viernes, 20 de diciembre de 2013

SINDICATO Y POLÍTICA: Isidor Boix responde a Riccardo Terzi




Algunas otras consideraciones acerca del trabajo de Riccardo Terzi

Querido José Luis. Vista la segunda parte del trabajo de Riccardo Terzi, SINDICATO Y POLÍTICA (Segunda parte) ahí van mis segundas notas, que, como las primeras, son algunos apuntes sugeridos por el texto, consciente al mismo tiempo que lo planteado apunta en definitiva a cuestiones que afectan a la esencia del sindicalismo y sobre las que hoy como ayer sólo aporto una especie de guión de mi opinión al respecto.

Leyendo ayer la primera parte y su apunte sobre la relación de “lo social” y “lo político”, esperaba una mayor profundización del tema, más allá de la reiteradamente afirmada “autonomía” o “independencia” y más allá de la superación de la visión leninista y de su degradación estalinista. Pero confieso que me he quedado con las ganas e incluso decepcionado por lo que me parece una cierto regreso a los orígenes en sentido peyorativo. Dos expresiones de Terzi me sorprenden y me llevan a no aceptarlas, como son por una parte su referencia a la tradición histórica que parece asumir definiéndola como “ el interés de parte en tanto que expresión del interés general”, y otra la de que “sólo se puede vencer si se dispone de una sólida base ideológica”.

Considero el interés “de parte” como base de “lo social”, con una proyección a largo plazo, estratégica, y una de cuyas expresiones sería el “interés de clase”, es decir del colectivo que constituyen los trabajadores, los asalariados.  Mientras que el “interés general” sería la referencia de “lo político” entendido como propuestas y ejercicio del gobierno de la sociedad, como síntesis en cada momento, y no necesariamente equilibrada, de los intereses, no todos coincidentes, de los diversos colectivos sociales. Para aterrizar en “lo nuestro”, quiero añadir que es necesario que desde el sindicalismo entendamos que defendemos los intereses de una parte de la sociedad, muy importante, pero no única, que queremos traducirlos en conquistas reales de presente, y que para ello necesitamos influir en la política desde nuestra independencia, pero también desde nuestra conciencia de no poder imponerlos al conjunto, de la necesidad de negociarlos, a través de lo que Trezi define como “diálogo y conflicto”, con las representaciones de los demás colectivos sintetizándolos través de la acción política ciudadana.

Quizás una cuestión clave sea el cómo se establece la “ideología” sindical, si importándola de los pensadores que se autoproclaman “vanguardia”, o a través de un particular ejercicio de la democracia cuyo objetivo no sea una cruzada antiburocrática sino un proceso de síntesis desde los intereses de los diversos colectivos que integran el de los asalariados.  Porque ello enlaza con otra gran cuestión y es la representatividad de los representantes, porque no se trata sólo de que la elección haya sido formalmente democrática, sino de que ejerzan adecuadamente su función, lo que supone no recoger y sumar las preocupaciones de su ámbito de responsabilidad, inevitablemente diversas, heterogéneas y en ocasiones contradictorias, sino saber definir los intereses colectivos en tal ámbito que por serlo han de poder tutelar los individuales sin ser la suma de éstos. Y ahí sí que se precisa “ideología”, pero sindical, construida desde la propia vida del sindicalismo, no importada, ni dirigida desde el ámbito de la política. Por ello además no me gusta el rechazo al “centralismo”, porque el problema estriba en mi opinión en determinar qué hay que centralizar y qué hay que descentralizar, cuestión más de contenidos que de formas. Porque dirigir no es sumar acuerdos asamblearios, sino estimularlos y recogerlos luego para devolverlos elaborados en torno a un objetivo común.


Y para finalizar otro desacuerdo. Sobre China. Calificarlo de “comunismo más capitalismo”, añadiendo que  están “ganando su desafío”, me parece que no se corresponde con las contradicciones que he podido apreciar en ese país y al papel que precisamente un sindicalismo “de clase” jugará sin duda en algún momento, quizás no demasiado lejano.  

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