sábado, 30 de mayo de 2015

Dejémonos de pollas: un requerimiento a las candidaturas del cambio

1.-- Dejémonos de pollas en o sin vinagre. Dejémonos de postureos sospechosamente ridículos. Dejémonos, peor todavía, de fantasmadas. Es la hora de ir concretando.

Comprendo que los partidos y coaliciones que han ganado las recientes elecciones se tomen su tiempo, y con el necesario rigor negocien y, en su caso, acuerden programas y equipos de gobierno. Ciertamente, no conviene precipitarse. Sin embargo, no echen en saco roto esta advertencia: no se confundan de momento, pues ya han pasado las elecciones. Se me dirá que sigue pendiente otro proceso electoral, el de las generales. Ahora bien, el mandato ciudadano reciente se ha dado para las municipales y las autonómicas, no para las generales, de manera que resérvense para éstas el almacén de postureos y filigranas.

Por otra parte, se sabe de sobras que siguen pendientes los viejos y nuevos problemas, las viejas y nuevas patologías sociales, que deben abordarse de inmediato. De inmediato quiere decir ahora mismo, sin esperar a las elecciones generales. Rotundamente, compórtense según el mandato electoral que han recibido el domingo, no como el que esperen obtener en los futuros comicios. Ahora, tanto tienes tanto vales; después, ya veremos.

Los elegidos en las candidaturas de cambio tienen esta urgencia: limpiar la pocilga, abordar los problemas sociales y gestionar limpiamente la herencia empozoñada. Ninguno de ellos admite espera. Así, pues, no se tomen con cachaza el tiempo de que disponen. Cada día que pasa enturbia más el asunto: la ultraderecha, las derechas de secano y las derechas asilvestradas, cada una con su diverso carné de identidad siguen emitiendo mensajes preelectorales como si la contienda todavía estuviera pendiente de celebrarse. O, en otros casos, graznando contra lo que, según ellos, pasará ineluctablemente: «monjas violadas y quema de conventos», por no hablar de ese fantasmagórico accesis de locura de la vinculación entre Ada Colau con el Estado Islámico y el Al Alándalus de los Omeyas. Que es una violenta negativa a aceptar las consecuencias democráticas del hecho democrático de votar.

2.-- Ahora es el momento de engrosar el vínculo con la sociedad civil. El vínculo entre los programas diversos con el acuerdo entre las diversas organizaciones que han concurrido en los comicios; el vínculo de todo ello con la ciudadanía para que ésta participe, activa e inteligentemente, en el trayecto de ese programa refundido entre los que aspiran a gobernar. Todo retraso gratuito repercutirá en el costo de oportunidad. 

Inviertan, pues, en itinerarios de unidad de acción, en caminos compartidos de utilidad social, en la defensa de lo que necesaria y con urgencia deben consensuar. Y sepan que frente a todo ello se ha puesto en marcha una potente interferencia: la que ha propuesto descaradamente Joan Rosell el  presidente de los empresarios organizados en la CEOE. Este caballero ha dicho al día siguiente de las elecciones: «los elegidos deben olvidarse de las propuestas que han hecho» (1). Lo que, digámoslo sin perifollos, es también una forma de deconstruir los resultados de las elecciones celebradas. Y de creer que el hecho de votar es un ejercicio meramente estético que sirve como distracción del populacho. Sí, estamos hablando del mismo personaje que, tras veinticuatro horas de la firma del acuerdo sobre salarios y otras materias, inició una confusa relectura de aquel pacto en una parecida intención: los firmantes deben olvidarse de lo que acordamos ayer.

Así pues, aceleren la marcha, déjense de frases que han repetido hasta la saciedad, hablen a calzón quitado y lleguen a acuerdos.   




No hay comentarios: