lunes, 17 de septiembre de 2012

3. UNA CONVERSACIÓN SOBRE CATALUNYA


Josep Solé i Barberà




A la “conversación sobre Catalunya” se ha sumado Carlos ARENAS POSADAS.   Al final de intervención de  Carlos un servidor toma la palabra. 


La burguesía nos lleva al paraíso

Querido José Luis:
Tercio en este comienzo epistolar que habéis acometido Javier y tú sobre “el asunto catalán”. Creo que vas a entender mi tono de cabreo porque cada vez que oigo “nación” mi sistema nervioso se desestabiliza.

El que esto suscribe se está poniendo mayor  y espera que tras cuarenta años de servicio a la comunidad, no le vengan con cuentos a estropear los últimos años de la vida. ¿Qué es lo que tiene, qué es lo que quiere conservar después de tantos años de trabajo? Un techo, una familia, una pensión, tiempo libre para escribir y seguir aprendiendo,  el placer de tomar unas copas con los amigos. No tiene sensación alguna de haber vivido por encima de sus posibilidades, si acaso no mucho más de lo que le han permitido a cómodos plazos los bancarios al servicio de los banqueros. Estos sí que han vivido por encima de lo que merecen por la basura que han ofrecido, así como la cohorte de grandes y pequeños especuladores, los estúpidos que se creyeron filatélicos, rumasianos, fondopensionistas, capitalistas populares.

¿Quién me viene a joder los últimos años de la vida, Zavalita? El capitalismo  insostenible que necesita joder para reinventarse, hacer daño para reconstruir al alza los márgenes de beneficio, privatizando, reduciendo costes y compromisos democráticamente asumidos con la población.  Los que conocemos algo de la historia de la humanidad sabemos que las distintas reinvenciones del capitalismo han venido acompañadas de momentos dramáticos para quienes no poseen ese bien celestial, áulico, que llamamos capital. Generaciones enteras a lo largo de la historia fueron sacrificadas en las work-houses,  expulsadas de sus tierras, muertas estúpidamente por las patrias en guerras mundiales o coloniales, angustiadas por el desempleo o por  las reformas laborales para que el capital mantuviera o incrementara la tasa de ganancia.

Ya es grave que el factor capital siempre escaso (por eso se destruye con guerras y burbujas) valga más que el factor trabajo (que siempre sobra mientras sigamos teniendo hijos). Lo que no soporto es que me tomen además por idiota; que la rapacería se recubra de valores justificativos de carácter nacionalista y, por supuesto, en ese sentido, igual me da que Franco, Rajoy o los banqueros digan que lo hacen por salvar España (se pronuncia con pe explosiva) que Mas y las cuatrocientas familias que constituyen la élite con pedigrí de la burguesía catalana digan querer salvar a Catalunya (pronunciada con tonos nasales como tapándose la nariz).  Unos y otros sólo quieren salvar el tesorito acumulado, aprovechar las oportunidades que le está ofreciendo la crisis, la supremacía política y cultural para justificar el “negoci”. Unos y otros se trabajan el nacionalismo  para tapar las vergüenzas que le competen por la crisis. Lo que me apena es que una buena parte de la población se deje llevar por  esos chantajistas emocionales que claman a la tripa antes que a la inteligencia (como si no hubiéramos aprendido del daño ocasionado por el fascismo en España; como si no hubiéramos aprendido nada de la muerte de Layret o del Noi del Sucre, a manos de los matones de la patronal, hoy muy independentistas ellos).

El otro día vi en una cadena de televisión el reportaje de la manifestación de la diada en Catalunya. Me di cuenta de que había muchos niños que agitaban banderas y coreaban consignas patrióticas.  ¿Quién les ha comido el coco a esas criaturitas? Sólo les faltaba el uniforme identitario. ¿Es pertinente la relación entre esos jóvenes independentistas en busca de un futuro en la administración del estado catalán con los jóvenes sin futuro que engordaron el monstruo nacional socialista?. También me llamó la atención una mujer de mediana edad, con acento castellano, que cerrando y abriendo su manita decía con  sorna: ¡Adiós España, adiós! Pobre mujer; me dio lástima. Pocos días después CIU ha aprobado en el parlamento de Madrid más recortes de la mano del PP. La pobre piensa seguramente que la patria catalana le va a dar lo que la patria española no le da. Sólo querría decirle que el problema de Catalunya no se resuelve sólo con pactos fiscales; el problema económico de Catalunya se llama globalización y economía financiera, el problema de un capitalismo que ha quedado expuesto a la competencia mundial sin las muletas que siempre le prestó y le sigue prestando el Estado español, en especial, las comunidades que compramos lo que los empresarios catalanes venden (el superávit de la balanza comercial catalana se obtiene de lo que vende en España porque el saldo con el extranjero es negativo). Piense señora que está muy mal visto morder la mano de quien le da de comer. Lo que usted pudiera llamar dinero malgastado en engordar a los perezosos del sur (cuya cuantía  los nacionalistas magnifican), no son regalos sino inversiones, porque una buena parte de ese dinero revierte a Catalunya para beneficiar a quienes hoy la engañan.

Volviendo al principio. Para que nos dejen de una vez por todas en paz, hay que poner a los nacionalismos en el cubo de la basura; son construcciones sociales burguesas destinadas a reproducir la  supremacía económica, social y política del capital. ¡Bastante tenemos con la crisis sistémica del capitalismo a escala global! ¡No añadamos como en el 36 más leña al fuego siguiendo las consignas de estos capitalistas de pacotilla estén en Madrid o en Barcelona!



Querido Carlos:
Bienvenido a estas conversaciones. Para un servidor es algo más que un placer pegar la hebra contigo. Máxime sobre estos asuntos tan vidriosos.
 En tu entrada, subtitulada La burguesía nos conduce al paraíso abordas la relación entre nacionalismo y burguesía. Tu punto de vista fundamentado tiene el valor de haber estudiado durante muchos años el vínculo entre los poderes económicos andaluces y el territorio. Poco tengo que decir sobre esa relación que estableces. Ahora bien, me vas a permitir que haga algunas consideraciones sobre la segunda parte del potente incipit de tu artículo: “creo que vas a entender mi tono de cabreo porque cada vez que oigo “nación” mi sistema nervioso se desestabiliza”.

 Pero, antes de meterme en harina, me agarro a templanza (mitezza)  del maestro Norberto Bobbio.  En un libro-conversación entre Bobbio y Maurizio Viroli (Dialogo intorno alla repubblica, Laterza 2001), el filósofo del derecho responde explica: “Hay italianos que están orgullosos de una cierta historia de italia que no se refiere a la política, ni a la historia social o religiosa: es la historia literaria de Dante, Petrarca, los grandes pintores renacentistas, aquellos que en cierta medida han contribuido a la formación de la cultura europea. Esta es mi Italia, la talia en la que me miro, la Italia que me hace ser orgulloso de ser italiano. Cuando en Trento quisieron testimoniar su fidelidad a Italia erigieron un monumento a Dante … es la Italia que continúa con los grandes poetas, con Leopardi, Foscolo, Manzoni y termina con Giuseppe Verdi”.

 Tres cuartos de lo mismo me pasa, querido Carlos. Mi relación con España es muy similar: la España de Cervantes y Velázquez, de Federico y don Manuel de Falla, la de las agitaciones campesinas andaluces que relató el notario de Bujalance, la de los intentos de renovación de la vida política, intelectual y científica que maduró en la segunda república, la España de Camacho y Saborido. Con lo que, dada mi formación, no tengo más remedio que ampliar las cofradías que cita Norberto Bobbio. Comprenderás que mi relación con Catalunya tenga la misma dimensión: la catalunya de Joan Maragall y Salvador Espríu, la de Salvador Seguí “Noi del sucre”, Ángel Pestaña y finalmente la Catalunya del Partit Socialista Unificat de Catalunya.
 Todavía recuerdo a un bravo Josep Solé i Barberà que, en un momento de tensión de la Assemblea de Catalunya, clamó enfáticamente: “Estoy más con un jornalero de Huelva que con un burgués catalán”.  Esa es mi Catalunya, Carlos. Y debo decirte que, hasta la presente, ni dios hecho carne ha puesto en entredicho el catalanismo de aquel viejo león del comunismo.

 Yendo por lo derecho: a mí, que no soy nacionalista, no me desestabiliza que se hable de nación. Es más, cuando tanta gente se siente involucrada con ello –como pertenencia–  me produce un profundo respeto. Posiblemente tengo más respeto que tienen no pocos nacionalistas con quienes no lo somos. Pero esto es harina de otro costal. No sólo tengo respeto al concepto nación sino que creo que Catalunya lo es. Lo digo desde la mitezza bobbiana y sin ninguna relación con las formulaciones académicas que definen, acertadamente o no, dicho término.

 A mi juicio, toda esta situación se ha complicado por algo que decía en mi primera carta a Javier Aristu: el desdibujamiento progresivo de las izquierdas a lo largo de los últimos treinta años, caracterizado por (primero) simular que eran tan nacionalistas como la derecha catalana y (después) abandonar el disimulo para rebañar consensos de masas por todos los balates de la geografía política catalana, y finalmente abrazar la causa con mayor o menor diapasón hasta situar la principal contradicción en nacionalismo / no nacionalismo. Y para mayor abundamiento, toda una serie de afrentas por parte de la derecha carpetovetónica y de ilustrados exponentes de la izquierda (¿habrá que recordar  a un desaforado Peces-Barba añorando los bombardeos a Barcelona en tiempos del general Espartero?) Que han significado un espectacular corrimiento hacia el nacionalismo e independentismo en Catalunya. Por no hablar de la palabra devaluada de Zapatero prometiendo el oro y el moro que luego se convirtió en la plata de la que cagó la gata…

Y como la conversación será larga (eso espero) me reservo toda una serie de consideraciones de orden económico. Mientras tanto, recibe un abrazo desde la ciudad donde resido: Pineda de Marx. Con x final. José Luis López Bulla.


No hay comentarios: