje de ciudadanos con estudios superiores en los albergues supera el 27 por ciento. Así lo afirman investigaciones de Pedro José Cabrera y Rosario Sánchez Morales. Por no hablar del éxodo de jóvenes investigadores al extranjero. 

¿Cuándo los gobiernos –central y autonómicos, excepto el vasco— se han preocupado y ocupado de de la cuestión tecnológica?  ¿Cuándo la oposición ha dicho esta boca es mía? ¿Cuándo los llamados agentes sociales han situado en lo concreto –en las cosas concretas, no retóricamente— tan relevante problema? Dispensen el exabruto: estamos como estamos por la inacción, la miopía y la idiocia de todos ellos.

Así las cosas, reitero mi propuesta: necesitamos un pacto por la innovación tecnológica. Y situar en el centro de la actividad política la innovación y el desarrollo. De ello he hablado en muchas ocasiones y no es cuestión de marear a nadie con su contenido pormenorizado.


Resumiendo: o nos ponemos al día o nos convertimos, con relación a Europa, en una chatarrería de Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio.  


miércoles, 25 de noviembre de 2015

¿Por qué el partido de Jordi Pujol quiere cambiarse de nombre?



El partido de Jordi Pujol va a cambiar de nombre. De hecho nos ha ofrecido dos anticipos: la coalición electoral Junts pel Sí en las recientes elecciones autonómicas catalanas, disfrazadas de plebiscitarias y las próximas generales, que ya están en capilla, bajo otra coalición, de nombre asaz sobado, Democràcia i Llibertat

Sépase que, nada más conocerse el pujolazo a finales de julio del año pasado, importantes dirigentes de Convergéncia (concretamente los jóvenes coroneles) salieron a apagar el incendio declarando que el «partido tenía que refundarse». Alguien debió caer en la cuenta del abuso del término refundación y de la insuficiencia de esa operación para enterrar una contradictoria biografía que, en esta nueva fase, le creaba problemas de credibilidad y de inmunidad políticas.  Y, como es natural, se  preparó la principal «desconexión», vale decir desenchufar la biografía del pujolato con el aparente nuevo rumbo de Artur Mas y sus costaleros.  Así pues, desde las algorfas de CDC se preparó la reconversión estética del partido para, sin pecado original, seguir cocinando el sofrito de la política catalana.  El poeta de Fuentevaqueros diría con su potente retranca que se CDC,  el partido de Jordi Pujol,  «se disfraza de noviembre para no infundir sospechas». Pero esto es solamente una suposición tan poco descabellada como las afirmaciones del sabio de Mileto, Thales, que nos enseñó la igualdad de los ángulos en determinadas circunstancias.

El partido de Jordi Pujol ha muerto. Vaya usted con Dios. No será un servidor quien le llore. Pero habrá «gente de orden» quien necesite una sábana para limpiarse los mocos.  Esa gente de orden que reclama para sí el nuevo partido  como un guiño --«seguimos siendo de los vuestros»-- a la mesocracia catalana, a los poderes económicos, a las agencias internacionales, a la propia Unión Europea. «No os preocupéis, lo nuestro con la CUP es una obra de caridad, es un poner un pobre circunstancialmente en nuestra mesa», dirían por lo bajinis.

Ahora bien ¿por qué le hacen venir al mundo a este nasciturus? Hasta los utilleros del River Plate lo saben: para poner tierra por medio del ´colaboracionismo´ del pujolato con la pérfida España y para concederse a sí mismo una amnistía –un borrón y cuenta nueva--  por las mil y una corrupciones y corrosiones del pujolato. Un inciso: el cabeza de lista de la nueva coalición convergente para las próximas elecciones generales ha declarado en el acto de presentación de la candidatura que el «nuevo partido nace limpio». O sea, la mancha de la mora con otra verde se quita. Pues bien, sugerimos que el nuevo partido se llame Don Limpio,  igual que un producto de acreditada fama en el mercado de los detergentes, según acredita su propaganda auto referencial. Un detalle que, de momento, ha pasado desapercibido en los mentideros, la opinión publicada y en las barberías: Don Limpio nace, según afirman sus progenitores con la idea de aglutinar a los sectores independentistas, socialdemócratas, cristianos y demás. Recuerde el alma dormida que eso mismo fue lo que diseñó el Patriarca cuando fundó Convergència.  La sombra de Pujol es alargada, parece ser.  


