lunes, 8 de octubre de 2012

EL DEBATE POLÍTICO-SOCIAL EN CATALUÑA



Notas para abordar ese debate



Isidor Boix

  1. La próxima cita electoral catalana es importante, no tanto por las expectativas de sus resultados, aparentemente bastante “cantados”, sino por el debate público que inevitablemente provoca.
  2. Parece una hábil maniobra de CiU no sólo para mejorar su representación parlamentaria sino también para tener otros 4 años para aplicar sus políticas, evitando un mayor desgaste por su complicidad (de votación y desarrollo) con la del PP en Madrid y en Barcelona al conseguir encubrirla con el debate identitario y soberanista.
  3. El principal problema de la sociedad catalana no es el del desarrollo de las libertades nacionales, sino cómo hacer frente a la crisis, para salir de ella, es decir la defensa del modelo social europeo, el estado de bienestar, …, aunque preferiría decirlo de otra forma: cómo desarrollar el “Estado Social de Derecho” en el marco de la crisis que sacude el mundo desarrollado, Europa principalmente.
  4. Y junto a la crisis económica (y social, política, de modelo de consumo, …) hay que subrayar el deterioro de la política, es decir de la acción colectiva de la ciudadanía. Junto a los ejemplos que cada día derivan de acciones como el 15M, el 25 S, …, traducidas en significativas consignas “rodear el Congreso”, “políticos fuera”, …, la valoración de la clase política (gobernantes, partidos políticos, también sindicatos, …): todos los políticos suspenden. Muy elocuente es la respuesta o reacción (escasas o inexistentes) a la propuesta de la Secretaria General del PP, del partido que gobierna, y Presidenta de Castilla La Mancha, de suprimir el salario de los diputados, es decir dejar la representación y gestión política en manos de rentistas o de asalariados de corporaciones empresariales. Su aplicación supondría retroceder casi 200 años, eliminando una importante conquista democrática.
  5. Es evidente por todo ello la habilidad de CiU para incorporar a su acción política (escenificada por al manifestación del 11 de septiembre, pero acompañada por planteamientos anteriores y posteriores) a organizaciones políticas y sociales aparentemente (quizás realmente, aunque no sepan cómo afirmarlo y sobre todo aplicarlo) enfrentadas frontalmente con las de la derecha catalana (nacionalista y antinacionalista), como son las principales organizaciones sindicales, Iniciativa, sectores “catalanistas” del PSC, … El 11 de septiembre había pancartas y slogans contradictorios, pero de poco sirvieron los que confrontaban con la política económica, social, …, de CiU. Sus promotores habían incluso sido advertidos de que se contabilizarían todos los manifestantes como de apoyo a la pancarta que la presidía. Y así fue, ha sido, es.
  6. Profundizar, desarrollar, todas las libertades, adaptar permanentemente sus formas y contenidos a la realidad, problemas, intereses, contradicciones, de cada momento, es ciertamente una necesidad. Y entre ellas las libertades “nacionales”. El riesgo es cuando la defensa exclusiva y excluyente de éstas, la afirmación crispada de la identidad, se convierte en una cortina de humo que esconde, diluye, confunde, otros derechos y libertades que pueden ser prioritarios o estar más gravemente amenazados, como entiendo que sucede ahora.
  7. Convendría desenmascarar el argumento estrella: “nos roban”. Argumento fácil, que no necesita además argumentación seria en un momento de “recortes” del “estado de bienestar”. Pero quizás más grave que su discutible rigor son las fronteras para la solidaridad que crea en una sociedad como la catalana integrada por inmigrantes procedentes de toda España, que luchó solidariamente con los demás pueblos del Estado español contra el franquismo, que ha ido construyendo su identidad social, cultural, …, a lo largo de siglos con una permanente interrelación con los demás ciudadanos españoles.
  8. Pero, además, la afirmación prioritaria del principio de la solidaridad restringida puede suponer un contagioso virus que nos lleve pronto a examinar qué territorios catalanes se benefician, real o supuestamente, de los impuestos pagados en otros, …

Seguramente no es suficiente afirmar lo que no nos gusta y porque, aunque tiene ya sentido. Sería conveniente abordar el siempre complejo, y más ahora, “qué hacer”. Algunas cosas a este respecto:

  1. La necesaria regeneración política debe plantearse con algunas referencias básicas que bien pueden situarse en una posición “de izquierdas”, y sin ningún problema para añadirle “federalista” como expresión del siempre positivo desarrollo de todas las libertades, desde las individuales a las colectivas, de todos los colectivos. Pero ahí cabe ya una primera observación al hablar de “colectivos”: de los diversos colectivos, no sólo el resultante de la identidad nacional, lingüística, cultural (y los límites de éste estarían también por ver), y uno de los cuales, no se olvide, es la clase trabajadora, con una importante unidad “española” construida a lo largo de muchos años.
  2. La regeneración política exige un liderazgo y la convocatoria electoral podría facilitarlo si se sitúa el objetivo a más largo plazo, sin desechar el interés de los resultados electorales pero sin entenderlos como objetivo único, y quizás tampoco prioritario.
  3. El eje debería ser cómo afrontar la crisis partiendo de una necesaria crítica, y autocrítica, de cómo se ha abordado desde las izquierdas, políticas y sociales. Desde los gobiernos de España y de Catalunya, “zapaterismo” y “tripartito”. Asumiendo las razones del sentimiento generalizado de los que se han sentido, nos hemos sentido, engañados de hecho, por la escasa voluntad, o incompetencia, para aplicar principios y políticas proclamados/as.
  4. Un punto de partida, me parece cada vez más importante, es asumir que la crisis es real y que para hacerle frente hay que asumir políticas “de austeridad”. Una dificultad podría considerarse que no se haya planteado abierta y colectivamente, desde las izquierdas, en estos términos desde sus inicios allá ya por el año 2009. No se ha planteado, pero de hecho se ha aceptado la austeridad, la austeridad impuesta, en la medida que las respuestas han sido más para dejar constancia de un desacuerdo que para corregir el rumbo de una política. Por otra parte éste no ha sido un problema de la izquierda social y política catalana o española, sino también de la europea, y casi de la “global”. Sólo que a veces (¿o siempre?) no es bueno aplicar aquello de “mejor equivocarse con el partido que tener razón fuera”2.
  5. Por otra parte el rechazo de la austeridad, o de las medidas que la concretaban, ha sido una constante no sólo desde la izquierda, sino que, cuando ésta ha gobernado, ha sido también la posición de las derechas (PP en España y sus homólogos en Portugal, en Grecia, …).
  6. Sólo desde la asunción de la necesaria “austeridad” se podría discutir, y negociar, qué medidas (donde recortar), con qué contrapartidas (de política fiscal, de incentivo a la actividad, .,..), con que instrumentos de control e intervención (por parte de las organizaciones que intervienen), …, para llegar a un necesario consenso. Claro que para llegar a este tipo de acuerdos (y lo hemos comprobado mil veces en la acción sindical) es necesario contar con un suficiente grado de confianza (imprescindible en tales circunstancias) de los representados a los que se va a imponer sacrificios.
  7. Es curioso, o significativo, que lo que negamos en los planteamientos formales, públicos, es a la vez lo que en muchos sitios hacemos en la práctica sindical diaria, aunque sin el apoyo, la fuerza y la cobertura que darían unos planteamientos que integraran teoría y práctica. Un ejemplo puntual de lo que podría haber sido una política más general es el II Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva 2012-2014, ahogado a los pocos días por el RDL del Gobierno Rajoy con su “Reforma Laboral” profundizando la iniciada por el Gobierno Zapatero, también sin acuerdo sindical.
  8. En los últimos tiempos se ha ido afirmando progresivamente el valor (quizás por la progresiva dificultad de otras) de las acciones de calle, con escasa atención a la heterogeneidad de los elementos de protesta (slogans, pancartas, …), que muchas veces sólo eran sumables en el nº de manifestantes y en el oponente al que denunciaban y acusaban, pero difícilmente integrables en un proyecto y en propuestas colectivas coherentes.
  9. Vuelta al centro de trabajo (desde el sindicalismo), a las unidades y colectivos ciudadanos, lugares de intereses colectivos identificables, organizables, …
  10. Seguramente es necesario pronunciarse en relación con el derecho de “autodeterminación”. Desde la afirmación del valor superior de las libertades, la democracia, …, parece difícil confrontar con una tal propuesta. Y sin embargo, más allá del necesario respeto a las reglas que colectivamente nos hemos dado (y en nuestra Historia no es un elemento secundario la Constitución de 1978, es decir lo que establece y las modificaciones a la misma para las que la propia Constitución marca el camino), será siempre una cuestión a discutir, y concretar, el ámbito en que se plantea, la identidad del colectivo que se consulta. Las Comunidades Autónomas lo son ciertamente, mañana pueden serlo los municipios o las provincias (y algunos ejemplos de tensiones en dichos ámbitos los hay).
1 Notas personales para los amigos
2 Si bien es cierto que para mantener el rumbo, y para cambiarlo, es necesario remar todos en el mismo sentido y que haya alguien al timón. Éste es el sentido de la organización y de la difícil relación, más en los momentos difíciles, entre debate y gobierno de las organizaciones lo que indudablemente acentúa la responsabilidad de los órganos, y las personas, de dirección.

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