lunes, 8 de agosto de 2011

LA AUSTERIDAD, SEGÚN ISIDOR BOIX Y ENRICO BERLINGUER

Ayer mismo Isidor Boix publicaba un artículo de gran interés: Por un sindicato conscientemente global, que en mi entender contiene y presenta las claves más importantes para el sindicalismo de nuestros días y su proyección en el futuro. Nuestro hombre conoce el paño; de hecho su biografía sindical está llena de momentos relevantes en las negociaciones colectivas: antes en el convenio provincial de los metalúrgicos barceloneses y, hasta hace poco tiempo, su protagonismo en las negociaciones de los sucesivos convenios colectivos de Químicas y textiles, amén de innumerables negociaciones en empresas de gran calibre, incluidas multinacionales. Es, como es sabido, ingeniero y licenciado en Derecho. Son, por así decirlo, esos saberes –unidos a la experiencia de lo cotidiano— los que conforman como sindicalista de gran formato.


Comparto de pitón a rabo el artículo de Isidor Boix. De lo dicho quiero subrayar su referencia a la “austeridad”. Esto es, su oblicua referencia a la responsabilidad de los dirigentes de la Confederación Europea de Sindicatos (e incluso a los confederales españoles) que utilizan dicho concepto, la austeridad, como algo sinónimo a una concesión a los intereses de los grupos dominantes y a las necesidades de supervivencia frente a la crisis económica. Así pues, conviene aclarar que las políticas económicas de los respectivos gobiernos europeos (las de tipo homeopático y las de tipo cura de caballo) no son de austeridad sino desforestadoras del Estado de bienestar. Están especialmente orientadas a la mayor merma posible de los controles democráticos del sindicalismo confederal para propiciar una nueva acumulación de capital, incluso en esta situación de crisis económica.


Enrico Berlinguer dejó las cosas meridianamente claras en sus Conclusiones ante la Convención de intelectuales (Roma, Teatro Elíseo, 15 de Enero de 1977), que fue publicada en castellano por Materiales un año más tarde en la versión que hizo Alberto Nicolás y la introducción de Julio Segura.


Berlinguer parte de una consideración: la austeridad es el medio de impugnar por la raíz y sentar las bases para la superación de un sistema que ha entrado en una crisis estructural y de fondo, no coyuntural; y cuyas características distintivas son el derroche y el desaprovechamiento; la exaltación de los particularismos e individualismos más exacerbados, del consumismo más exacerbado. Algo que posteriormente plagiaron no pocos ecologistas que ni siquiera se dignaron citar la fuente berlingueriana.


Berlinguer, además, afirmó testarudamente que: la política de austeridad no es de nivelación tendencial hacia la indigencia ni ha de proponerse la supervivencia de un sistema económico y social que ha entrado en crisis; por el contrario, enfatizaba el dirigente comunista, ha de tener como finalidad –y por eso puede y debe ser asumida por el movimiento obrero— el instaurar la justicia, la eficacia, el orden y una moralidad nueva.


Ahora bien, si el ecologismo nunca dijo haber copiado a Berlinguer en una muestra de adanismo político, los dirigentes sindicales de la CES (y no pocos de los españoles) ni siquiera le echaron un vistazo. En caso contrario no hubieran confundido la velocidad con el tocino. De ahí que el educado e indirecto tirón de orejas de Isidor parezca no sólo conveniente sino necesario. Es como si Isidor hubiera considerado que no vale la pena sacarle los colores al pecador, basta con mencionar metafóricamente los pecados. De esa manera, sin embargo, se corre el peligro de que nadie se sienta aludido y que, coralmente, digan: “Yo no he sido”.



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