Mientras tanto, el resistente Duran i Lleida se frota las manos pensando que una parte de los caladeros de orden se pasarán a sus filas democristianas. Algo podrá rebañar el caballero, pero todo dependerá de quién o quiénes financien al histórico partido de Unió democrática. A lo mejor el caballero Duran ignora que las instituciones financieras apadrinan a los caballos ganadores. 



martes, 24 de noviembre de 2015

Real Madrid y Barça: ¡sois dos sinvergüenzas, y me quedo corto!



Joan Boada i Massoliver es un acreditado profesor de Historia medieval, que en diversas legislaturas del Parlament de Catalunya tuvo un papel relevante, figurando en el grupo de Iniciativa per Catalunya-Verds. Fue un diputado eficacísimo, un incansable trabajador. 

Nuestro hombre ha dejado, en su cuenta de facebook, lo que sigue:  

«El partido del Madrid-Barça fue sensacional. Pero veo un detalle un poco contradictorio: guardó un minuto de silencio en solidaridad con las víctimas de los atentados en París, mientras que los dos equipos usaron propaganda de Qatar y Emiratos Árabes Unidos, dos países que han financiado a grupos terroristas».


Blanco y en botella. Sin embargo, cuesta trabajo que nadie haya caído en el detalle: ambos clubs acuerdan hacer un minuto de silencio por las víctimas del terrorismo yihadista y simultáneamente lucen, en las camisolas de los futbolistas, la publicidad de quienes a su vez –según afirman informes solventes y expertos acreditados en la materia--  financian al llamado Estado  islámico (ISIS). Cinismo e hipocresía son conceptos que se quedan cortos para calificar el comportamiento de ambos clubs. Florentino y Bartomeu o, lo que es lo mismo: tanto monta, monta tanto. ¿Podríamos decir que los citados dirigentes de ambas instituciones ignoran esa situación? ¡Anda ya! Incluso es posible que en la intimidad comenten a sus costaleros la famosa frase que Vespasiano le dijera a su hijo, el tiquismiquis de Tito: pecunia non olet.  Es posible que el dinero no huela, pero cabe decir que, en este caso, el dinero tiene el color rojo de la sangre que se ha derramado en Oriente y Occidente.


Digamos, sin alzar la voz demasiado, que en este caso el dinero llama al dinero. Pero a la opinión publicada y a una buena parte del público lo que le interesa son los aspavientos de impotencia de Cristiano Ronaldo o –granadinamente hablando— la malafoyá de Gerard Piqué


lunes, 23 de noviembre de 2015

Podemos, ¿cambio de metabolismo?



¿Sería mucho pedir que Podemos hiciera públicas las discusiones de su grupo dirigente que han motivado una serie de discontinuidades desde hace poco más de un año? Porque desde la declaración de intenciones ante las elecciones europeas hasta la presente se ha producido una serie de espectaculares meandros. Están a la vista de todos, por lo que nos ahorramos un pormenorizado elenco de las variaciones en unos casos y correcciones en la mayoría de ellos. Han sido tantas y tan notorias que dan la impresión de que se ha operado un cambio de metabolismo en Podemos.

Que la organización de Pablo Iglesias el Joven haya ido aquilatando sus propuestas es algo que un servidor ni quita ni pone. Están en su derecho. Lo que decimos es que no sabemos qué les ha llevado a la corrección, rectificación, giro o lo que sea. Algunos han sido de tal espectacularidad que no se reconocen en el intento de organización rupturista de sus primeros momentos. Pongamos que hablo, entre otros, de la renta básica universal garantizada –tal como la conciben Phillipe van Parijs y, entre nosotros, Daniel Raventós--  a lo que se plantea en estos momentos. O del no menos espectacular meandro en torno a Europa, que en sus inicios era un tanto caótica y gradualmente fue adquiriendo una buscada ´respetabilidad´, sea esto lo que quiera que sea.

