sábado, 23 de junio de 2012

DE LA POLÍTICA DE SACRIFICIOS DE LOS TRABAJADORES




Conversación en torno al ensayo de Bruno Trentin 15. LENIN Y GRAMSCI


Querido Paco, por fin hemos descubierto la diferencia no irrelevante que, en torno al taylorismo y el fordismo, había entre Lenin y Gramsci. El primero, dicho de manera sucinta, entiende que es algo a mantener por los siglos de los siglos; el segundo cree que es beneficioso para una contingencia determinada de la que lógicamente no puede prever su duración.  El primero insiste en la disciplina más férrea que será temperada “cuando sea posible” por una política salarial más próxima a las necesidades de supervivencia de los trabajadores; el segundo tiene la convicción de que los costes sociales no pueden mantener las características del trabajo futuro.

Ahora bien, como decíamos el otro día, la cultura leninista fue la que prevaleció e, incluso en Italia, todo el Gramsci ordinovista fue archivado. Así es que en lo atinente a la producción Illich se llevó el gato al agua, y nadie –al menos, en este sentido— desde las otras corrientes políticas mayoritarias del movimiento obrero le llevó la contraria. Así las cosas, estaba cantado que sólo y solamente los movimientos sindicales mayoritarios (Gabriel Jaraba nos podría ilustrar qué opinaban al respecto nuestros abuelos los wobblies,   Industrial Workers of the World) pondrían en la mesita de noche velis nolis a los dos grandes capitanes de industria norteamericanos, Taylor y Ford. Pero de esto ya hemos hablado.    

Por otra parte tiene interés retener lo que deja sentado Gramsci: “Sin embargo, consideramos que una generación pueda trabajar perdiendo para garantizar a las futuras una libertad que, de no ser así, no sería posible”. Lo que posteriormente ha sido instrumentalizado por los romanos y los cartagineses de nuestros días. Me vas a perdonar que haga una aparente digresión sobre ello.

Me parece fuera de toda duda que el gran compromiso ético del sindicalismo y de la izquierda política a lo largo de la historia ha sido darle sentido y propósito generacional a las conquistas que iban consiguiendo. La libertad de asociación y el derecho de huelga, el conjunto de poderes y bienes democráticos han sido el resultado de generaciones a costa de (no sólo, aunque también) sacrificios económicos. Esto nos parece obvio a no pocos de nosotros, pero no está suficientemente explicado a lo largo de nuestra historia. Y, es más, cuando se ha narrado ha sido en clave de chanson de geste y no como relato de personas de carne y hueso. Más en clave de mito que crónica histórica convincente.  Entre paréntesis, pongo en tu conocimiento la siguiente referencia sobre algunos artículos de Gramsci en L´Ordine nuevo: Antonio Gramsci . Artículos en “L'Ordine Nuovo

Ahora bien, esa diferencia entre Illich y Gramsci me da pie, viejo amigo –por cierto, Paco, ¿a partir de cuándo empezamos a decir viejo amigo?--, me da pie, digo, para abordar con ciertos balbuceos en qué condiciones es posible hablar y practica una política de sacrificios. En ese sentido, habrá que diferenciar la política de sacrificios impuesta por el empresario o por la Administración de aquella que es negociada en función de un determinado momento económico concreto. En relación a la primera es claro que el movimiento de los trabajadores y sus representantes deben optar por la confrontación con alternativa en la medida de las posibilidades que ofrece doña Correlación de Fuerzas. Por ejemplo, es importantísimo el actual proceso de movilizaciones sostenidas que viene desde hace muchos meses. En lo atinente a la segunda, la otra dama, doña Empiria parece decirnos que es preciso introducir algunos matices en las prácticas más al uso del movimiento sindical. Que muy sintéticamente irían por estos indicios: 1) en el marco de una austeridad, entendida berlinguerianamente; 2) en el cuadro de unos sacrificios transparentes, reglados con normas obligatorias y obligantes para todas las fortunas en una progresión de menor a mayor y la puesta en marcha de una fiscalidad progresiva; 3) con un elenco de controles que especifiquen de dónde viene los sacrificios, su cuantía y sus finalismos, y la verificación de todo ello; 4) la fijación, con carácter indicativo, de la temporalidad de esta política de sacrificios. Si no es, aproximadamente así, tengo para mí que o es una engañifa o, como se dice en la Vega de Granada, son pollas en vinagre. Seguiremos hablando, si te parece de estos graves asuntos.

