viernes, 14 de septiembre de 2012

1. UNA CONVERSACION SOBRE CATALUNYA



Nota aclaratoriaJavier Aristu, tras la manifestación del 11 de septiembre en Barcelona, me envió un correo planteándome una serie de inquietudes. Le propuse abrir una conversación particular sobre el particular. Sobre el particular y todo lo que, desde hace tiempo, le rodea. Lo más probable es que esta conversación tenga varios capítulos o trancos. Empezamos ahora con la primera carta de Javier Aristu.    

Querido José Luis:

Me parece estupenda la oferta que me haces de mantener un diálogo en la distancia a través del correo electrónico y nuestros respectivos blogs sobre las consecuencias que se derivan de esta última Diada del 11 de septiembre en Cataluña. Digo “diálogo en la distancia” de forma física o territorial, que no cultural o ideológica. Creo que tú y yo venimos de la misma cultura - tú más obrera y constructiva, yo quizá más especulativa-, aquella de los años sesenta y de la oposición a la dictadura. Tú, habiendo formado parte como dirigente de aquel proyecto extraordinariamente atractivo y ejemplar que fueron las CC.OO. de Cataluña y el PSUC de principios de los setenta; yo, participando de otro modo en la alternativa democrática desde el comunismo español de entonces. Digo de entonces porque, como quizás tendremos ocasión de hablar, lo de ahora, en tu tierra y en la mía, poco tiene que ver con lo que fue. No valoro, de momento; simplemente describo.

Lo de tu tierra y la mía es un decir. Tú participas de esa cultura mestiza que posiblemente es de lo mejor que ha dado Cataluña en la segunda mitad del siglo pasado. Mestizo en Barcelona significa que eres del sur y eres catalán. Creo que tu seny se equilibra perfectamente con el talante granaíno. Has llegado a ser una persona clave en la vida social y política catalana porque aprendiste eso de la integración enriquecedora y has pasado a formar parte del pueblo trabajador catalán (“aquel que vive y trabaja en Cataluña”, se decía). Si me permites una anécdota personal te diré que en la actualidad vivo esa experiencia de la integración enriquecedora, ahora podríamos decir también que “problemática” en su sentido más pleno. Mi hija lleva ya más de ocho años en Barcelona. Allí terminó la carrera, allí empezó a trabajar de profesora y allí continúa de momento. Decidió que, frente a lo que muchos amigos andaluces piensan, debía aprender y dominar el catalán si quería formar parte de ese mundo. Sacó su certificación que le permitirá en el futuro optar a un puesto público en Cataluña, si quedan puestos públicos en los próximos años. Añora mucho su ciudad de Sevilla, echa de menos la vida social en la calle, el clima y el talante humano de su ciudad natal, a pesar de no ser precisamente una “sevillanita confesa ni cofrade”…

…pero ella no fue a la manifestación del pasado 11 de septiembre porque no se veía formando parte del programa independentista. Sin embargo ha ido a todas las anteriores donde se ha reivindicado un programa alternativo a la crisis económica, por el empleo juvenil, contra las leyes del gobierno del PP. Gritando sus eslóganes en catalán, como está mandado en las Ramblas. Ahora le toca ir a Madrid este 15 de septiembre, con colegas ingleses y alemanes y con una pancarta en catalán: así es la realidad de hoy, plural, mestiza, coloreada.

Pero yo te quería hablar en esta primera carta del desconcierto que ha supuesto para muchos de nosotros que siempre hemos creído en la especificidad catalana, en el sentido nacional de Cataluña, el programa que ha sustentado la masiva salida a la calle de cientos de miles de catalanes. Independencia era el eje duro de la manifestación. ¿Independencia de Cataluña como respuesta a la crisis que nos embarga? Hay que reconocer que la profunda quiebra de la cohesión social que vive nuestro país (me resisto a utilizar la palabra estado), o si quieres la sociedad española, ha sido metabolizada por las vanguardias nacionalistas (de derecha pero ¿también de izquierda?) en el objetivo beatífico de la independencia. Así, se nos cuenta, sólo desde la independencia tendrá solución la crisis social y económica de Cataluña. ¿Será que la sociedad catalana ha cambiado tanto en estos treinta años –como nos dice Ramoneda- que ya no podemos entender esta movilización? ¿Estamos ya fuera de los parámetros intelectuales y culturales que sostiene a esta nueva sociedad catalana?