Tengo para mí que en la joven historia de Podemos hay dos momentos que me aparecen bien diferenciados: a) desde su constitución hasta la llegada de Alexis Tsipras al gobierno griego, y b) desde esos momentos hasta nuestros días. La primera fase como hemos dicho tiene un carácter rupturista con una serie de palabras escénicas como «ni izquierdas, ni derechas», «arriba y abajo», la «casta», «impago de la deuda», que le sirven de visible y pronta identificación. Más o menos lo que, para Verdi, significaba su concepto de parola senica (1)

No hace falta decir que, en esos primeros momentos, Podemos es capaz de aflorar a la intervención pública a una parte importante de la izquierda submergida o vinculada en una u otra medida a las izquierdas tradicionales.

Son los acontecimientos griegos, con Tsipras en el gobierno, cuando aparece un gran giro en Podemos. Una gran parte de las propuestas iniciales de Podemos se van aquilatando buscando una razonabilidad que no estaba presente antes. Digamos que por el camino de Swann se camina a trompicones en busca del tiempo perdido. Y se deja de lado con presteza al «amigo Alexis». En todo caso, sigue caminando con andares marineros: recientemente Iglesias ha moderado y dulcificado su mirada hacia la Transición española y sus dirigentes, que ya no huelen a azufre; y hasta ha tenido el detalle de visitar las sedes de los sindicatos, que antes –decía poco más o menos— era una parte del candado del “régimen del 78”. Se ve que las necesidades aprietan.   

El giro también se ha producido en la intendencia organizativa. El asambleismo empieza a ser substituido por un acaparamiento de los poderes y sus correspondientes decisiones por el grupo dirigente central. Se diría que en esta cuestión Podemos es indistinto a otros partidos convencionales. Por lo tanto, una parte –y no irrelevante— de este partido emergente pierde plumas en su planteamiento regeneracionista de la política. De ahí que un sector  de los cuadros periféricos se haya alborotado. Entra dentro de lo normal que esa situación haya sido explotada mediáticamente, pero ello no impugna el evidente malestar de unas bases que –fatigadas de tanto meandro y ninguneadas por los fichajes estrella para la confección de las listas electorales de ahora— o han abandonado el partido o se han plantado: son los que añoran la magdalena de Proust cuando era niño chico.

Vale la pena añadir un elemento que apenas se ha comentado en los mentideros políticos aproximadamente bien o mal informados: Podemos no ha conseguido –salvo algunas excepciones--  patrimonializar en primera persona los grandes movimientos-marea de la periferia española. O bien ha tenido que compartir camarote electoral con ellos o no ha conseguido lo que quería. Lo que ha conseguido es crear un magma. ¿Dónde está el problema? ¿En el cantonalismo de dichos movimientos-marea? ¿En la indisimulada altanería del partido de Pablo Iglesias el Joven? Hasta ahí no llegamos y así lo decimos.

Todos los datos indican que Podemos tendrá cuantitativamente  unos buenos resultados electorales, pero que crearán un cierta estupefacción en Iglesias y sus costaleros. Han exhibido tanto músculo desde el inicio de su biografía –en esto no ha habido meandros, ni giros--  que, como no han llegado al Cielo, la cosa les sabrá a poco.

Sea como fuere, Podemos podrá jugar un papel importante en la vida política española tras los futuros comicios.  Pero eso no está escrito en las estrellas.



(1) Ejemplos de la famosa parola scenica verdiana: Va pensiero (Nabucco), Cortigiani vil razza dannata (Rigoletto), Sempre libera (La traviata). 


Radio Parapanda. Otra globalización es posible. Y necesaria. Escribe Isidor Boix en: http://iboix.blogspot.com.es/2015/11/otra-globalizacion-es-posible_22.html




sábado, 21 de noviembre de 2015

Libertad y seguridad: ojo al truco



Los dramáticos atentados en París pueden trastocar muchas cosas. Por ejemplo, hay quien piensa que al famoso lema de «libertad, igualdad y fraternidad» conviene añadirle la palabra –es decir, el concepto--  de «seguridad».  Lo diré por lo derecho: no lo comparto. Más todavía, soy beligerante en su contra.

Han sido las derechas políticas, económicas y culturales las que, desde tiempos lejanos, han teorizado lo que llaman el difícil equilibrio entre libertad y seguridad. Habrá que convenir que las izquierdas no han sabido desvelar dónde estaba el truco de la propuesta del mentado equilibrio. Hasta tal punto ha sido así que gradualmente fue deslizándose por un terreno tan resbaladizo que la aproximó a la derecha. Véase, por ejemplo, la famosa declaración de Blair – Schöeder sobre la llamada tercera vía, donde la seguridad adquiere una autonomía casi total y, en su redactado, hay tiene más énfasis que la libertad. Desde entonces la izquierda mayoritaria no ha cesado de repetir la vulgaridad de que la relación entre ambas «es algo muy complejo».  

