lunes, 24 de septiembre de 2012

GLOBALIZACIÓN, NACIONALISMOS Y EL PODER EMPRESARIAL




Leemos en la prensa de hoy que FIAT amenaza con marcharse de Italia si el gobierno no le afloja el parné.  Curiosa postura la del neoliberalismo rampante: estoy en contra de las subvenciones excepto de las mías. Quiere un estado mínimo pero no hasta el punto de que su pequeñez redunde en el desfavorecimiento de la gran empresa, en este caso el gigante FIAT. Más todavía, si esta empresa no despega en este mundo de la reestructuración-innovación de los aparatos productivos en el paradigma de la globalización, ¡tiene que ser el Estado-nación quien le saque las castañas del fuego!

Muchas son las capacidades de intimidación de la empresa transnacional hacia el Estado-nación. Me voy porque la legislación del país que me acoge me concede el oro y el moro. Me largo porque las políticas fiscales del país que me recibe son como el agua de mayo. De ahí que los procesos de deslocalización agresiva representen también una feroz competencia entre estados. Y, en cierta medida, compartidos por ese tipo de sindicalismo –no digo con entusiasmo, pero sí con resignación-- que se empeña en encerrarse en sus fronteras.

Estoy seguro que el sindicalismo global que representan la CES y la CSI están al tanto del asunto, aunque visiblemente necesario que den mayor visibilidad a las alternativas que tienen sobre estos problemas. Y por no dejarme nada en el tintero, diré que la izquierda (política y social) que no empiece a encarar esta situación --peor todavía, que se enclaustre en sus jardines históricos— tiene cantado de antemano su Réquiem por los servicios prestados antaño, no por los de hogaño. 

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