Hablan de una nueva transición, esta vez en Cataluña. Aznar ya dijo aquello de la segunda transición para, entre otras cosas, intentar liquidar el estado autonómico y el consenso político. Hoy estamos en esa fase: por un lado, Esperanza Aguirre habla ya sin rubor de la revisión de la organización territorial del Estado, propugnando la modificación del actual modelo de Estado autonómico. Ya sabemos lo que quiere decir viniendo desde donde viene el mensaje. Por otra, Mas, Durán y otros señeros catalanistas hablan primero de la opción “pacto fiscal” y luego de “que  Cataluña necesita un estado”,  es decir, independencia en roman paladino. Leo en este momento unas palabras que tu presidente de la Generalitat acaba de dictar en una conferencia en Madrid (hoy 13 de septiembre): “Creo que se está produciendo entre Cataluña y España lo mismo que entre la Europa del norte y la del sur. La Europa del norte se ha cansado de la Europa del sur. Y la del sur se ha cansado de la del norte por sus formas. Creo que entre Cataluña y España también hay una fatiga mutua. Cataluña se ha cansado de no progresar y España de la forma de hacer de Cataluña. En Cataluña se cree que se aporta mucho y no se la respeta. Y España cree que Cataluña siempre pide y siempre se queja” (El País digital)

Tengo que decirte, José Luis, que me causa risa, aunque no estén los días para ello, eso de hablar de naciones como si fueran personas: “La Europa del norte se ha cansado de la Europa del sur”. “Cataluña se ha cansado de España”. Sólo falta que nos hablen de bodas, bodorrios y divorcios y el problema estará resuelto. No, sabemos perfectamente que la actual crisis de construcción europea no es un problema de culturas nacionales, de peculiaridades de raza o de pueblos. No es una división entre luteranos y católicos, entre productores del norte y vagos del sur. Sabemos que Europa sufre hoy la síntesis de diversos bloqueos, por un lado el económico como resultado de la crisis concreta que se ha producido a partir del desarrollo del actual capitalismo financiero y, por otro pero no menos importante, la crisis de un modelo político. Es como si Europa se hubiera quedado gripada en el cambio de marcha. Cada vez más vuelve a resurgir el debate del federalismo europeo. De una dinámica intergubernamental que ha dado resultados concretos sobre todo en liberalización de mercados y moneda única, es urgente y necesario pasar a una dinámica federal, es decir, donde los ciudadanos europeos tengan que participar y tomar decisiones y donde la construcción de ese desiderátum llamado Unión Europea sea cosa de las sociedades, de sus ciudadanos. Pero este debate puede sacarnos del que habíamos decidido acometer, el de Cataluña en el devenir de España y de Europa. O a lo mejor no, si trasladamos el esquema federal a nuestras fronteras. De ese modo tendríamos que resucitar aquellas propuestas de los años setenta, la España federal, sólo que esta vez a la luz de la experiencia de los años de funcionamiento del estado de las autonomías, modelo por otra parte no muy distante del federal. Quiero decir que posiblemente hoy la lectura federalista en España no trataría sólo de cómo dar más poder y competencias a Cataluña frente a España sino de cómo se debería reorganizar el poder económico y el estatal –es decir, el llamado “gobierno central”- en una nueva estructura de poder que significaría más poder a los entes federados y más poder a los ciudadanos. En definitiva, aligerar el estado de La Moncloa y potenciar el estado distribuido de forma concertada y federada.

Por eso, termino esta primera misiva con la idea de que creo que es posible y necesario combatir el independentismo desde opciones y posiciones que no vienen de la derecha pepera sino precisamente de las más dinámicas reservas espirituales de la izquierda. A pesar de que hoy, la izquierda partidaria, aquí y en gran parte de Europa esté bajo mínimos.
Como dice vuestro gran poeta Miquel Martí i Pol:

No és gran cosa, ja ho sé. El món, em diuen,
segueix sent inhòspit, però jo
persevero tossut: no col.laboro.

Seguiremos hablando, José Luis. Mientras, recibe un caluroso abrazo,
Javier

1 comentario:

Unknown dijo...

Espero con esperanza -¡coño, me ha salido una redundancia!- la respuesta. Cuando uno atiende a las razones por las que se le impelía, durante semanas, a ir -el verbo elegido no lo es al azar- recuerda con pasmo una: "Espanya ens roba!". Lo sorprendente del caso es la incapacidad manifiesta de la izquierda -de buena parte de ella- de sustraerse a dicha lógica. Hay algo -no todo, pero algo fundamental sí- de revuelta de contribuyentes en todo esto.