El truco estaba –y sigue vivo y coleando— en elevar a la misma categoría la libertad y la seguridad. Ahora bien, para no darle cuartelillo a los que tienen el colmillo retorcido, diré que no soy un insensato: la seguridad es un instrumento fundamental para la vida de las personas en el trabajo, en la ciudad, en todos los ámbitos de la vida civil. Y si hemos de añadir algo más substancioso, diremos que en esta sociedad del riesgo, que diría Beck, todo lo que se invierta en investigación sobre el particular será poco. Aclarado el tema, vamos a lo que vamos.

Hemos dicho que el debate se nos presenta trucado. ¿Por qué no se puede equiparar libertad y seguridad? Por esta sencilla razón: la seguridad es una variable dependiente de la libertad. O, si se prefiera de esta manera, diremos que la seguridad no es una variable independiente de la libertad. Lo que quiere decir lo siguiente: la libertad es una función y la seguridad es una variable de aquella. Digamos, además, que hasta los párvulos conocen perfectamente la diferencia entre una función y sus variables. Más claro todavía: la seguridad es la prótesis de la libertad.

¿Quieren ustedes un ejemplo que, dicho por un reformista como un servidor no despierta sospechas de bakuninismo? Este: la confusión entre libertad y seguridad ha llevado a las izquierdas políticas y sociales desde hace más de un siglo a una cierta impotencia emancipatoria poroque su radicalidad democrática aparecía un tanto mellada, mientras se iba desarrollando el diapasón de los colmillos retorcidos de las derechas. Entiéndase bien: cada vez que se ha suscitado ese debate las izquierdas se han ido empequeñeciendo. ¿Quieren un ejemplo?

La praxis del fordismo-taylorismo, que es algo más que un sistema de organización del trabajo, ha querido imponer este dilema: a cambio de la seguridad se debe renunciar a una importante parcela de libertad en el centro y puesto de trabajo, una formulación  que fue convertida por el ingeniero Taylor en “científica”. Por lo general, el movimiento sindical no cayó en ese cepo –como lo prueba su constante itinerario de conquistas sociales en el centro y puesto de trabajo--, pero efectivamente estuvo condicionado. Por otra parte, nos enseña Bruno Trentin, que «cada revolución industrial Trentin considera que cada revolución industrial cuestiona los equilibrios de poder y las formas de subordinación en el trabajo». Lo que le lleva a nuestro amigo italiano a afirmar rotundamente que «lo primero es la libertad». Que es precisamente el título de su último libro La libertà viene prima (Riuniti, 2004).

El discurso que sitúa la seguridad en el mismo eslabón de la libertad no sólo es truculento sino que, sobre todo, es una expresión más de la democracia autoritaria. Porque interesadamente quiere confundirnos al equipararnos la función con una de sus variables.  Más todavía, porque las derechas –mediante dicha truculencia--  quieren recuperar el terreno que fueron perdiendo a lo largo de los últimos doscientos años. Por lo menos, desde que la libertad, igualdad y fraternidad, con todas sus imperfecciones y límites, fueron ganando terreno. Ahora, entrados en el nuevo paradigma de la nueva revolución industrial, la derecha –volvemos a Trentin-- cuestiona los equilibrios de poder y las formas de subordinación en el trabajo en todos los ámbitos. Así pues, no hay más remedio que acudir al famoso dicho de los niños chicos: «Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita».


En resumidas cuentas, el Estado (que tiene el monopolio de la violencia, también contra el terrorismo en general y el yihadismo en particular) dispone –o debería disponer--  de medios suficientes (incluidos los militares) para que, desde la Libertad y el Derecho, se gane esa batalla. Y diré más: recortando las libertades se debilita la contribución a esa batalla democrática de una gran parte de la ciudadanía activa.  

viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Por qué se van de Cataluña algunos empresarios?


Marcelino Camacho en Canyamars, Maresme, enero de 1977




Mientras lo políticos catalanes se dedican distraídamente a los mejunjes de la metafísica hay empresarios que se ocupan de la física concreta. No se trata de una especulación, son las cosas de la vida.

Desde hace semanas la prensa informa de una serie de capitanes de industria que –afirman--  deciden trasladar bien sus empresas, bien sus centros de dirección fuera de Cataluña. Los motivos que se aducen, por lo general, se refieren al problema político catalán. Algunos, como Lara (Planeta), han ido por lo directo; otros, menos abruptos, se van despidiendo a la chita callando. Pero el caso es el mismo: se van con las repercusiones en los puestos de trabajo que ello comporta.

¿Estamos ante casos aislados o se trata del inicio de una tendencia? Habrá que esperar para saberlo con más detalle. Mientras tanto –sólo en mi caso, naturalmente— se trata de «esperar y barajar». Quienes tangan mando en plaza, sin embargo, no pueden instalarse en tan comodona actitud.

De todas maneras, entiendo que el motivo central no es el aducido, vale decir, la situación política catalana, sino un fenómeno más físico: la deslocalización pura y dura que se ha instalado de manera ´natural´ en el nuevo paradigma de la reestructuración de la economía globalizada. Esta actitud del capital se inscribe en el marco de la «constelación posnacional», por utilizar una expresión de Jürgen Habermas,  el filósofo de Düsseldorf.

Pero, comoquiera que eso es muy duro de pelar, dicha deslocalización es disfrazada de manera política para no infundir sospechas y, de paso, aparentar un sentimiento de españolidad. Porque, por ejemplo, la empresa de hemoderivados Grifols, que se traslada a Irlanda, es sabedora de las ventajas fiscales que ello le comportará. Pero queda poco elegante publicitar tales razones.

En todo caso, resulta sorprendente  la actitud de molicie política de algunos dirigentes del Gobierno de la Generalitat. Felip Puig, el consejero de Empresa ha reaccionado ante la deslocalización de Derbi Hotels: «respetemos las decisiones empresariales». Otros señores territoriales ni siquiera han abierto la boca. Que Felip Puig, ex consejero de la porra contra los manifestantes, no pueda hacer mucho por impedir las deslocalizaciones es políticamente incompatible con la muestra de ese respeto que es –en fondo y forma—una actitud de sumisión respetuosa a los poderes económicos. El resto de los señores territoriales ha preferido callar: unos, tal vez, a la espera de la hospitalidad de las puertas giratorias, otros sencillamente siguiendo el antiguo mandamiento materno: hijo, no te signifiques.  

Lo que no se entiende es la actitud silente de la izquierda y de la muy izquierda. Hasta ahora han guardado un llamativo silencio. Tal vez con la idea sobada de que no conviene caer en alarmismos. Cierto, hay que ser prudentes, pero no expectantes. Ya nos dijo Antonio Gramsci, y repitió hasta el agotamiento Marcelino Camacho, que «dirigir es prever». Que traducido a las cosas de ahora podría equivaler a estar al tanto de lo que pasa, qué líneas tendenciales se abren, y –oído, cocina--  qué hacer para que las actuales deslocalizaciones no se transformen en una pandemia. Por unos u otros motivos. Y sin caer en el victimato, una palabra que debemos al gran Sánchez Ferlosio.


Mantener el silencio para, después, criticar a los señores territoriales por su respeto a las «decisiones personales» es  una actitud de cinismo político, moral y ético. Es un silencio que merece que la Cofradía del Santo Reproche, cuyo hermano mayor es Joaquín Sabina, se ponga en marcha. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

«Tenemos mayoría para iniciar el proceso, pero no creo que la tengamos para finalizarlo».




¿Se está produciendo un meandro en la estrategia de algunos dirigentes políticos secesionistas catalanes, concretamente en la cúpula del partido de Artur Mas, presidente en funciones de la Generalitat? Para responder, no definitivamente, a dicho interrogante valdría la pena leer atentamente lo que ha declarado el fiel Franscesc Homs en la cadena de la SER: «lo que me motiva a presentarme a las elecciones es la apertura de un ciclo de diálogo y pacto» (1). Homs, como es sabido, es el principal vocero de Artur Mas. Por otra parte, conviene prestar no menor atención a otra respuesta que da en la misma entrevista: «Tenemos mayoría para iniciar el proceso, pero no creo que la tengamos para finalizarlo».  Que, a buen seguro, habrán despertado no poca estupefacción en sus socios de la coalición Junts pel Sí que siempre han disfrazado la gallina de pavo real. Hasta el extremo que un verboso Joan Tardà ha contestado a Homs de esta manera: "déjate de puñetas".  