Cambio de tercio, amigo Paco. En este ensayo de Trentin podemos observar el uso reiterado del término ´espontáneo´ con relación a la literatura de Gramsci y una referencia a ello sobre la Luxemburgo. Con otro interés, desde luego, podemos observar hasta qué punto las derechos, de ayer y hoy, abusan de esa expresión. Pienso que, en el fondo, es o una incomprensión o una desatención (por no decir desconsideración) hacia unas formas autónomas que no están encasilladas en el convencionalismo orgánico de lo convencional, llámese partido o sindicato. Es como si todo lo que está fuera del control de lo convencionalmente establecido, a izquierda y derecha, fuera espontáneo, acéfalo, un magma. Es como si dijéramos que los movimientos de la fábrica  donde trabajaba nuestro Pedro Hernández, padre fundador de Comisiones --¿te acuerdas de Pedro?—o de Luis Romero en la Construcción fueran espontáneos, porque no encacajaban en los moldes canónicos de la organización. Lo que en el fondo podría ser una especie de amable deslegitimación de la capacidad dirigente de Pedro y Luis. Como dijo aquel bocazas: iuvet testes!

Por último, observarás que he puesto, en el texto traducido, unos links para que conocimiento del personaje o de la situación en cuestión. Hasta ahora las personalidades que aparecían en el texto de Trentin eran conocidas. Pero la referencia a la mítica huelga de las “manecillas del reloj” en Turín, a los woobblies y la referencia al legendario Daniel de León tal vez no gozan, hoy, de la fama que les precedió; por eso me ha impulsado a hacerlo de esta manera. 

Dentro de unas horas entraremos en el verano. Mientras tanto, choca esos cinco. JL


Habla Paco Rodríguez de Lecea


Querido José Luis, pues yo diría que esto del ‘viejo amigo’ es cosa reciente y no acabo de acostumbrarme a ella. Yo suelo llamarte ‘maestro’ dándole a la palabra toda su extensión, y no sé si te gusta. Vittorio Gassman se quejaba: «Una vida entera siendo ‘la joven promesa de la escena italiana’, y de pronto, un día cualquiera, todo el mundo empieza a llamarme ‘maestro’. ¡Es el fin!» En cualquier caso, lo de viejo se desprende del documento de identidad, y lo de amigo lo considero un honor y un raro privilegio.

Haces una disección ajustada de las diferencias entre Lenin y Gramsci sobre el paradigma fordista-taylorista. Unas diferencias que se traslucen en el papel que los dos asignan respectivamente a los soviets y a los consejos en la construcción de la sociedad nueva. Subrayo la insistencia de Gramsci en el protagonismo de las reivindicaciones y las movilizaciones de la sociedad civil antes de la intervención de la instancia partidos-sindicatos para dar altura, alcance y trascendencia a esas formas de conflicto y de confrontación que, como bien dices, poco tienen de ‘espontáneas’. (Me acuerdo muy bien, dicho sea de pasada, de Pedro Hernández y de Luis Romero. Tenía mucha razón Luis el otro día al quejarse de que la dirección política de la época hubiera ninguneado el significado y las potencialidades de la huelga de la Construcción del 77. Se lo dije entonces en persona, y lo repito aquí.) El fondo de la cuestión es si corresponde a las instancias políticas y sindicales decidir dónde, cómo y cuándo debe movilizarse la sociedad civil, o si son los movimientos (no tan espontáneos) en el interior de ésta los que han de inspirar la línea de actuación de las organizaciones que se reclaman de la clase. Vladimir desconfía de la sociedad civil y lo fía todo al activismo de una amplia vanguardia revolucionaria: era seguramente una táctica congruente con las condiciones de la Rusia prerrevolucionaria. Como era congruente la atención que Antonio prestó a lo que se movía en las entrañas de la sociedad italiana. Dos tácticas plausibles para dos situaciones diferentes. Lo que no es de recibo, mi querido y siempre joven amigo, es la práctica seguida por determinadas instancias políticas de países no muy lejanos al nuestro: convertir la táctica en tacticismo, desoír las llamadas repetidas a la puerta de casa por parte de la sociedad civil, enredarse en negociar con la propia sombra porque no hay más interlocutores, y perder sucesivamente todas las bolas de juego, set y partido sin haber llegado a levantar la raqueta.

Acabo con ese exabrupto. Pero quiero dejar constancia, como coletilla, de mi acuerdo rotundo con las precondiciones que planteas para asumir una política de sacrificios distinta de las clásicas pollas en vinagre que nos sirven como si fueran faisán a la trufa blanca. Sobre todo, lo que habrá que exigir desde todas las instancias con voz y voto en el asunto será que una política de austeridad consensuada no se construya como una camisa de fuerza para la sociedad civil y sus reivindicaciones. Paco

JLLB

Querido Paco, la próxima vez que me llames maestro haré correr por los mentideros de la corte y el cortijo que, de niño chico, en la catequesis no entendías el misterio de la Santísima Trinidad. Buenas fiestas sanjuaneras, JL 



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