miércoles, 11 de enero de 2012

CONFLICTO SOCIAL Y AFILIACIÓN SINDICAL



Antonio Baylos ha terciado en el debate sobre el conflicto FORMAS NUEVAS Y VIEJAS DE EXPRESIÓN DEL CONFLICTO al que nos referíamos hace pocos días.  En esta ocasión intentaremos avanzar otra pincelada con la idea de que, cuando tengamos más material, se procedería a darle un cuerpo más compacto. Naturalmente, si el tiempo lo permite. En todo caso conviene hacer una aclaración: aunque el ejercicio del conflicto no se circunscribe al sindicalismo, nosotros nos vamos a referir sólo a esta faceta.

 

Una reflexión sobre el ejercicio del conflicto social ha de partir de una ineludible consideración: el sindicalismo es un sujeto-conflicto. Es más, incluso cuando negocia en cualquier ámbito lo hace desde su personalidad claramente alternativa, es a saber, conflictual. De manera que el uso de las “formas nuevas y viejas de expresión del conflicto” se inscriben el carácter que debe tener el sujeto social.  Estamos, por así decirlo, ante algo no sólo descriptivo sino fundamentalmente prescriptivo. Y remachando el clavo: esta no es una cuestión contingente sino inmanente.

 

Es cierto que la personalidad conflictual le viene por la naturaleza alternativa que expresa el proyecto-que-se-organiza, no por el que retóricamente se fija en los libros sagrados de los congresos. Vale decir, aquello que se aplica o, si se prefiere de manera más ampulosa, por la praxis sindical. Por otra parte, es de cajón que no es irrelevante en todo ello el volumen de su fuerza establemente organizada, esto es, de la afiliación. Por ejemplo, un sindicato (solamente) de cuadros sin una voluminosa fuerza afiliativa que le acompañe es una organización limitadamente conflictual. Por lo demás, tengo para mí que existe una relación entre el ejercicio de cada conflicto puntual y el nivel de nueva afiliación que se  consigue. Pongamos por caso un convenio concreto: la bondad de lo conseguido debe medirse, también, por el consenso activo –por la afiliación nueva que ha concitado— tras la finalización de dicho convenio, tanto si ha concitado o no una determinada movilización.

 

Ello adquiere más importancia, si cabe, en los momentos actuales y, sobre todo, a partir de ahora. Porque, aunque los niveles de participación en el ejercicio puntual del conflicto son relevantes, lo cierto es que la afiliación –esto es, la fuerza estable--  no está a la altura de los desafíos en esta etapa donde confluye, de un lado, una potente innovación-reestructuración tecnológica en el cuadro de una crisis económica de enormes proporciones y, de otro lado, un ninguneo de los poderes políticos y económicos del conflicto social. Se me dirá, con razón, que son cosas sabidas. Pero es más verdad todavía que son cosas que parecen olvidadas.  

 

  

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