Tanto si es meandro o finta no conviene echar en saco roto las palabras de este Homs. Representan, sea dicho con todas las cautelas, una micro discontinuidad en lo que hasta la presente ha dicho la fuerza política secesionista más importante en el terreno institucional de Cataluña. Más todavía, es Artur Mas en diferido quien lo ha dicho.

Ya  es sorprendente que se reconozca la extraña relación entre tener fuerza para abrir un proceso y no disponer de ella para acabarlo. Es como si un capitán de industria nos dijera que se ve en condiciones para abrir una gran empresa y simultáneamente se declarara incompetente para llevarla a buen puerto. ¿Cómo interpretar tan angustiosas y extravagantes palabras? Cada cual es muy libre de llegar a las conclusiones que estime oportunas. Por mi parte ofreceré una hipótesis que mostraría la lógica política de las mismas. En primer lugar, ningún político de la responsabilidad institucional de Homs va a un medio, sabiendo las repercusiones que tiene lo que va a decir, sin haberse preparado a fondo y sin la correspondiente chuleta en el cuadernillo de notas. Nuestro hombre fue a la emisora de radio sabiendo lo que quería decir. Y lo dijo.

Homs se dirigía a sus parciales. En realidad lo que podría prepararse –hablo en condicional--  es lo siguiente: mirad hemos llegado donde hemos llegado; no podemos rendirnos, pero los de la CUP no quieren acompañarnos y nos boicotean con lo que nosotros no podemos aceptar, es decir, la renuncia a la presidencia de Artur Mas; y aunque tengamos fuerza para abrir el proceso, no tenemos la fuerza suficiente en votos para asegurarnos un buen final.

Ahora bien, este Homs ¿se dirige solamente a su tropa o está enviando una señal a Madrid pidiendo el auxilio de una apertura de negociaciones? Entiendo que habla en ambas direcciones. Son las ventajas de la lengua bífida.

En todo caso, soy del siguiente parecer: Madrid no debería desoír ese lenguaje. En realidad es un llamamiento para que Pécuchet y Bouvard hablen a calzón quitado (2).

Por supuesto, siempre habrá quien les diga a Mas y sus adláteres que para empezar un negocio hay que saber cómo mantenerlo y sostenerlo. Lo que me parece lógico y normal. Pero, dicho lo cual, hay que aprestarse a empezar el encaje de bolillos. Pensar en el ¡ay de los vencidos! sería un disparate político

Naturalmente, esta hipótesis que comentamos tiene enormes riesgos para el partido de Artur Mas. De hecho se abriría una quiebra –tal vez una ruptura-- de relaciones con Esquerra republicana, que se haría con los caladeros electorales de Convergéncia, ya transformada en otra organización, de un lado; y de otro lado, podría golpear al nuevo partido con una sonada escisión. Así es que lo que barrunto tiene esas lagunas. Pero, entonces, ¿cómo interpretar las palabras de Homs?  





lunes, 16 de noviembre de 2015

«No podemos aceptar las condiciones de la CUP»




Hoy en Renault de Valladolid.

El conseller de Economia i Coneixement, Andreu Mas-Colell, ha manifestado que "de la CUP podemos aceptar dos votos para la investidura de Artur Mas como presidente, pero no sus condiciones" (1). Nótese que este artículo a la revista digital Ara está fechado el 15 de noviembre pasado.

Las referencias que teníamos de la incomodidad de este Conseller –sin duda el de mayor nombradía en el escenario mundial por sus importantes actividades científicas en el campo de las Matemáticas y la Economía--  podían ser interpretadas como especulaciones o suposiciones de determinados cronistas o meras habladurías. Mas-Colell ha preferido dejar clara su opinión a través de un artículo, y no de unas declaraciones; de esta manera nuestro hombre evitaba que el esforzado periodista pusiera algo de su propia cosecha. 

Ocurre, no obstante, que ese «no poder aceptar las condiciones de la CUP», que dice el famoso conseller, es posterior al hecho de que el President ya las había hecho suyas de manera desparpajada. Y también es posterior al hecho de las nuevas ofertas en la segunda sesión de investura, que cosechó otra negativa –rotunda, aunque tranquila— de la familia cupera. ¿Se trata de un desliz de un sabio despistado? No, padre. Es una declaración en toda la regla de profundo desacuerdo desde la postura de este conceller al proceso independentista, al menos formalmente. Lo que en todo caso no evitará una acusación de no ser pata negra  del dicho proceso, porque tradicionalmente (en todas las cofradías políticas) se exige la fe del carbonero o, por lo menos, lavar la ropa sucia dentro de la hermandad. Y si hay goteras en la casa soberanista es recomendable llamar a un albañil de toda la confianza. Cosa que no ha hecho el famoso conseller, cuya espingarda ha avisado a la comunidad internacional del peligro que conlleva la actitud del presidente de pactar –gratis, además--  con el enemigo de clase, la CUP. Todo un cogotazo a la diplomacia de becarios de la Generalitat de Catalunya.

Una CUP que ahora es acusada por el bueno de Quico Homs, primero de la lista convergente –disfrazada ahora de Democràcia i Llibertat, para infundir menos sospechas en las próximas elecciones generales--  de «suspender políticamente la resolución de independencia, no el Tribunal Constitucional» (2). Lo que sin duda ha provocado un herpes zoster en los parciales de Antonio Baños.  Pero tampoco es descartable la siguiente hipótesis: el inefable Homs puede haber encontrado la excusa para, situado el responsable de la suspensión de la famosa «resolución» en la CUP, para volver a la conexión y –sacando pecho--  decir que hasta aquí hemos llegado, hemos hecho todo lo posible, pero esta muchachada de los anticapitalistas nos han dejado tirados en la cuneta. Un argumento para que Pécuchet pueda negociar con Bouvard (3).

Me permito un consejo al president de la Generalitat, completamente gratis y, por lo tanto, sin iva: lea usted el libro Ética i educación per a governants. Su autor fue un sabio persa, Abdalah ibn Almuqaffa, de tiempos antiguos  que ha traducido Margarida Castells Criballés al catalán más bello que yo he leído en mi vida.
  


domingo, 15 de noviembre de 2015

Hay goteras en la casa soberanista catalana



La Assemblea Nanional Catalana (ANC) convocó para hoy una manifestación con el objetivo de exigir a los partidos políticos catalanes –concretamente a Junts pel Sí y la CUP— el desbloqueo del impasse en el que está la presidencia de la Generalitat. La manifestación fue desconvocada a última hora tras el brutal atentado de París. Finalmente se ha fijado para el próximo domingo. Sus objetivos son los mismos.

Ahora bien, ¿se trata de que los convocados den un tirón de orejas a las dos formaciones políticas para que lleguen a un acuerdo? Mucho me temo que hay gato encerrado. No es a la gente de Mas a quien se dirige la ANC sino a la familia cupera. Así lo demuestra la incomodidad de un Oriol Junqueras que ha venido a decir, sobre chispa más o menos, que esa convocatoria es inoportuna, que a la CUP no se la puede presionar desde un movimiento social, siguiendo los rancios mandamientos de la política más viejuna.  

Ahora bien, que sea «inoportuna», o no, es cosa que compite aclarar  al dirigente de Esquerra Republicana. Porque no se entiende bien que, desde un movimiento social, no se pueda presionar al cuadro político. Porque los movimientos sociales tienen su propia lógica y autonomía. Cuestión diferente es si la ANC tiene autonomía o es una prótesis de quien sea. No obstante, sea como fuere, lo que está fuera de duda es que, al menos, ERC no se encuentra a gusto con dicha convocatoria. Sus razones tendrá, digo yo.

Esta situación nos sugiere las siguientes meditaciones. Primero, esta manifestación no se hace contra Madrid, lo que de por sí ya es noticia.  O bien se hace académicamente contra Junts pel Sí  o contra la CUP. Sin embargo, hasta los habitantes de Sinigaglia, famosa por su ingeniosa estrategema borgiana, saben que la cosa no va contra las franquicias de Artur Mas.  Segundo, la manifestación –y eso es lo que ha olido  Junqueras--  explicita el contraste en el interior de la política soberanista y de ella con la calle soberanista. Y es que, aunque pueda taparse la olla, la procesión va por dentro. Más todavía, la exhibición de fuerza que pretende hacer la ANC pone al descubierto su subalternidad a Junts pel Sí y, crípticamente, a Convergència. Que es lo que percibe un avisado Junqueras. De manera que «il bel inganno de Sinigaglia» ha apuntado también contra ERC; y si ese no es el caso, al menos se trata de un error de libro de los de ANC, que se han comportado como párvulo o como una obediente fiel infantería.   


