martes, 23 de diciembre de 2014

EL DERECHO A SABER EN EL ECOCENTRO DE TRABAJO



Homenaje a Paco Trillo

 

Para lo que deseamos proponer hemos de recurrir a la voz sabiamente autorizada del profesor  Juan-Ramón Capella, concretamente a su posfacio del libro de Bruno Rizzi La burocratización del mundo [Península, 1980]. Afirma Capella: «… la cuestión desempeñada por el saber como medio de producción por una parte y la del modo en que se halla socialmente disponible este saber (su privatización) son hoy cuestiones ignoradas en realidad por el movimiento obrero […] Las clases dominantes se reservan el acceso a los lugares de cristalización del conocimiento nuevo […] La importancia del saber, como medio de producción es directamente proporcional  a la complejidad del proceso productivo».  Me permito esta consideración: hace falta ser un tarugo para no compartir estos planteamientos. Incluso añadiré algo más arriesgado: la propia supervivencia del movimiento organizado de los trabajadores depende de su capacidad para enfrentarse a esta temática. Por eso, en    La parábola del sindicato  he  insistido en la cuestión de los saberes (1).

 

Esta entradilla viene a cuento: sé de buena tinta que un grupo de juristas progresistas está preparando un texto de nuevo Estatuto de los trabajadores para ser presentado en la próxima legislatura. Respondería a la promesa, que ya comentamos en su día, de Pedro Sánchez de borrar del mapa todo el paquete de las últimas reformas laborales. Es una idea que ya saludamos en su día. 

 

La propuesta concreta que hago --y envío por este medio a la comisión redactora-- iría en la orientación de la famosa ley de las   150 ore per il diritto allo studio para los representantes de los trabajadores, aunque no centrada en la formación profesional sino en la vinculación entre saberes y procesos productivos y de servicios en el ecocentro de trabajo. Nos basamos en lo siguiente: conocimiento y saber hacer son elementos fundantes del valor del trabajo. Por lo que, tras ese derecho, podría producirse un salto de cualidad, esto es, la gradual transformación de los saberes empíricos de los trabajadores en saberes científicos. Naturalmente, se estaría en mejores condiciones para intentar evitar nuevas desigualdades y nuevas jerarquías entre los que detentan los saberes y los que no los tienen, además de proceder a un proyecto de humanización del trabajo.

 

En resumidas cuentas, lo que se está proponiendo es el engarce entre conocimiento y trabajo, que diría Bruno Trentin que ha sido reconocido por todos, no sólo por los suyos, como el padre de la ley de las 150 horas. Un Trentin, que recordaba continuamente a Bruno Ugolini y a Iginio Ariemma, que era de lo que estaba más orgulloso en su vida.


(1)                                               http://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/09/la-parabola-del-sindicato.html  

Radio Parapanda.-- LA PUTA Y LA RAMONETA

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