sábado, 4 de octubre de 2014

SINDICATO Y CONSEJOS DE ADMINISTRACIÓN (A propósito de Bankia)



Me sentí peor que si una raspa de bacalao se me atragantara: compañeros sindicalistas están entre quienes han usado, casi a destajo, tarjetas fantasma de Bankia.  No son, además, afiliados de base sino miembros de los más altos grupos de dirección. Son personas que han tirado del cajón con un estilo chabacano. Ni qué decir tiene que la justicia debe caer sobre todos ellos.

Menos mal que han dimitido, aunque también hubiera sido adecuado que se autoexcluyeran   de la organización, porque –si no lo hacen--  someten a su sindicato a otra prueba dolorosa: la expulsión. Darse de baja de la organización sería un acto que conectaría con lo mejor de la biografía de todos ellos.

De este escándalo sin paliativos se deben sacar las oportunas conclusiones. En primer lugar, la apertura de una discusión circular sobre nuestra presencia en los consejos de administración y organismos similares. Este es un tema que, por ejemplo, se discutió en el último congreso confederal de Comisiones Obreras. Se saldó con un sí crítico. Esto del «sí crítico», en general, no deja de ser una postura del cagadudas, una chuchería del espíritu, un tranquilizante de la posición adoptada.  

Un servidor es contrario a la presencia del sindicato en los consejos de administración:  LA REPRESENTACIÓN DEL SINDICATO EN LOS CONSEJOS DE ADMINISTRACIÓN (1). Esa batalla la perdí cuando tenía responsabilidades sindicales. Tras la dolorosa experiencia de estos días es necesario reabrir ese debate. Que yo no lo entiendo relacionado con la regeneración democrática sino con el carácter del sindicalismo.


¿Cómo abrir ese debate? Empezando con un balance que nos permita saber qué se ha conseguido estando en los consejos de administración. Disponiendo, pues, de un elenco concreto de cosas que se hayan obtenido. Intuyo que dicho balance no tendría ni chicha ni limoná.

Por lo demás, me viene a la memoria una sentencia de Cicerón: «No hay género de injusticia peor que la de quienes en el preciso momento en que están engañando simulan ser hombres de bien» [Sobre los deberes, Altaya, página 25].    




1 comentario:

Gregorio Luri dijo...

Plas, plas, plas.