miércoles, 15 de abril de 2015

Repican las campanas en honor de la plantilla de Coca Cola



Siempre he sostenido que el sindicalismo se escribe en prosa. Ahora bien, hay momentos en que su acción colectiva es una canción de gesta. Es la que han escrito las personas en lucha de Coca Cola desde hace ya mucho tiempo. Al final –esperemos que sea el final--  la Justicia ha hablado dando la razón a los trabajadores y trabajadoras de la empresa. Lo que en un principio parecía una posibilidad se ha convertido en una certeza: era posible ganar. Y no a una empresa de tres al cuarto sino a una potente y altanera transnacional, una de las más importantes de la economía-mundo.

Me han impresionado los tres rasgos fundamentales de esta acción colectiva a lo largo de su itinerario: a) la unidad de los trabajadores, que b) llevó en su momento sus planteamientos a la ciudadanía, y c) la fecunda relación con los aparatos jurídicos del sindicato.  

Sin la unidad de la plantilla no se hubiera dado la reacción solidaria de la ciudadanía con el boicot a la coca cola, al menos en la extensa proporción en que se dio. Y sin la unidad de la plantilla ese eminente jurista que es don Enrique Lillo no hubiera tenido tanta fuerza.

Pregunto: ¿qué reflexiones serenas y de hondo calado merece el largo recorrido de esta movilización contra una de las transnacionales más potentes en estos tiempos de resistencia? ¿qué entusiasmo razonado puede provocar en los sindicalistas que, en estos últimos tiempos, han tenido que hacer de tripas corazón? ¿qué ánimos tienen ahora dichos sindicalistas que han visto cómo estar a la ofensiva frente a la fortaleza asediada de la transnacional ha conseguido una victoria de la que se hablará durante mucho tiempo?

Más preguntas: ¿será capaz el sindicato de metabolizar el resultado de esta acción colectiva, traduciéndolo en organizar una nueva confianza del conjunto asalariado que, hablando en plata, se refiera a un incremento de la afiliación? Una afiliación ligada a un acontecimiento concreto, de eficacia, de saber hacer, de conexión directa del sindicato con los trabajadores. Ya lo dijo en su día aquel sindicalista nonagenario, Vittorio Foa: «Para que los trabajadores tengan confianza en el sindicato, éste debe tener confianza en los trabajadores». Que podría ser el broche de esta canción de gesta.


Un recado particular a Enrique Lillo: no te precipites en saltarte a la torera las recomendaciones del médico. La victoria de los trabajadores no te autoriza a que te des el alta. Esa decisión no corresponde al mundo del derecho sino al de la medicina.     

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