martes, 7 de julio de 2015

Qué lectura de Gramsci, hoy (2)




Nota editorial. Volvemos al debate que inició Paco Rodríguez de Lecea en torno a la intervención de Bruno Trentin. El primer capítulo de la misma está en RELEER A TRENTIN, RELEER A GRAMSC (1)I. Que ya fue comentado por el mismo Paco en ese mismo link. El mismo Paco analiza esta segunda entrega en  http://vamosapollas.blogspot.com.es/2015/07/releer-trentin-releer-gramsci-2.html

 

Qué lectura de Gramsci, hoy (2)

Bruno Trentin

Al releer siguiendo esta pista toda la obra de Antonio Gramsci, y no solo la de los tiempos del Ordine Nuovo, creo entender que tal conclusión paradójica no fue ajena, aunque de forma controvertida y contradictoria, a su investigación sobre las relaciones entre política y sociedad civil; y sí inseparable de otra contradicción que marcará, aunque con acentos y resultados diversos, toda una época del pensamiento socialista desde los comienzos del siglo XX, teatro de aquella primera crisis de la cultura marxista que se suele colocar bajo la rúbrica del «Debate Bernstein».
Me refiero a la contradicción siguiente: se da, por un lado, un historicismo finalista, empapado de determinismo, que acaba por encerrar el análisis, muy fecundo por otra parte, de Gramsci sobre las transformaciones y los conflictos que recorren la sociedad civil (análisis del que buena parte de la izquierda italiana, en nuestros días, parece haber perdido el método, el gusto y también la memoria) en el «corsé» de un proceso histórico ineluctablemente predeterminado en su devenir incluso en el más largo plazo, y que muestra una evolución unidireccional de las fuerzas productivas, en las que se incluyen, como se sabe, la «fuerza de trabajo» propiamente dicha, la división del trabajo y la organización de la sociedad civil. Por otro lado, un voluntarismo, una primacía de la voluntad y de la acción creadora («la revolución contra el capital»), también, sin embargo, encerrada en un curso histórico marcado por la necesidad de sus diferentes fases.
Se trata, de hecho, de un voluntarismo cuyas matrices ideológicas le impiden dedicarse a la investigación problemática y experimental de opciones alternativas a las dominantes, e insertarse en una historia siempre abierta a resultados diversos, aunque dentro de los límites indudablemente objetivos dictados por los distintos contextos económicos, culturales y sociales. Un voluntarismo que excluye la sustitución de la primacía terrible del cumplimiento de un destino histórico ineluctable, por la primacía de la libertad y de la autorrealización de la persona humana. Un voluntarismo capaz tan solo de quemar etapas en alguna de las fases determinadas e inmutables del desarrollo humano y social; pero no, desde luego, libre para ignorar o «saltarse» esas etapas predeterminadas y predefinidas; y tanto menos para imaginar y para experimentar (sobreponiéndose a la dura criba crítica de los resultados y de la búsqueda de un consenso consciente) vías distintas a las «inscritas en la historia», ya dada, del desarrollo de las fuerzas productivas (incluido el trabajo) y de su conflicto potencial con las «relaciones de producción».
Este es el modo que me ha parecido más fecundo de reencontrar en Gramsci, más allá de cualquier exégesis consolatoria, estímulos, indicaciones, pistas a seguir para confrontarnos con los problemas del presente. No tanto distinguir de forma pedante «lo que está vivo y lo que está muerto» (¿respecto a qué?) en su investigación incompleta, y siempre en movimiento; ni limitarse a desmenuzar en la obra de Gramsci, con un escrúpulo que ha alcanzado en muchos casos resultados engañosos e ilusorios, «aquello que corresponde a Gramsci y lo que pertenecía a Lenin, a Sorel o a Croce» (el famoso texto de Togliatti sobre el Leninismo de Gramsci me parece, por ejemplo, lastrado para siempre por una parcialidad muy marcada). Sino, por el contrario, tratar de «liberar» algunos momentos cruciales de su reflexión de las ambigüedades y de las aporías que se derivaban de estar aprisionada por la contradicción, vital durante un largo periodo de la historia del movimiento socialista, pero perversa y fatal en el momento de su desenlace, entre historicismo finalista y voluntarismo prometeico.
O dicho de otra manera, centrándonos ahora en el punto de vista de los sujetos de la historia, entre quienes viven la historia como un vehículo más o menos inconsciente de la dirección (ya definitiva) que ha adoptado, y los que se proponen incluso violentar los tiempos de la misma (posiblemente con altísimos costos humanos en la contingencia inmediata) porque detentan el privilegio, negado a la mayoría, de conocer sus etapas predefinidas y su fin último; porque poseen el don trágico y exclusivo de saber a dónde va la historia.

Traducción de Javier Aristu
Radio Parapanda

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