Pronto es todavía para saber si se resquebrajan algunas costuras del soberanismo, pero lo cierto es que algunos de sus estrategas no están en plena forma. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

¿Por qué la cabezonería de Artur Mas?




¿Cuántas veces debe decir la CUP que no a Artur Mas para que este caballero se baje del burro? Y eso que Mas se ha desabrochado los pantalones hasta las rodillas. Lo que implica poner a la intemperie las partes pudendas para lo que sea de menester. Lo que ocurre es que la CUP no tiene –al menos, todavía--  ciertas inclinaciones. Ha dicho que Mas no es de su interés. Sea, pues.

En esa situación valdría la pena escarbar a fondo cuál es en realidad la explicación de la cabezonería de Artur Mas en mantener su candidatura a la presidencia de la Generalitat de Catalunya. La primera explicación que se nos viene a la cabeza es que este caballero tiene un exceso de autoestima o un exagerado sentido de su misión histórica, algo así como «o yo o el caos». Que, en el fondo, es una secuela del pujolismo, vale decir: «Cataluña soy yo». Digamos que el cesarismo en todas sus expresiones ha influido también en los movimientos nacionalistas. Tengo para mí que esto es una parte de la explicación. Pero no toda. El empecinamiento de Mas podría tener segundas y hasta terceras derivadas. ¿Qué explicación nos debe, pues, el caballero contumazmente  mendicante?

Tal vez una de las claves  –y no precisamente la menor--  de la testarudez de Mas debamos escarbarla en la situación de su partido, Convergència Democràtica de Catalunya. Esta organización fue entrando, curiosamente mientras se producía el independentismo rampante, en un proceso de declive que se concretaba en una fase de parábola electoral descendente. Y contemporáneamente su competidor más directo en el terreno político, Esquerra Republicana de Catalunya, fue zampándose una buena carreta de su consenso electoral.  Digamos, además, que mientras tanto fueron estallando dos casos judiciales de enormes proporciones: los atinentes a la familia de Jordi Pujol, deus ex machina de Cataluña durante décadas, y el conocido popularmente como del 3 por ciento. Dos casos separados, aunque interconectados. Fueron dos expedientes judiciales que siguen teniendo enormes repercusiones políticas. Todo ello ha llevado a un hecho incontrovertible: Convergència está hecha, dicho coloquialmente, unos zorros especialmente en los asuntos de intendencia.  

Dicho con más precisión: Artur Mas tal vez piense que una de las formas posibles de ´salvar´ su partido (y tal vez a sí mismo), al menos como hipótesis, es mantenerse como presidente de la Generalitat. Desde ese torreón tendría más mano para reorientar el terreno de secano donde se encuentra CDC. Porque, con sinceridad o sin ella, en su partido se ha extendido la idea de que, tras el escándalo de Pujol, había que romper con toda la herencia pujolista. O sea, borrón y cuenta nueva. En ese sentido han apuntado los siguientes elementos: la coalición Junts pel Sí en las pasadas autonómicas, la nueva etiqueta para las elecciones generales, Democràcia i Llibertat, y la más llamativa, que es el definitivo cambio de nombre de Convergència. En cualquier caso, el viejo nombre está ya en capilla, sólo le falta el acta de defunción.  

Así las cosas, comoquiera que todavía parece ser que no es la hora de los capitanes en la dirección del nuevo partido –hijo o hijastro de Convergència--  se necesita un cabeza de cartel, real o postizo. Que en cierta medida sea capaz de guiñarle a su vieja guardia –y a sus bienestantes sectores tradicionales— diciéndoles: «Seguimos siendo de los nuestros». Eso no lo pueden hacer ahora los jóvenes capitanes todavía precarios de entorchados y galones. 

De ahí ese cierre de filas en la orden mendicante convergente y esa resistencia numantina en mantenerle como candidato a la presidencia de la Generalitat.  Es una política de resistencia.